Cuando regresamos mi hermana me gritó hasta cansarse, así que tuve que estar calladita sin contestar, no le pareció que saliera con Israel a solas. La verdad no la entendía, me pedía que fuera su amiga y parece que ya se arrepintió. Al día siguiente Israel camina a mi lado por la calle pavimentada y llena de tiendas abriendo sus puertas. – ¿Qué le pasa a tu hermana? – Está trastornada... ¿Te dijo algo? – Para nada... No se atrevería. – ¿Cómo es que logras que no se metan contigo? Tuve que indignarme para venir aquí. -– ¿Vamos a algún lado? No sentamos en una mesa frente a frente, en una cafetería de aspecto viejo y antiguo para esperar a José. – Tus hermanos y yo tenemos un trato. – ¿Me vas a contar en qué consiste? – aventure. – No me gusta hablar de mi pasado. – Disculpa… –

