Capítulo 1

1065 Words
Era el cumpleaños número cuarenta de Brianna. Había logrado cosechar muchos éxitos profesionales antes de cumplir los nuevos veinte, entre ellas su pequeña pero lucrativa editorial digital que ese mismo día estaba cumpliendo trece años. En el lugar el ambiente estaba de fiesta, pues todos sabían de la gran fiesta que ella hacía para celebrar el aniversario de su empresa. Ese día llegó un poco tarde a la oficina aunque se había levantado temprano. Fue al gimnasio, luego al spa a darse un masaje rejuvenecedor y luego a desayunar con su madre y su mejor amiga Patricia como siempre lo hacía en su cumpleaños. Iba entrando a su oficina cuando su asistente la sorprendió detrás de ella. —Oh Disculpe, señora Brianna —dijo la joven jugando con las manos en su regazo—. Primero deje que la felicite por su cumpleaños y el aniversario de la empresa. —Muchas gracias —le contestó sonriendo. —También quería informarle que afuera hay una jovencita que tiene más de una hora esperando por usted. Brianna frunció el ceño. —¿Quién podrá ser? —Lo más sorprendente es... —la chica la miró confundida—.  Se llama como usted. En ese momento, Brianna sintió más  curiosidad, se preguntaba quién pudiese ser. Esperaba que fueran buenas noticias. No quería pasar afligida, ni preocupada ese día doblemente especial para ella. —Está bien —manifestó mientras se sentaba detrás de su escritorio y encendía su computador—, no la hagamos esperar más. Su asistente fue por la chica. A los pocos minutos se escuchó el suave toque de la puerta. —Puede pasar —informó Brianna. Algo en la recién llegada le resultaba familiar. Era una joven de apenas dieciocho años, mediría al menos uno sesenta y ocho, cabellos largos recogidos en una cola de caballo y unos ojos verdes y mirada profunda que hizo que parpadeara dos veces. —Hola —saludó con voz tímida— So... soy Brianna — sonrió porque ella sabía que se llamaban igual— Brianna Wyne. El aire se quedó preso en los pulmones de ella y solo le quedó reclinarse por completo en su gran silla ergonómica. —Un gusto, mi nombre también es Brianna —respondió cuando pudo volver a respirar. —¿Está usted bien? —le preguntó muy preocupada la chica. —Está demasiado pálida. —No te preocupes, es la impresión —ella sabía a quién pertenecía ese apellido. La recién llegada le sonrió y Brianna se perdió en aquella sonrisa. —La verdad es que me llamo así, porque ese es el nombre de la única mujer que ha amado mi padre... Kent Wyne —encogió los hombros—, cuando mi madre se enteró hace diez años de inmediato le pidió el divorcio. Brianna estaba aturdida. Era la réplica exacta pero versión femenina de Kent, el hombre que jamás había podido olvidar. —Te pareces mucho a él —musitó Brianna sonriendo. —Sí, no es la primera persona que lo dice —sonaba despreocupada y agregó divertida—, pero en versión mejorada. —Eso mismo pienso —le contestó riendo. —¿En dónde está tu padre? —tenía curiosidad por saber. —Ahora mismo pasando su retiro en una isla paradisíaca —contestó entornando los ojos. Brianna sonrió. —Él siempre supo como divertirse. —No siempre fue así —la mirada de la chica se perdió brevemente en el pasado—, lo poco que recuerdo de mi padre cuando estaba pequeña, eran los regalos de cuando llegaba de viaje. Brianna frunció el ceño. —¿Por qué dices eso? —Mi padre, señora Brianna fue oficial distinguido del ejército durante muchos años. Ella parpadeó. —Oh no lo sabía —dijo apenada—, la verdad es que perdí el contacto con él hace mucho tiempo. Lo que ella le ocultó a la joven que tenía de frente, era que lo sentía en el alma todos los días. —Está bien —asintió la joven—, mi padre se retiró hace cuatro años —la miró seria a los ojos—. Él siempre será mi héroe y ahora más por ser un sobreviviente de cáncer de pulmón. Al escuchar esa terrible noticia a Brianna se le hizo un nudo en la garganta.  —Me apena escuchar que Kent este mal de salud. La chica negó con la cabeza. —No. Kent Wyne es un luchador y hace tres años que venció al cáncer de manera completa, aunque todos los años se chequea completo, las cosas van muy bien —sonrió de oreja a oreja—, estoy muy orgullosa de mi padre, pero aún estoy un poco celosa del amor que siente aún por usted. Brianna no sabía qué decir. —Yo... la verdad... —No diga nada —encogió de nuevo los hombros— ahora puedo ver porque sigue enamorado de usted —la chica sacó de su mochila un sobre manila. —Tome... —se lo entregó— estas son las cartas que encontré en casa de papá cuando se enfermó. Cartas que nunca llegaron a su destino. —Gracias —fueron las únicas palabras que salieron de la boca de Brianna. —En el sobre está la dirección del hotel en donde me estoy quedando hasta pasado mañana y mi número telefónico — caminó hasta la puerta y girando la cerradura—. Estoy orgullosa también de llevar tu nombre. Feliz cumpleaños, Brianna. La chica salió de la oficina dejándola con los ojos inundados en lágrimas y gemidos de angustia que brotaban de su pecho. Precisamente hoy debía recordar a Kent Wyne. El hombre que siempre amó. El que jamás pudo olvidar. El que le robó las noches de verano. Tomó el sobre con las cartas y las colocó encima de su escritorio. Hoy era un día para celebrar. Así que lo celebraría en positivo. Fue al baño privado que estaba en su oficina y se compuso un poco. También iba a celebrar que luego de veintidós años tenía noticias de Kent. Luego fue a su escritorio y miró el sobre detenidamente no solo tenía la dirección y número telefónico de la chica si no también las de Kent. Sonrió ella sabía exactamente dónde estaba pasando su retiro. Recogió su escritorio y apagó todo. Al salir le dijo a su asistente que cancelara todo lo que tenía pendiente para ese día porque lo iba a dedicar única y exclusivamente a ella. Con esas palabras se fue directo a su casa. Llegó a su amado y lujoso penthouse, que había sido producto del beneficio que le había dejado el divorcio. Tenía un hijo de dieciséis años que era un buen chico no se podía quejar. Buen estudiante, buen deportista estaba esforzándose en ganar una beca para estudiar medicina. Realmente había tenido mucha suerte. Tomó una botella de vino y sacó dos copas. Sí apenas eran las diez y treinta de la mañana muy temprano para comenzar a tomar alcohol, pero la ocasión lo ameritaba. No aguantó y tomó el teléfono celular. —Hola... —¿Sucede algo? —No. Querida. Tengo algo que celebrar contigo. Te espero en casa —Suenas animada. Ahí estaré.  
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD