4: La Obsesión en Tierra Extranjera

1524 Words
Saalim. Casi un año. Ha transcurrido un año exacto desde la última vez que vimos a Shana. Nuestros padres, con una velocidad y eficiencia calculadas, la enviaron ese mismo día al destino que ella eligió. Desde entonces, han mantenido el secreto de su paradero con una firmeza absoluta. Jameel, Ikram y yo hemos invertido incontables horas en buscarla, utilizando todos nuestros recursos, pero nuestro padre, Hakam al-Ebrahimi, es un maestro en el arte de la discreción. Encontrarla se ha convertido en una tarea casi imposible. —Dean, Dennis y Darren se casarán pronto —dijo Jameel, deslizando las elegantes invitaciones sobre el escritorio de la oficina improvisada que habíamos montado. —¿Quién diría que ellos formalizarían primero? —Ikram se sentó en uno de los sofás, con aire perezoso—. Debemos ir unos días antes. Así, aprovecharemos para revisar cómo marchan las empresas de este lado del continente. —Buena idea. Es una lástima que nuestros padres no puedan asistir —respondí, aunque mi suspiro era menos por la ausencia de Hakam y Selena que por la de Shana. El vacío que dejó es tangible. Daría lo que fuera por volver a verla, por escuchar su risa clara, mirar sus hermosos ojos y sentirla deslizarse furtivamente en mi habitación, buscando ese abrazo que solo nosotros tres podíamos darle. —Bueno —Jameel, siempre el pragmático, se levantó—. Creo que debemos ir por los regalos de boda. Es obvio que los nuestros tienen que ser los mejores, a la altura de los al-Ebrahimi. —¿No es mejor dejarles un sobre? —sugirió Ikram, con más lógica de la que solía mostrar—. Es más práctico que compren lo que deseen con el dinero. —Tienes razón. Además, no conocemos los gustos de Emely —admitió Jameel, cediendo. —Entonces, será el sobre. Un gesto generoso, sin complicaciones —asentí, y Jameel estuvo de acuerdo. La practicidad siempre gana, aunque en el fondo, los tres hubiéramos preferido elegir un objeto que pudiera competir con el nuestro, el regalo que un día daríamos a Shana. •:•.•:•.•:•:•:•:•:•:•:•☾☼☽•:•.•:•.•:•:•:•:•:•:•:• Bajamos de nuestro jet privado. El aire fresco y la luz de la tierra estadounidense nos envolvieron. El viaje había sido largo y agotador, y mi único deseo era llegar al hotel, a nuestra suite, y tomar un baño relajante. —Por fin llegamos —dijo Ikram, subiendo rápidamente a la limusina blindada, seguido por Jameel. Al entrar, me serví un vaso de whisky ambarino. —Mañana es la boda. Ya nuestros trajes están en la suite presidencial —informé antes de beber el líquido. —Muy bien, hermano. Como siempre, tan eficiente —Ikram me ofreció una sonrisa burlona. Rodé los ojos. —Claro. Agradezcan que estoy con ustedes. De lo contrario, ambos serían un desastre financiero y de relaciones públicas. —Por eso mismo, no puedes alejarte de nosotros, querido Saalim —Me devolvió la burla, sirviéndose también un vaso. Miré a Jameel. Estaba absorto, mirando fijamente por la ventana polarizada. Sin duda, estaba pensando en Shana. Los primeros meses de su ausencia fueron terribles. Cada uno de nosotros sufrió a su manera, sumidos en un vacío que no sabíamos cómo llenar. Pero Jameel fue el más afectado: se hundió en el alcohol y se desentendió del trabajo. Fue Mamá Selena y Papá quienes intervinieron, sacándolo del agujero con la paciencia y el amor de una verdadera familia. —¿Cómo creen que esté? —preguntó Jameel, sin mirarnos, su voz baja—. ¿Comerá bien? ¿Seguirá con sus clases de baile? ¿La Academia de Danza será tan estricta como la de Dubai? —Si hubiera el más mínimo problema con ella, nuestros padres nos avisarían. Están obligados a protegerla —respondí, tratando de sonar lógico, aunque la certeza se sentía débil. —Ni siquiera nos quieren decir dónde está, Saalim. Ni siquiera nos cuentan sobre cómo le va en los estudios, qué carrera tomó, o si sigue los pasos de nuestra madre en la moda —La frustración de Ikram era palpable. —Ikram, tú y yo sabemos que Shana nunca se olvidará de nosotros —dije, apoyando mi vaso en la consola central—. Cuando nos perdone, volverá. Y cuando lo haga, no dejaremos que se vaya nunca más. Con todo esto, aprendimos que no podemos vivir sin ella. Es nuestra vida. —Saalim