NARRA EVANGELINE —Estás... Estás vivo —susurré, conmovida hasta las lágrimas, cuando me separé de él y lo observé, tan feliz como jamás me había sentido en la vida, de solamente verle a salvo—. Creí... Pensé que no... Un atisbo de sonrisa se asomó en sus labios y su mano buscó la mía. Nuestros dedos se entrelazaron y los oprimí con suavidad. Esa era la forma de darme cuenta de que era real, no el producto de un sueño o de una fantasía. Estaba vivo. Había vuelto a mí y esperaba que ya nada pudiera separarnos. Sin embargo, el empujón me llegó de imprevisto y unas mano me apartaron de él, haciéndome a un lado, como si yo fuera una estorbosa basura. —Fabien, no tienes idea de cuánto he sufrido por ti —dijo Chloe. La chiclosa se agachó y se recostó sobre su pecho, abrazándolo y restregán

