Cap 12

773 Words
Narrado por Ronan Salir de la habitación donde está Liora es, sin exagerar, un acto de tortura. Mis pasos pesan como si el suelo quisiera retenerme… o quizá sea mi propio lobo, furioso, golpeando mi mente para obligarme a volver con ella. No “nuestra” omega. Liora. Y aun así, cada vez que inhalo su olor a nieve y fuego suave, Barack —mi lobo, mi sombra, mi instinto— ruge un único mandamiento: «Protégela. Vigílala. Regresa.» Mis manos tiemblan. Las venas se tensan. El cambio amenaza con romperme los huesos por dentro: la piel ondula, las uñas se alargan, la mandíbula cruje con un hambre que no es humana. Me apoyo contra la pared, tratando de contener a la bestia. Porque ella despierta algo en mí. No algo simple. No algo sensato. Algo primitivo… demasiado parecido al hogar que perdí. Pero Liora no es mía. No existe un vínculo. No todavía. Solo es una sobreviviente que rescaté de una red de horrores. Una mujer que no debería sentir nada más por mí que cautela. Aun así, mi lobo la reclama con una fiereza que ni yo mismo entiendo. Dame el control, Barack. Un gruñido. Un latido. Finalmente, retrocede lo justo para dejarme respirar. Tengo que preparar su habitación en la casa de la manada. Quiero que esté segura. Que esté cerca. Que nunca vuelva a despertar en un lugar que huela a miedo o encierro. Mañana la traeré personalmente. Aunque me arranque el alma dejarla sola esta noche. Entro en mis aposentos y enciendo la luz. Me quito la camisa, masajeo el puente de la nariz… cuando la veo. Cristina. Semidesnuda. Tendida en mis sábanas como si ese lugar le perteneciera. Lencería negra. Piernas cruzadas. El cuerpo arqueado en un intento desesperado de parecer irresistible. Una escena perfecta para cualquier otro alfa. No para mí. Yo solo veo los ojos turquesa de Liora brillando en la penumbra de mi memoria. —¿Cómo entraste? —pregunto sin ocultar el fastidio. —La criada me dejó. Y vuelves tarde —dice, ofendida—. ¿Bajaste otra vez a ver a la chica que rescataste? ¿Cuántas veces hoy, Ronan? Mi ceño se frunce. —No vuelvas a referirte a ella así —gruño—. Y no le debo explicaciones a nadie. Soy el alfa. Baja la mirada, pero sé que no es sumisión. Es cálculo. —Me preocupo por ti —susurra acercándose por detrás—. Estás cargando con demasiado. Déjame cuidarte. Me siento solo porque quiero que esta escena termine de una vez. Sus dedos empiezan a masajearme, fuertes, precisos… pero mi mente está a otro mundo. Estoy pensando en Liora. En cómo tembló cuando le acomodé el cabello. En la forma en que me miró, como si no supiera si confiar… pero aun así lo hizo. Ese gesto mínimo me abrió el pecho de par en par. Cierro los ojos y su aroma vuelve a mí: nieve cálida, dulzura tímida, un inicio de esperanza. Cristina cree que el gemido que se me escapa es por ella. Desliza sus brazos alrededor de mi cuello y pega su cuerpo desnudo a mi espalda. Su respiración se vuelve un susurro húmedo y cargado de intención. —No creo que quieras que me vaya —ronronea. Pero yo no veo a Cristina. Solo veo a Liora. Solo siento sus ojos claros clavados en los míos. Intento apartarme, pero Cristina me besa, intensa y exigente. Y sí, la dejo. Un instante estúpido. Cierro los ojos. Ahí está Liora otra vez. Siempre es Liora. Mi cuerpo responde porque soy un maldito alfa, porque no puedo apagar mis instintos, porque estoy herido y agotado. Y lo terminé rápido, casi con rabia. Vacío. Irritado conmigo mismo. —Voy a ducharme —digo sin mirarla—. Debes irte. —¿Puedo quedarme? —pregunta con una voz que intenta ser lastimosa. —No. No quiero una relación contigo. Ni con nadie que no sea mi pareja. Y tú lo sabes. Ella muerde su labio, ofendida, herida, atrapada. —¿Es por eso que nunca me anudarás, Ronan? —Jamás anudaré a alguien que no sea destinada para mí —respondo con dureza—. No traeré crías al mundo con alguien incapaz de manejar lo que soy. Y mucho menos ahora, cuando mi lobo ya eligió hacia quién mira. —Vete, Cristina —termino diciendo—. Por favor. Ella recoge su ropa en silencio y se marcha. La puerta se cierra. Me quedo mirando mis manos. Aún puedo sentir la suavidad del cabello blanco de Liora deslizándose entre mis dedos. Maldita sea. Estoy perdido.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD