El lunes de la semana siguiente fui al salón de ballet, saludé algunos chicos con los que había congeniado y me encontré con Marta. Ella desayunaba su ración matutina de muffin y capuchino sin cafeína, la mujer comía lo mismo todas las mañanas, sin descanso. Calenté mientras ella terminaba, lo hice con algunas niñas cuando noté a Sarah y a Nicole, acababan de llegar y su madre parecía estar furiosa, tenía una mueca en su cara y buscaba con la mirada a alguien. Era una mujer de unos cuarenta y pocos, rubia y alta, no era esbelta pero sus tacones median al menos quince centímetros. Cuando encontró lo que estaba buscando se dirigió furiosa y determinada hasta a él, casi podía escuchar la música de suspenso que siempre ponían en las películas. Pero cuando la mujer se detuvo frente a mí,

