El viernes realmente paso en un abrir y cerrar de ojos, había mucho que hacer en ausencia de don gruñón, entre esas cosas un par de reuniones que no podía aplazar, siempre hombres que piensan que uno es una cara bonita sin cerbero pero se equivocaron, revisamos algo a acuerdos e iniciamos negociaciones, al final la última palabra la tendría mi jefe pero le mantenía informado. A la hora del almuerzo decidí ir con Mateo, me sentía apenada por lo sucedido así que acepté salir, fue algo tranquilizador en medio de todo, él era un tipo divertido que me traía paz. -¿Te gusta la pasta?-pregunto -Está deliciosa, gracias por invitarme.- -Es un placer, solo espero que tu jefe no llegue y te lleve a la fuerza.- -No lo hará, ni siquiera está en la ciudad.- -¿Entonces estás libre? Eso me gusta.-

