XIMENA
Estoy en la cabaña de verano de mi familia en la isla de Nantucket, inmóvil mientras Emilia me da los toques finales al maquillaje de ojos. Esta habitación todavía está decorada según mis gustos de la preparatoria, que aparentemente incluían mucho teñido anudado, posters de mándalas y fotos enmarcadas de la selva tropical… Ja… Había olvidado que tuve una fase hippie. En su pequeño escritorio encalado, donde me siento ahora, hice mi tarea de verano y escribí en mi diario.
Gracias a Dios por Emilia. Condujo temprano para echarme una mano antes de la ceremonia. En cuanto al arreglo personal, realmente no necesito su ayuda. No estoy haciendo nada especial con mi cabello ni maquillaje. Mi única concesión para la ocasión especial es un vestido color crema, e incluso eso es bastante sencillo: solo un chal hasta la rodilla con un poco de encaje en el busto. Parezco más la madre de una novia que la novia misma. Lo que, si necesitaba, desesperadamente, era el apoyo moral de mi mejor amiga. Su presencia tranquila y práctica calma mis nervios.
Ni siquiera sé porque estoy tan tensa. Nuestra “boda” es solo Tyler y yo reuniéndonos con un juez de paz para firmar el papeleo, mientras papá y algunos otros familiares y amigos cercanos esperan. Sin esmoquin ni vestido, sin votos, sin fiesta de recepción. Tan corto y simple como sea humanamente posible. Este matrimonio ni siquiera es real…y, sin embargo, tengo un atisbo de dudas.
–Y Bum– anuncia Emilia con orgullo. –Los ojos estan listos. Mírate–
Abro los ojos y parpadeo mirándome en el espejo. Vaya, me veo…atractiva. Mi estilo de maquillaje habitual es bastante minimalista, ya que rara vez voy a otro lugar que no sea la oficina, pero Emilia me ha dado un ahumado sutil que es sensual a la vez y lo suficientemente recatado para un evento diurno.
–Esto se ve genial. Gracias–
–¿Estoy bien o qué? – sonríe Emilia.
–¿Quieres comer algo? ahora es tu última oportunidad antes de que te pinte los labios–
Las encimeras de la cocina y la barra de desayuno están repletas de guisos, ensaladas y sándwiches de la empresa de catering que contrató papá. Le dije que no quería recepción con una comida elegante después. Pero insistió en que nuestros invitados, por pocos que sean, todavía necesitan comer antes de volver a casa. Así que este fue nuestro compromiso: comida informal de autoservicio en platos de papel.
Niego con la cabeza. –No, gracias. Mi estómago está dando vueltas como loco–
–¿Tan mal? – pregunta Emilia, elevando el tono con simpatía.
Dejo escapar un profundo suspiro. –¿En serio? No estoy segura de cómo me siento–
Realmente creo que Tyler y yo podemos funcionar como pareja. Pero todavía estoy al borde del pánico. El matrimonio es un compromiso enorme. Pensar en dar ese paso… Oh Dios, y además en menos de una hora, me hace brotar sudor frío.
Si Emilia no hubiera estado aquí para calmarme, podría haber considerado seriamente irme. Especialmente cuando papá me entregó una copia del contrato en el desayuno, todo imponente y oficial con sus dieciséis paginas numeradas. Todavía no he podido animarme a mirarlo. Pero ya sé lo que dice. ¿Qué sentido tiene estresarme aún más? Lo firmaré cuando llegue el momento, rápido y fácil, como arrancarme una venda.
–Pobrecita– Emilia suspira. –Déjame traerte una bebida. Necesitas algo para relajarse.
Sale apresuradamente del dormitorio para ir a la cocina y regresa con dos copas de merlot. Mi mejor amiga me conoce lo suficientemente bien como para renunciar a la botella de champán frío que está en su cubitera en la encimera de la cocina. El champán es demasiado festivo para el estado de ánimo en el que estoy.
Acepto la copa agradablemente fría y tomo un trago profundo. Le pequeña dosis de alcohol calienta y relaja sutilmente mis músculos, y dejo escapar un suspiro silencioso. Tenía razón; necesitaba esto.
–Realmente creo que esto estará bien– dice Emilia. –Por lo que he visto, parece que Tyler ha estado bastante dulce y atento contigo–
–Si, creo que realmente lo está intentando– Tomo otro sorbo de vino. –Incluso si su objetivo final es solo meterse en mis pantalones–
–Y eso sería lo peor del mundo. ¿Por qué? – Me mira con una sonrisa diabólica. Se queja continuamente del estado de mi inexistente vida amorosa.
Resoplo, devolviéndole la sonrisa a mi pesar.
–Tengo tanto interés en montar su polla como en saltar del puente de Brooklyn–
Excepto que cuando el idiota hace algo sexy toda la sangre de mi cerebro de repente vuela hacia el sur para el invierno. Lo que parece ser está sucediendo cada vez con más frecuencia últimamente.
–Damas…– Julián asoma la cabeza por el marco de la puerta, sonriendo con suficiencia como si hubiera escuchado cada palabra. –Los juegos de montar polla serán después de la cena– luego inclina la barbilla hacia nosotros y se va.
Mierda. Lo último que necesito es que Tyler piense que sesta noche habrá algún rollo de la noche de bodas. Frustrada, gruño y cierro los ojos de golpe.
