—¿Cómo se supone que regrese a casa vistiendo esto? —le pregunto, señalando su enorme camiseta que cubría parte de mi cuerpo. Una pequeña sonrisa se asomó en sus labios mientras colocaba sus manos sobre mis hombros. —Tal vez si le pides tú ropa amablemente al mar, quiera devolvértela. Puse los ojos en blanco y suspiré. —¿Por qué me dejaste hacer eso? —Ya te lo dije; enloqueciste e hiciste muchas cosas —sonrió y por un momento pude ver que miraba mis labios, ¿O había sido mi imaginación? —¿No recuerdas nada? —preguntó. —No... Y si hice algo más vergonzoso que ello, mejor no me lo digas. —Eso es lo que provoca el alcohol en las personas. Sus manos continuaban en mis hombros, y su cuerpo estaba tan cerca del mío, que podía sentir su aliento sobre mi rostro. —Aquí no hay nada interes

