Cap 16

913 Words
Ronan Pedí que llevaran el desayuno a la habitación. Si la ropa que le dejé no le sirve, me avisará; puedo traerle más. Hoy tengo reuniones desde antes de que el sol decida salir, pero le dije que podía escribirme cuando quisiera. Le enseñé dónde está mi número en el teléfono, cómo enviarme un mensaje con un toque. Si necesita algo, lo sabrá: yo estaré. Quiero que descanse. Que coma. Que sienta seguridad por primera vez en años. Que el silencio no sea jaula, sino refugio. Tomé el picaporte y me volví para mirarla. —Cierra con llave —le dije, suave—. Te hará sentir mejor. Asintió. El clic del cerrojo fue un nudo que se me quedó en el pecho. Barak se revolvió dentro de mí, inquieto por dejarla sola. Llegué a la oficina y —como siempre— Kai ya estaba esperándome. Sin camiseta, sudoroso, ese descaro permanente en la mirada que me pedía paciencia… y no tengo tanta. —Entrar así en su habitación fue una estupidez —le solté—. Podrías haberle provocado un ataque de pánico. Se encogió de hombros. —La puerta estaba abierta. Quería verla. Está limpia, Ronan. Hermosa. Mi lobo todavía… —Ni lo digas —gruñí, cortándolo de raíz. Kai arqueó una ceja, divertido. —Vaya, territorial. ¿Es tu pareja? Negué. Barak gruñó dentro de mí como si quisiera morder la pregunta misma. —No. Solo… está bajo mi protección. Después de lo que vivió, cualquiera sería posesivo. Si decide quedarse, quiero que sea por voluntad, no por miedo ni por ti respirándole encima. —Si no es tu compañera —sonrió como quien lanza una daga envuelta en seda—, no deberías tener problema con que la conozca. Bien. De cerca. Mi voz salió en filo. —Ella pasó diez años en una jaula. Fueron inducidos sus celos, su dolor, su vida. No necesita que un lobo caliente la confunda o la asuste. Mantente lejos de sus habitaciones. —Me gustan rotas. —No —lo corté—. Te gustan caóticas. Liora necesita tiempo. Y paz. Kai chasqueó la lengua, pero no insistió. Yo apenas estaba respirando cuando tocaron la puerta. —Adelante. Entró Sebastian, otro de los Beta del escuadrón patrulla. Alto, serio, con la marca plateada del equipo en el pecho. El lobo que sacó a Liora del infierno. Su presencia era pura disciplina. —Alfa —saludó—. El perímetro amaneció limpio. Pero encontramos huellas nuevas en el límite norte. No son nuestras. Barak levantó las orejas en mi interior. Kai dejó de sonreír. —¿Del campamento donde la tenían? —pregunté. Sebastian negó. —No. Eran más grandes. Más pesadas. Y había olor a azufre. Azufre. Brujos. O algo peor. El silencio pesó como un presagio. —Los chicos quieren verla —continuó—. Agradecerle. Asegurarse de que está bien… sobrevivió a algo que nadie debería. Solo queríamos saber si puede recibir visitas cuando despierte. Sentí un orgullo extraño arderme en el pecho. La manada ya la reconoce. Aunque ella aún no sepa que pertenece. —Aún no —respondí firme—. Dormirá, comerá. Y cuando esté lista, ella misma decidirá a quién ver. Sebastian asintió, y aun así sus ojos dijeron lo que su boca no: La respetan. La admiran. Y si alguien la toca… arderá el bosque. Kai soltó una risa baja, provocadora. —Parece que no soy el único interesado en la lobita. Lo ignoré. No voy a darle más poder. Barak me habló desde dentro, voz profunda, instintiva, casi animal: Protección… y algo más. Yo no sé qué es ese “algo”. O no quiero saberlo. Todavía. Liora La sonrisa de Ronan me persigue incluso cuando no está: esa curva fácil, los hoyuelos que aparecen como un pecado divino, el cuerpo marcado como si los dioses hubieran decidido presumir, y esos ojos verdes que podrían hundirme con solo un parpadeo. Una loba podría acostumbrarse a tanta tentación en un mismo territorio… aquí todos parecen esculpidos para perder el aliento. Quizá sea el agua. O el hecho de que ahora estoy sumergida en ella. El baño está tibio, perfumado, casi irreal. A mi alrededor, jabones y lociones que huelen a lavanda. Dulce, calma, maternal; una fragancia que se pega a la piel como un susurro y, extrañamente, intensifica mi propio aroma. ¿Intención o simple casualidad? No lo sé. Pero apuesto a que Ronan encargó todo esto. Dudo que haya tenido tiempo de comprarlo él mismo, pero su presencia está en cada gesto. Me tardo una eternidad lavando y desenredando mi cabello. Cada nudo parece un recuerdo del encierro; cada mechón libre, un pequeño triunfo. Cuando salgo del baño y abro la cómoda, siento un vuelco. Hay ropa nueva. Jeans cortos, una camiseta negra ajustada —simple, cómoda, mía. No he usado algo así en años. Vestirme deja de ser rutina y se convierte en un ritual. Me quedo mirando el cajón superior, y ahí están: un sujetador n***o y una braguita de encaje, finos, suaves, como algo prohibido. Trago saliva. El rubor sube por mis mejillas antes de poder controlarlo. Sé que Ronan no los eligió personalmente… pero mi mente insiste en jugar con la idea. Su mirada, sus manos grandes entregándomelos, la manera en que su voz grave diría “esto es para ti”. Sacudo la cabeza de inmediato. No debo pensar así. No puedo. Y aun así… lo hago.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD