TYLER
¿Sabes que se supone que los hombres somos más directos y contundentes, mientras que las mujeres son más amables y están más en sintonía con las emociones? Eso es una tontería. Como socios comerciales, Ximena y yo difuminamos los estereotipos de género. Yo soy la “cara”, el carismático que complace a los demás, mientras que ella es la que consigue que se hagan las cosas. Jugar con nuestras fortalezas nos permite dividir y conquistar.
Por supuesto, no está de más que los hombres, especialmente los viejos ricos y estirados, tienden a escuchar mejor a otros hombres. Puedo cerrar tratos jugando al golf, cortejar a clientes masculinos y femeninos por igual, y en general, endulzar la situación para salir airoso de cualquier situación. Que es exactamente lo que he hecho esta última semana.
Hoy, sin embargo, estoy de vuelta en la oficina. Y ahora mismo, estoy rechinando los dientes al ver a Samuel Ridge, del departamento de contabilidad, mirando lascivamente el escote de Ximena.
–¿Te puedo ayudar en algo, amigo? – le espeto al entrar en la oficina de Ximena y detenerme justo a su lado.
Levanta la cabeza de golpe y sonríe tímidamente como si supiera que lo han pillado. –Oh. Hola, Tyler. No te vi allí. – dice con voz temblorosa.
–Eso es porque estabas ocupado mirando las…hojas de cálculo de mi novia–
Ximena y yo no hemos anunciado nuestro noviazgo, pero los rumores no tienen limite. La noticia no oficial se ha extendido como la pólvora por todo el edificio.
Harrison traga saliva y da un paso atrás. –Felicidades por todo eso, por cierto–
Mi mirada vacía dice que te he descubierto, idiota. Incluso inflo un poco el pecho por si acaso. Harrison no es un chico feo. Escucho los chismes de la oficina; sé que es el sueño húmedo de al menos algunas de las chicas de aquí. Pero yo le gano unos cinco centímetros a su metro ochenta, y también más musculo.
–Bueno, parece que lo tienes cubierto, Ximena– El imbécil le dedica una sonrisa cariñosa y se aleja de su escritorio.
–Gracias Samuel– dice Ximena mientras lo ve irse.
–¿Qué estás haciendo? – miro fijamente el monitor de Ximena. Hay páginas y páginas de datos en su pantalla. No tengo ni idea de que es, pero sé que parece estresada y quiero arreglarlo.
–Solo intento conciliar las facturas que enviamos a los clientes el año pasado con el dinero real recibido– Golpea una pila de impresiones de diez centímetros de grosor sobre su escritorio. –Algo no encaja–
–Ximena…– Exhalo lentamente.
Sus ojos se mueven hacia los míos. –¿Qué? –
–No deberías estar perdiendo el tiempo en tonterías como esta. Tenemos demasiadas estrategias y construcción de marca que hacer para mantener la cabeza enterrada en trabajo innecesario.
–Disculpe, señor gruñón, pero “enterrar mi cabeza” podría terminar ahorrándonos un montón de dinero– Sus ojos azules brillan intensamente, y sé que me espera una pelea si presiono demasiado.
Bueno, que lastima. Agarraré al tigre por la cola si eso es lo que hace falta para detenerla.
–Lo que intento decir es que tus talentos se desperdician en esto. Y el tiempo es valioso. A esto me refiero cuando digo que trabajas demasiado. Tareas como estas necesitan ser delegadas. No tienes que hacerlo todo tú misma–
–Samuel me estaba ayudando–
Levanto una mano. –Samuel estaba disfrutando del espectáculo erótico. Nada más– Me aseguro de dejar que mi mirada baje lentamente de la suya a la parte delantera de su blusa. La vista de la parte superior de sus pechos firmes y redondos acunados en un delicado sujetador color piel me hace agua la boca. Ignoro el hormigueo en la base de mi columna y la sangre se sube hacia mi ingle y respiro hondo.
La mirada de Ximena se desplaza de la mía a su escote, y se sube la camisa aún más. –Oh, por el amor de Dios, no lo estaba–
Esta delirando seriamente. Samuel ha estado locamente enamorado de ella durante tres años. Y es un imbécil de bajo rendimiento, si quieres mi opinión.
–Dios, estás de mal humor hoy. ¿Por qué no vas a comprar una de esas mamadas que te gustan de Jenny de Recursos Humanos? –
–Vaya. Me sorprende que lo sepas–
Disfruté de un puñado de encuentros orales con una amable asistente administrativa a principios de este año, pero todo eso ya pasó.
