NARRA NOEMIE Un chillido apenas audible, como el de una rata, se dejó escapar de mi boca. Me removí, desesperada e intenté patear la superficie con la que mis pies chocaban y que provocaba que mis piernas se encogerieran, pero la cuerda que me ataba desde el cuello hasta las puntas de los pies .e lo impedía, además de que, donde me encontraba, apenas y me daba espacio para respirar. Otra vez intenté gritar, pero la mordaza en mi boca me lo impedía. Quise morder la, pero era tan apretada que la mandíbula me dolía y se me había adormecido. Pasaron lo que supuse fueron horas. La circulación se me había cortado por la fuerza que ejercía la soga contra mi carne y tenía el cuerpo entumecido, por la inamovilidad de mis extremidades. Mi lengua estaba reseca y mi garganta ardía por la sed. Los

