Capítulo 2

1777 Words
El viaje en autobús se me hizo demasiado corto, ya que todo el camino estuve pensando en el acontecimiento. Realmente me había afectado. Me bajé del autobús con piernas temblorosas, y volví a mi casa. La puerta estaba cerrada y dentro no había ruido así que supuse que Anna aún no volvía del trabajo ni Sophie de la guardería. Suspiré resignada y abrí con mi llave. Como imaginé la casa estaba vacía. Fui a la cocina a servirme un tazón de cereal y después me senté en el sofá, frente al televisor, el cual prendí, sólo para no sentirme sola. En la televisión pasaban un reality show, pero apenas y lo escuchaba, mi mente estaba muy lejos de ese lugar, estaba en Empresses PWT, más específicamente en la oficina con puerta de caoba del tercer piso. Muy a mi pesar no dejaba de recordar el beso, y ese beso me llevó a pensar en la noche de hace tres años, esa noche que tanto me esforcé en olvidar, que, aunque no quisiera, me sirvió para comparar a mis siguientes experiencias, las cuales fueron malvadamente humilladas, al igual que yo al tener que volver a casa vestida de prostituta y sin bragas. Me fui a duchar y a cambiar mi traje por unos jeans y una blusa más cómodas para despejar mi mente, pero ni eso ayudó, así que me puse a leer en la sala. Aún no superaba el acontecimiento cuando mi hermana llegó de la mano de Sophie. Puse la mejor sonrisa que pude para no preocupar a mi hermana y corrí a saludarlas. - ¡Mami! -corrió Sophie brincando de los brazos de mi hermana menor. -Hola cariño, ¿cómo te fue? -Me agaché para tomarla en brazos. Sophie comenzó a contarme su día, con todos los detalles incluidos, con señas y balbuceos. Traté de ponerle atención, pero estaba realmente distraída. Mi hermana lo notó y me preguntó con la mirada, pretendí no verla y me senté con Sophie en el sillón. - ¿Quieres comer? -le pregunté cuando terminó su historia. Sophie asintió. La dejé en el sofá y yo me fui a la cocina con el tazón. Dejé el tazón y mi hermana entró a la cocina. - ¿Y bien? - ¿Qué? - ¿Cómo te fue con el empleo? -me preguntó, tratando, en vano, de ocultar su preocupación. -Conseguí el empleo-le dije con una enorme sonrisa. - ¡Eso es genial! -saltó a abrazarme- ¿por qué tanta felicidad? -preguntó con sarcasmo. - ¿qué te preocupa? Suspiré, lo mejor que podía hacer era contárselo, además, necesitaba un consejo. - ¿Recuerdas al tipo del antifaz? - ¿Lo encontraste? -abrió los ojos como platos. Negué con la cabeza. Esto iba a ser más difícil de lo que creía- ¿entonces? -Es él. - ¿Quién? -me tomó de los hombros y me sacudió- ¡Habla de una vez mujer! -El tipo del antifaz es mi nuevo jefe. -mi hermana se quedó estética, mirando un punto inexacto y con los ojos como platos. - ¿Qué harás? -susurró, pasados unos minutos, en los cuales había empezado a preocupar su momento autista. -No lo sé-me encogí de hombros-aceptar el empleo. Realmente lo necesitamos y lo más probable es que él no quiera mezclar placer con negocios. -Pero ¿y tú? -preguntó despacio, midiendo sus palabras. - ¿Yo qué? -Me hablaste de él casi un año, ¿vas a decirme que no sentiste nada al verlo sin el antifaz? Por qué supongo que lo viste sin antifaz. -asentí- ¿y cómo lo reconociste? Según yo no le viste el rostro jamás. Toda la sangre se me acumuló en las mejillas. -Él...me...me devolvió mis bragas-dije en un susurro apenas audible, sin mirarla a los ojos. - ¿Me estás diciendo que por tres años ese extraño guardó tus bragas? -asentí. Ella se quedó pensativa, maquinando no sé qué cosa en su mente -Anna, nada volverá a pasar. Sólo iré a hacer mi trabajo. -Pero ¿Si él quiere que tengan algo? -Anna, es un hombre exitoso que puede salir con cualquier mujer que quiera, ¿qué crees que verá en mi para querer empezar algo? -Lo mismo que vio hace tres años-contestó con arrogancia. No sabía que contestar a eso. ¿Él querría tener algo? ¿Yo quería tener algo? No había tenido una relación sería desde Jason, pero tal vez él no quería una relación, sólo sexo. ¿Podría hacerlo? Pude hacerlo hace tres años, pero estaba ebria. Además, ahora era mi jefe. -Pues si él quiere algo le diré amablemente que no y listo. No creo que sea tan poco civilizado como para despedirme si no acepto ser su amante. -me encogí de hombros, aunque por dentro estaba muy lejos de sentir la calma que aparentaba. -Bueno, yo sólo digo que tal vez no sea tan malo un poco de diversión en el trabajo. - ¿Estas bromeando? Si tuviera algo con Axel y las cosas terminaran mal yo saldría perdiendo. Yo soy la que corre el riesgo de perder el mejor empleo de su vida, él seguirá con su empresa y sus millones, mientras yo tendré que conformarme con un empleo mediocre. Olvídalo, Anna, necesitamos el dinero y lo que menos necesito ahora es un hombre. Me giré para comenzar a empanizar un par de pechugas y poner a calentar un sartén. La escuché suspirar y después salir de la cocina. Cuando terminé de freír la carne comencé con la ensalada. Puse más fuerza de la necesaria para picar la lechuga, así que terminé cortándome un dedo. Axel Donovan te maldigo donde quiera que estés. Coloqué la mano en el fregadero y la lavé. La herida no era profunda así que no sangró mucho. El timbre sonó, esperé a que abriera Anna, pero el timbre continuó sonando. -¡Anna! ¡Abre la puerta!-le grité. -¡No puedo! ¡Me estoy duchando! Suspiré resignada y me sequé las manos con una toalla. -¡Si quieren yo abro!-gritó Sophie desde la sala. -¡No!-gritamos al unísono Anna y yo. Salí corriendo a la puerta, donde Sophie se encontraba tratando de girar el pomo de la puerta. -Sophie, deja eso. Sabes que tú no puedes abrir la puerta-la reprendí. -Si puedo-rezongó. -Pero no debes. Giré el pomo de la puerta y la entreabrí para ver quien era. La imagen me dejó helada. Axel Donovan estaba parado en el umbral de mi puerta, vestido tremendamente sexy con unos jeans ajustados y una camisa azul cielo, que combinaba perfectamente con sus ojos y un saco azul. Formalmente informal. -Señor Donovan, ¿Qué hace aquí? -le dije asomando la cabeza. -Te dije que traería el contrato, y por favor, tutéame.-sacudí la cabeza, incrédula. -Dijo-comencé, pero me reprendió con la mirada-dijiste-corregí-que mandarías a alguien para que me trajera el contrato. -Dije que te lo traerían, y si quieres algo bien hecho debes hacerlo tú, así que vine.-sonrió inocente. -Bueno, gracias, pero no debiste molestarte. -me sonrojé. - ¿No vas a invitarme a entrar? -preguntó, después de un tiempo de silencio, mientras reía. -Claro-abrí la puerta de par en par-pasa. Me hice a un lado para cederle el paso. Axel paseó su vista por toda la sala y la entrada de la cocina, hasta detenerse en la pequeña niña que se escondía detrás de mí. Su rostro palideció notablemente y su semblante se ensombreció. - ¿Quién es ella? -Axel, yo...yo no he sido totalmente sincera contigo-bajé la mirada y comencé a retorcer mis manos. Me giré hacia Sophie y la levanté en brazos, ella escondió su rostro en mi cuello, mirando al extraño que no dejaba de mirarla por entre mis mechones de cabello. -Ella es Sophie. - ¿Cu-cuantos años tiene? -se notaba realmente nervioso, tanto que me dieron ganas de reír. -Va a cumplir tres dentro de poco-le dije seria. -Ella es mi...mi... -Sí, Sophie es tu hija. -su semblante no cambió, pero sus ojos se obscurecieron. Mi hermana apareció en el pasillo entonces, y yo ya no contuve las ganas de reír. Mis ojos se llenaron de lágrimas por culpa de la risa. Mi hermana y Axel me miraron como si estuviera loca, y tal vez tuvieran razón, pero Sophie me acompañó con su risueña y tierna risa. - ¿Qué te sucede? - ¿Estas bien? -preguntaron mi hermana y Axel al mismo tiempo. Hice un esfuerzo para contener la risa y me expliqué entrecortadamente. -Sí...estoy...bien-respiré hondo y continué más tranquila-Anna, él es Axel, mi nuevo jefe-mi hermana formó una "o" con los labios-Axel, ella es Anna, mi hermana y mamá de Sophie. -dije, apretando los labios para no volver a reír. Axel me miró con los ojos como platos, pero algo de color volvió a sus mejillas. - ¿Entonces ella no es...? -No, Sophie es hija de mi hermana-él soltó un suspiro, y yo volví a reír. -No encuentro lo gracioso de esto-me dijo serio. Traté de controlarme antes de hablar. -Eso es porque no viste tu cara-solté antes de volver a reír. -Bueno, los dejo con su "cosa divertida que no es divertida" y me llevo a mi hija. -mi hermana se acercó, tomó a Sophie en brazos y la llevó a su cuarto. Yo seguía riendo, aún después de que mi hermana cerrara la puerta. - ¿Así qué te gustan las bromas? -Axel rompió el silencio, mientras levantaba una ceja. -Lo siento-dije, recuperándome un poco del ataque de risa-pero no lo resistí, llegaste pensando que Sophie era hija mía, bueno, nuestra, tenía que aprovechar. - Y de paso vengarme de la vergüenza que pasé por tu culpa. -Bueno, creo que tendré que devolvértela en algún momento-dijo, dando un paso hacia mí. Mi respiración se entrecortó, pero ya no a causa de la risa. Él se acercó con otra zancada, quedando muy cerca de mí. Se inclinó y.…yo sabía que eso estaba mal, sabía que debía retroceder antes de hacer una locura, pero no pude, me quedé mirando sus azules ojos mientras él eliminaba la distancia que había entre nuestros labios. Sus labios se movieron despacio sobre los míos, y su lengua empezó a acariciar mi labio inferior y yo separé los labios. Su lengua exploró mi boca como si fuera la primera vez. Sus manos viajaron a mi cintura, acariciando la piel que quedaba expuesta entre mi blusa y los jeans. Sin poder contenerme más, le eché los brazos al cuello y me pegué más a él. Su mano derecha se aventuró dentro de mi blusa, acariciando mi piel mientras subía, hasta llegar a mi pecho. Masajeó y acarició mi pecho por encima del sostén, provocando que mis pezones se pusieran duros. Una corriente eléctrica me atravesó, deteniéndose en la unión de mis muslos, haciendo que gimiera. Él me empujó contra la puerta, acorralándome entre esta y su imponente cuerpo. Sonreí al sentir lo que yo podía provocar en él en el vientre. Su boca dejó la mía para viajar a mi cuello. -No...sé...qué...estas...haciéndome-jadeó entre beso y beso. Gemí, pero no podía continuar, debía detenerlo. -Axel...espera, no podemos hacerlo aquí...mi hermana y mi sobrina están en la otra habitación-jadeé, pero sonó más como un gemido que una réplica. -Entonces vallamos a tu cuarto-dejó de besarme para mirarme directo a los ojos. Los suyo reflejaban un deseo ardiente e incontrolable...y estaba segura de que los míos también.
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