Liora
—Liora, las noticias son muy buenas —dice la Dra. Maeve mientras revisa mis últimos análisis—. El acónito está casi fuera de tu organismo. Vas a seguir sintiéndote cansada un tiempo, pero tu cuerpo ya no está luchando por sobrevivir… está empezando a recuperarse.
Hace una anotación más, se ajusta las gafas y continúa:
—Quiero que te enfoques en subir de peso y ganar fuerza. Si logramos estabilizar tu salud, tu loba podría volver. Creo que la mantuvieron hundida con venenos y traumas durante demasiado tiempo, pero no la destruyeron. Solo la silenciaron.
Debería sentir esperanza.
Pero lo que siento es un pavor antiguo, espeso.
Socializar con otros lobos.
Vivir cerca de ellos.
Sentir sus energías alrededor.
Mi estómago se revuelve.
Maeve lo nota al instante.
Tiene ese don para leer a los pacientes… o tal vez soy yo quien se ha vuelto demasiado transparente.
—Oye, Liora —dice más suave—, sé que te aterra. Lo sé. Te arrancaron la vida, el control y la seguridad durante mucho tiempo. Pero ahora estás rodeada de personas que no quieren hacerte daño. Y tú eres más fuerte de lo que crees.
Hace un gesto hacia la puerta.
—Ronan está llegando.
Ahí sí que el corazón decide galopar como si quisiera huir de mi pecho.
No es miedo.
No ahora.
Es… otra cosa.
Una corriente cálida que no entiendo y no sé manejar.
La puerta se abre.
Y él entra.
Ronan Draven, alfa de la manada Bloodfang, llena la habitación como si fuera suya. Camisa negra abierta en los primeros botones, mangas remangadas, jeans oscuros, cabello n***o desordenado como si la noche fuera parte de él.
Alto.
Fuerte.
Poderoso.
Su olor a bosque después de la lluvia me rodea sin pedir permiso.
Bajo la mirada antes de que note el aura roja que seguro tengo en las mejillas.
—¿Está lista para el alta, Maeve? —pregunta con esa voz profunda que me afloja los huesos.
—Sí, alfa —responde ella—. Su cuerpo está respondiendo muy bien. Si continúa alimentándose y conviviendo con otros lobos, es probable que su loba despierte de nuevo.
Ronan se acerca a mi cama.
Su mirada se suaviza.
No sé cómo un hombre tan grande puede tener ese gesto tan… cuidadoso.
—Liora —dice, bajo, casi íntimo—. ¿Cómo se llama tu loba?
Mi corazón se contrae.
Ese nombre es un pedazo de mí que creí perdido para siempre.
Tomo mi cuaderno.
Escribo despacio, como si invocara un espíritu:
Selene..
Ronan repite el nombre con un respeto que me sorprende.
—Selene… Fuerte. Salvaje. Hermosa. —Sus ojos vuelven a los míos—. ¿Llegaste a transformarte antes?
La pregunta me empuja directo al infierno de mi memoria.
Un único cambio.
Una noche que destruyó todo.
La sangre.
Los gritos.
El fuego.
Mi respiración se corta.
Las manos me tiemblan.
El cuarto gira.
Me aferro a la sábana como si pudiera evitar ahogarme.
—Liora —la voz de Ronan estalla como un ancla en la tormenta.
La cama se hunde cuando se sienta a mi lado.
Sus manos cálidas me sostienen por los hombros.
Se inclina hasta que nuestros rostros quedan cerca, tan cerca que siento su aliento mezclarse con el mío.
—Respira conmigo —ordena, suave pero firme—. Eso es, lobita… despacio. Estoy aquí. Conmigo estás a salvo.
Su olor a pino, tierra y aire frío me envuelve.
Lo sigo.
Uno.
Otro.
Vuelvo.
Cuando alzo un dedo tembloroso, él lo entiende.
—¿Una sola vez…? —pregunta con un tono que no es lástima. Es algo más profundo.
Asiento.
Sí.
Sus ojos arden con una intensidad que no debería reconfortarme… pero lo hace.
—No vas a atravesar nada sola nunca más —dice con esa determinación que parece una promesa escrita en la sangre—. No mientras yo respire.
Y por esta vez desde que tengo memoria…
Creo en alguien.