Narrador equisciente
Alessia.
Verlos llegar aquel día le dió un vuelco de esperanza. Había confiado en tres desconocidos, pero que sabía que eran los únicos que la podían ayudar. La chica, Karyme, cuando la vió se atrevió a decirle a su corazón que le daba envidia, se veía lo libre y fuerte que era, y aunque ella era una princesa y futura reina, solo se sentía una presa del sistema de ese palacio, se sus padres y de quién sería su esposo.
Después de que ellos se fueron se quedó pensando en cómo sería su vida si el plan que ellos tenían se daba para bien. Sería una chica normal un tiempo, pero no sabía nada de serlo, tenía sirviente para todo, realmente aprendió hacer todas las cosas de una casa, pero nunca la puso en práctica, solo lo hizo por la fama que eso generaría, tener una princesa capaz de hacer cualquier cosa.
Sus padres entraron en el cuarto, acompañado por una ama de llaves, se posaron allí, recibiendo su reverencia y su saludo, no se veían tan contentos, y ella ya sabía por qué.
—¿Pasa algo? — Preguntó haciéndose la desentendía.
—Trajiste a invitados sin decirnos, y no solo eso, te veías horrible en la ceremonia. Esa cara de disgusto —Esa fue su madre, puesto que su padre no le importo en absoluto la visita de su amiga, lo que no sabía es que opinó de los acompañantes.
—Solo era mi cara, la que tenía y la que expresa lo que yo sentía, no pude hacer más. Mentir quizás estaba en mi guión, pero soy muy mala actriz —Les dijo sin importarle quienes eran.
La única en atreverse hablarle así a los reyes era ella, pues aparte de ser eso, eran sus padres, los mismos que le habían dado la crianza y enseñanzas, los que jugaban con ella de pequeña. Eran tan felices y se arruinó todo eso con una corona. Pensó ella.
—Tú eres una princesa, y debes comportarte como tal. Y verte agradable delante de tu futuro esposo —Le reprochaba su madre.
—Mi querido futuro esposo, no quiere más que verme muerta, y quedarse con todo, pero no lo ven, porque a mí no me creen. Solo les importa si estúpido reinado —Torció los ojos molesta y harta de todo.
Su madre le hizo seña a el ama de llaves para que saliera, y no pudiera escuchar ese tipo de conversación, en la que ella no se quedaba con las ganas de expresarse a sus anchas, sin importarle nada.
—Te vas a casar con él, y no tienes pruebas de lo que dices, y sinceramente no te creemos, si es un buen hombre, y conocemos a su familia. Él gobernará junto a ti, y no hay discusión —Sentenció su madre, demostrando tener más poder que su padre, el rey.
Desde pequeña fue criada para ser lo que era, la hija de los reyes, la princesa y luego reina, enseñada tantos idiomas cómo pudiera, tantos lugares cómo le fuera posible, y tantas culturas que no tuviera problema de ir a donde fuese, por eso cuando le contaron la idea de Marcos, le pareció una muy buena idea, pues estaba en el lugar correcto, y confiaba en las personas correctas.
Sus padres salieron de su cuarto, dejándola sola y reflexiva, de que pensaran ellos cuando todo eso pase, el día que la princesa no esté y ella tengan que creerle, y ver que siempre tuvo razón. No era la mala del cuento.