1. Drake Loundland, en el paraíso.
1. Drake Loundland en el paraíso.
Drake.
Un mes antes…
En algún lugar de Los Ángeles.
Soy Drake Loundland, cabeza de la familia y de la empresa de juguetes sexuales Ergo s*x, que antes era más conocido como Toy—s*x, soy la cabeza de la familia desde que mis padres decidieron tomarse unas largas vacaciones indefinidas, disfrutando lo que les queda de vida entre fiestas, cruceros e islas paradisíacas.
Soy el hermano mayor de Duke y Minna, uno más desastroso que el otro, debido a eso, el peso del éxito de Toy—s*x recae sobre mis hombros, por ese motivo no me permito equivocaciones. No admito errores míos o de los demás.
He pasado entre futuros inversionistas, otra larga semana en Palm beach, y ahora vuelvo agotado, pero estoy emocionado por volver a casa.
Bell me mira desde la cama, naturalmente desnuda. Sus pezones me dan alegría y una paz que me calma el alma.
Al otro extremo de la amplia cama king mi hermano Duke, duerme plácidamente. Tiene el aire de un ángel, de un ángel caído. Él es caótico y rebelde, lleno de energía mal dirigida. Pero lo quiero, es mi mano derecha y no hay otro ser en quién pueda confiar más que en él, tan grande es la confianza, y el amor que nos tenemos que estamos cumpliendo nuestro sueño, de compartir a la mujer que amamos por igual. Pocas personas pueden comprender que nuestro amor va más allá de lo convencional.
Ahora, desde la amplia cama, Bell me mira con los ojos entreabiertos.
—¿Eres un espejismo?
Entorno las cejas ante sus murmullos.
—No, no lo eres… Ven acá amor… —me extiende su delicada mano, llamándome, y me hace espacio en la cama.
Me despojo del saco y lo cuelgo en el sillón, desabrocho la camisa y luego me quito el pantalón.
La sonrisa de sus labios me hace sentir ganas, aunque estoy cansado, y sediento. Necesito de ella.
Mi hermano, somnoliento, alza su cabeza, ve que estoy aquí, y vuelve a dormirse.
Me tiendo en la orilla de la cama, Bell se acurruca en mí.
—Que bien que ya volviste —me besa el torso, y comienza a bajar lentamente hasta llegar a mi pene.
—Ouhh —alza las cejas al ver que se erecta por ella—. Voy a darte la bienvenida —y comienza a chuparla como una experta en el tema— ¿Teeee guuuustaaaaa?
—Sí. Lo haces bien, hermosa mía.
—Mmmmm
Me apropio de la teta que es mía, y la manoseo a mi gusto, su redondez es exquisita. Aparto su cara de mi polla.
—Ponte de cuatro patas. Ahora —le ordeno—. Te la voy a meter hasta el fondo.
Mi hermosa Bell menea sus caderas excitándome aún más, y se toca las tetas, bien coqueta.
—Mmmm… ¿Me darás premio?
—Depende de cuánto gimas —musito con mi voz profunda. Me despojo de la camisa y voy sobre ella, con una estocada, y se la meto de una, su rico conejito está sabroso y húmedo, como a mí me gusta tenerla. Con una mano juego con su punto G, y con la otra con sus tetas. Ahora las dos me pertenecen.
—Ahhhh
—Eres mía. Dilo.
—Soooy…. Sooooyyyyy
—Dilo bien.
—Sooooy tuuuuuyaaaaa
La cama se mueve como con vida propia, haciendo que Duke abra los ojos y se dé cuenta de lo que hacemos.
—Epa, qué bueno que estés aquí hermanito… —con una sonrisa de cómplice, acota—. Me uno a la bienvenida… —y sin esperar nada, besa los ricos labios de Bell.
—¿Estás contenta, zorrita? Aquí está mi hermanito para darte lo que te mereces… —le dice con su sarcástica voz. Mientras yo la estoy entrando con fuerza, con ganas de dejar grabado en sus profundidades que ella es mía, es de él, es nuestra.
Duke se acomoda delante y comienza a sobarse la pija, luego, cuando está preparado, se la mete en la boca. Bell emite un gemido y se la va chupando con ganas. Eso me calienta más y mi ritmo se acelera, mis estocadas hacen que el pene de Duke entre a su garganta y emita sonidos sucios que nos ponen más calientes.
Saco mi pene de su conejito, embadurnado con sus fluidos y me lo sobo. Le introduzco dos dedos y empapados cómo están, los llevo hacia su entrada anal.
—¿Se portaron bien en mi ausencia? —pregunto a mi hermano, y él, que se dobla en dos por la buena mamada que está recibiendo, responde:
—Pues verás hermanito, nuestra esclava s****l, se ha portado mal. Ha estado pidiendo que me la coja de mil maneras y yo, que soy todo un lividinoso, le he dado el gusto en todo —me dice con una sonrisa maliciosa.
—Eres una chica muy caprichosa. Ahora te castigaré —le digo, Bell ya sabe lo que va a pasar—. Sabes lo que te espera. ¿No es así?
Bell se agita más al escucharme, deja el pene de mi hermano un momento y se da la vuelta y con las pupilas dilatadas:
—No, eso no. Esperaaaa… —susurra, aunque sabe que no voy a desistir. Mis dedos la preparan para darle por atrás.
—Quiero tu culo —manifiesto, mientras posiciono mi pene en su entrada. Siento su ansiedad y ganas de que lo haga ya mismo.
Entro lentamente, en su estrecho conducto lubricado. Ella gime con fuerza, manteniendo el pene de mi hermano en su boca, y cuando he llegado al tope, comienzo a moverme, cada vez más rápido.
—Te estamos dando pene por la boca y por el culo, putita —le dice Duke, que la disfruta tanto como yo —¿Te gusta?
Ella afirma, haciendo ruidos con la boca.
Mi pene está a punto de reventar, y Bell se corre.
—Correte, putita, correte para nosotros —le dice Duke que va a llenarle la boca con sus líquidos.
El orgasmo es intenso, los tres nos corremos de una, es una gran corrida.
Bell, con la boca y el culo lleno de leche, se deja caer sobre la cama.
—Te amo Drake, te amo Duke —nos llama con sus manos.
Duke es el primero en llegar a su lado, y le ofrece el brazo para apoyarse. Mientras tanto, yo, me dirijo hacia la mesa, y me sirvo un vaso de agua. Estoy sediento.
Bell me sigue con la mirada lasciva, me dice que ha esperado por mí, todos los días desde que salí de viaje.
Voy al baño a asearme.
Bell aparece en la puerta.
—¿Qué tal el viaje, guapo?
Mi hermano y yo la amamos, y la compartimos porque ella se ha ganado nuestro corazón y el mundo entero.
—Lo mismo de siempre. Una semana entre tiburones disfrazados de peces dorados.