En la mañana siguiente me vestí con un mono de yoga y una camiseta que decía París. Tomé mi bolso y salí rápidamente, estaba emocionada por mi primer día, tanto que Miranda no había tenido que despertarme, lo había hecho yo sola. Vincent estaba listo y elegante, el tipo parecía nunca dormir, siempre estaba presentable, así fueran las cinco treinta de la mañana. Y muy atractivo por supuesto. Paramos en una cafetería donde compré un café y una magdalena, cuando llegué a la academia ya no quedaba nada de ninguno de los dos. El vigilante me saludó como siempre, Vincent se había quedado en el auto, iba a dar unas vueltas, estaba bien con ello, no tenía sentido que lo mantuviera en el salón cuando él no iba hacer absolutamente nada, y tampoco corría peligro. Cuando llegué noté que hab