tiene razón —Jameel se giró para mirarnos, sus ojos oscuros llenos de una convicción peligrosa—. Si Shana regresa, tendremos que recuperarla y tenerla a nuestro lado, sin importar lo que digan los demás. Yo la amo, siempre la he amado, y es nuestra. —Nunca debimos intentar apagar nuestros sentimientos hacia ella —Jameel continuó, su voz cargada de un arrepentimiento amargo—. Nunca debimos estar con esas mujeres para no pensar en ella. Debimos haber sido honestos, hablar con nuestros padres y casarnos con ella en cuanto tuviera la edad legal. —Cuando regrese, la haremos nuestra esposa a como dé lugar. Ella tiene demasiados pretendientes esperando su respuesta. Y yo no permitiré que acepte a ninguno —dije con una firmeza que selló el pacto. Al llegar al hotel, la escena era la habitual: todos los empleados reunidos en la entrada principal, esperando nuestra llegada. Al salir de la limusina, hicieron una reverencia sincronizada. —¡Bienvenidos, sus Altezas! Hace mucho que no nos honran con su visita. Estamos encantados —Habló el gerente general con una voz pomposa. —Es un gusto volver. Pero basta de tonterías —ordenó Jameel. El gerente y los empleados se sobresaltaron—. Regresen a sus puestos. —Jameel se dirigió al gerente con frialdad—. Y tú, quiero que me envíes todos los documentos financieros del hotel de inmediato. Si hay algo que no me agrade, te llamaré personalmente. —Entró al hotel con pasos firmes, y nosotros detrás de él. Llegamos a la suite presidencial, perfectamente ordenada para recibir a huéspedes de nuestro estatus. Ikram se fue a ducharse. Jameel se dirigió a la oficina para esperar los documentos. Mi deber era confirmar nuestra llegada a nuestros amigos. —¡Saalim! —contestó Dennis al otro lado de la línea—. Imagino que me llamas para confirmar que no nos fallarás en la boda. —Claro, hermano. No faltaríamos a un momento tan importante para ustedes y su prometida. —Sí, agradecemos que hayan venido desde tan lejos. —Sin preocupaciones. Dejamos todo bajo control. Aunque Jameel no puede estar quieto. Ya pidió los documentos del hotel —Suspiré—. Aunque sé por qué lo hace. Busca si Shana se ha hospedado aquí. —¿Aún no han hablado con ella? —No. Ya casi un año sin saber de ella... ¿Ella ha hablado con ustedes? —No, amigo. Ni siquiera sabemos dónde está para enviarle la invitación a la boda. —Entiendo... Seguiremos buscando por nuestra cuenta. No te preocupes. —Cuando ella esté preparada, volverá a comunicarse con ustedes. Es seguro que aún no supera lo que vio aquella vez. —Sí, lo comprendo. Ya no te quito más tiempo. Deben estar ocupados con los últimos preparativos. Nos vemos allí. —Después de despedirnos, colgué. Las horas pasaron. Jameel seguía inmerso en la revisión de documentos. Ikram y yo estábamos en el sofá, viendo televisión. —¿Vamos al bar? —me preguntó, sin quitar la mirada de la pantalla—. Estoy aburrido de estar aquí encerrado. —Sería bueno salir, aunque sea por un momento —Palmeé su hombro—. Vamos. Dejemos a Jameel con sus números. Nunca cambiará. —Igual le dejaré un mensaje de dónde estaremos. Ambos salimos al bar VIP. Solo clientes de alto rango tienen acceso. Nos sentamos en un lugar apartado. Nuestros empleados saben perfectamente que nadie debe acercarse si no lo permitimos. —Este lugar es grandioso. No tan lujoso como nuestros hoteles en Dubái, pero nada mal. —Jameel y nuestra madre Selena hicieron un buen trabajo diseñando este lugar —Bebí de mi copa—. Hablando de ella, ¿has hablado con Mamá? —Sí. Apenas llegamos, sus mensajes empezaron a llegar. —Ikram rio—. Ni siquiera nuestras madres biológicas son tan atentas. Selena es única. —Y muy especial para nosotros y para nuestro padre —dijo Jameel, que acababa de llegar, tomando asiento junto a nosotros—. Tan especial como lo es Shana. Nos demostró lo que es el amor de una madre. Él tenía razón. Nuestras madres solo querían lujos y gastar la fortuna de Papá. En cambio, Selena, nuestra madre adoptiva, ayudó a Papá en los negocios e incluso fundó su propia marca de moda. Es trabajadora, cariñosa y nos enseñó tantas cosas de la vida que ninguna de nuestras madres biológicas se molestó en hacer.
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