–Necesitamos algo más fuerte que el vino– Emilia regresa a la cocina antes de que pueda detenerla. Puedo oír un ruido metálico mientras busca en los armarios proto regresa, ofreciendo una botella de vodka. –Aquí vamos–
–No, está bien– la despido con la mano. –Realmente no quiero emborracharme demasiado ahora–
Deja el vodka en el escritorio. –Buen punto. Deberíamos esperar hasta después de la ceremonia–
–En realidad…– suspiro. –Lo siento, no creo que este de humor para socializar esta noche. Necesito algo de tiempo a solas para resolver las cosas– O hundir la cabeza en el trabajo como una avestruz y evitar mi situación por completo.
–Gracias por venir hasta aquí–
Ella asiente. –Por supuesto que vine, Ximena. Puedo regresar a la ciudad temprano, no hay problemas. Es un largo viaje de regreso de todos modos– Su mirada se dirige hacia la terraza donde Tyler y Julián estan sentados de espaldas a nosotros, mirando la playa.
–Por otra parte, Julián está buenísimo, probablemente podría ocuparme del él esta noche– sonríe con picardía.
–Date un capricho– digo encogiéndome de hombros. Alguien por aquí debería divertirse, después de todo. –De hecho, ve y comienza desde ya. Puedo pintarme los labios yo sola–
Compartimos un último abrazo tranquilizador antes de que me deje sola en la habitación de mi infancia llevándose su bebida.
Subo la ventana e inhalo la salinidad de la húmeda brisa del océano. La tarde es cálida y la niebla se eleva desde el puerto azul. Por un minuto, observo un puñado de veleros distantes, tenues puntos blancos que se mecen en el horizonte. Intento no obsesionarme con la ceremonia que comenzará en solo media hora. Dejando que la apacible vista llene mi mente, siento que mi tensión comienza a desvanecerse.
Pero el bendito silencio se rompe cuando suena mi teléfono. Refunfuñando, preguntándome quién demonios me llamaría ahora mismo, lo saco de mi bolso.
Frunzo el ceño mirando la pantalla. Como no recuerdo este número de memoria, respondo con un enérgico –¿Hola? –
–Buenas tardes, Ximena–
Mi estómago se contrae en una bola apretada y dolorosa. Esa voz…por un momento no puedo hablar.
–Deberías revisar tu correo electrónico más a menudo– dice Josh
TYLER
Llevo cincuenta minutos de pie en la playa. Gotas de sudor salpican mi frente, pero no son del sol. Que se puso hace diez minutos.
–¿Dónde está? – sisea Julián en voz baja.
–Estará aquí– digo con los dientes apretados, mirando mi reloj una vez más.
Después de todo lo que hemos construido…viviendo juntos, trabajando juntos…todo se siente tan frágil e inútil si Ximena no cumple hoy.
Los invitados empiezan a mirarse entre sí y susurros apagados se abren paso entre la pequeña multitud.
La oficiante cambia su peso, luciendo tan incómoda como yo. Luego se inclina hacia mí. –Lo siento mucho, pero tengo una cita en veinte minutos. No puedo esperar mucho más–
Asiento y miro a Fred. Sus rastros están contorsionados por la preocupación. Cuando señala con la barbilla a Emilia, ella corre hacia la casa. salgo tras ella, pisando las huellas que deja en la arena.
Nos dirigimos directamente al dormitorio. La casa está en penumbra, y la sensación de que algo fundamental ha cambiado me atraviesa. La puerta sigue cerrada, y tengo miedo de lo que encontraremos cuando ella la abre. Temerosa de lo que significará.
Finalmente, Emilia abre la puerta. Todo queda en silencio por un minuto. –Se ha ido– dice con voz temblorosa.
Me trago una oleada de emoción y miro alrededor de la habitación. El maquillaje y los artículos de tocador de Ximena todavía están esparcidos en el tocador, pero ella no está en la habitación.
Miro por la ventana la puesta del sol sobre el océano y dejo escapar un profundo suspiro. –Se ha ido–
¿Qué demonios pudo haber pasado desde la última vez que la vi? Estaba lista. Todo parecía estar bien. noto que el contrato ya no está en el tocador. Se lo ha llevado. No estoy segura de que significa eso.
Me giro para mirar a Emily. –¿Qué pasó? Fuiste la última persona que la vió. ¿Fueron nervios? –
Emilia niega con la cabeza. –Parecía estar bien–
Me llevo las manos al pelo. No me gustan las sorpresas, y nunca me habían dejado plantado. ¿pero que me hayan dejado plantado en el altar? Esto va más allá de cualquier ira y pánico que haya sentido.
Quiero salir a beber y encontrar a alguna chica al azar para poder descargar mi agresividad. Y sé que Julián estaría dispuesto. Pero luego pienso en la sonrisa tímida de Ximena, en su dulce aroma a madreselva y en la forma en que sus labios se abren cuando la beso… rogándome en silencio por más.
–A la mierda con esto– dice Julián detrás de mí. –Nos vamos. Vamos Tyler–
Su mano se cierra alrededor de mi brazo y comienza a tirar de mi por el pasillo. Se que tiene exactamente el mismo pensamiento que yo hace unos treinta segundos. Alcohol. Chicas. Una resaca enorme mañana para enmascarar el dolor de hoy. Pero sé que nada podría borrar este recuerdo.
Si no fuera por este dolor en mi pecho, este vacío que ella había comenzado a llenar me iría y nunca miraría atrás. Pero una parte de mi necesita saber el siguiente capítulo de nuestra historia.
He fantaseado con Ximena durante los últimos veinte años. Ella es la chica a la que rocié con la maguera cuando era joven, la mujer que me provocó mariposas en el estómago cuando era mayor. Y ahora, justo cuando empecé a pensar en ella como mía… se ha ido.