–Se todo lo que pasa por aquí– sonríe con suficiencia.
Demonios. –En primer lugar, Jenny ya no trabaja aquí–
–Oh, maldición– Chasquea los dedos con fingida indignación.
–En segundo lugar…– Me apoyo en el escritorio.
–Incluso si lo hiciera, no tendría ningún interés en ver sus labios alrededor de mi polla ahora mismo–
–¿El infame Tyler Klein, no está interesado en perseguir colas? ¿Necesito llamarte una ambulancia? – bromea. –¿O simplemente te diviertes demasiado molestándome y alejándome del trabajo? –
Mi temperamento aumenta, pero me mantengo firme. –No lo haré porque ahora me considero un hombre comprometido–
Sus cejas se levantan. –¿Hablas enserio? ¿De verdad no vas a perder el tiempo? –
–No con nadie que no seas tú– digo con suavidad.
–Yo…eh…Entonces, ¿la parte del trabajo? – tartamudea. –He tenido una cita los miércoles por la noche con un chico del gimnasio. ¿Deberías cancelarla por un rato? –
Mis fosas nasales se dilatan y me contengo.
–Demonios, sí que lo sé, y si, deberías. Lo que va para mí, va para ti. No debes meterte con nadie que no sea yo. No quiero ni pensar en que otro hombre toque lo que es mío– Me inclino y gruño la última parte cerca de su oído.
Ella contiene la respiración, sus pupilas se dilatan, y luego se recompone. –Siempre y cuando sepas que esto funciona en ambos sentidos. Si encuentro tu cetro real junto a cualquier otra persona, considérate castrado. Piensa en Lorena Bobbitt, pero sin toda la parte de encontrarlo–
En la superficie, su reacción no es exactamente prometedora. Pero sé que, en el fondo, la he afectado. He visto la forma en que me mira cuando cree que no la estoy mirando. –Y para que conste, estaba bromeando sobre el chico del gimnasio, Tyler–
Gracias a Dios, porque ya estaba planeando ir a su gimnasio después del trabajo y encontrar a ese cabrón indefenso para darle un puñetazo en la boca.
Me alejo de su escritorio y observo como Ximena entrecierra los ojos al mirarme. Metiendo las manos en los bolsillos, casi me río entre dientes cuando su mirada sigue mi movimiento, sus ojos se dirigen a mi entrepierna. Pero vuelven a levantarse y deja escapar un bufido de frustración.
–Si tienes tanta confianza, ¿Qué tal si hacemos una apuesta? – pregunto.
–Di tus condiciones–
Me sonríe con suficiencia, fingiendo no estar afectada. Lástima que sepa exactamente que puedo tener a cualquier mujer cuando uso mi encanto.
Me inclino más cerca. –Te doy cuatro días hasta que me ruegues que llene tu pequeño y caliente coño– murmuro.
Se queda boquiabierta, pero se recupera rápidamente. –Ni siquiera en cuatro años–
–Iba a decir cuatro horas, pero no quería ponerme arrogante– bromeo.
–Confía en mí. Puedo aguantar mucho tiempo– Ximena se reclina en la silla de su escritorio, con una pose casual y segura.
–¿Pasando por un periodo de sequía? –
Pone los ojos en blanco. –Perpetuamente–
Mierda. Eso hace que la desee mucho más, sabiendo que esta reprimida e insatisfecha. Será como una bomba de tiempo, que cuando explote no habrá marcha atrás y lo disfrutaré al máximo.
–Nada de novios de baterías–
Su mirada se oscurece. –Bien. Nada de pajas entonces–
Mi mandíbula se tensa. Como si eso fuera a pasar. –Siempre está la prueba que propuse en la hora feliz–
Se muerde la uña del pulgar. –Todavía no he tenido tiempo de considerarlo, pero te mantendré informado cuando decida–
Un golpe en la puerta llama nuestra atención. Es Fred.
–Hola, chicos, hora de la reunión–
Ximena mira su reloj. –Voy enseguida, papá–
Sabiendo que nuestra conversación ni siquiera está cerca de terminar, le ofrezco una mano para ayudarla a levantarse de su asiento, acercándola a mi altura.
–Terminamos esto es mas tarde. Copo de nieve–
Ella se burla y se pavonea por el pasillo frente a mí, su hermoso trasero redondo se balancea mientras se mueve.
–Cuatro días– le grito mientras la alcanzo.