NARRA NOEMIE —Por favor, Renaud, si tanto dices amarme, déjame ir y no continúes haciéndome daño —supliqué, mientras jugaba de forma sádica conmigo, pasando el filo de una navaja por mi rostro y cuello. Era un psicópata al que lo único que le complacía era verme sufrir. Se deleitaba en mi dolor y sufrimiento, y le causaba erección escuchar mis palabras de súplica. Su asquerosa lengua se enroscó en mi cuello y lamió. Mi estómago se volvió un nudo y sentí un enorme retorcijón, cuando intenté vomitar y no pude. —¡Por favor! —grité, desesperada, y quise patalear, retorcerme y poder zafarme de aquellas sogas que me sujetaban. La navaja bajó por mi cuello, mi pecho y se instaló en uno de mis senos y el filo se enterró, causándome algo de daño. Grité más y Renaud se rio con gusto. Se subió

