NARRA FABIEN Otra vez miró a su alrededor, detallando todo lo que había en aquella extraña habitación y tragó saliva. —Bien podíamos hablar en la habitación o en cualquier otra parte —dijo, nerviosa, como si no quisiera pensar en la habitación, porque suponía lo que podía pasar dentro de esas cuatro paredes o dentro de estas que nos mantenían encerrados—. Mejor aún, deberíamos de hablar allá afuera. Miró y señaló hacia la puerta y luego regresó su vista a mí. Sonreí, curvando mi boca. La gatita había bajado sus defensas y ahora se mostraba vulnerable... Muy vulnerable. —Yo no soy muy bueno para hablar y a ti no te gusta escucharme, ni creer en mis palabras —dije y di un paso hacia el frente, provocando que ella reculara. —¿Y, entonces, cómo piensas que vamos a arreglar las cosas? Di

