La mañana empezó mal. O al menos, mal para mí. El mensaje de Abby llegó temprano: «No te olvides de venir arreglada, tenemos que pasar a buscar a Luce y Micha. Ah, y el auto sigue en el taller, así que alguien nos va a llevar.» Nada raro. Hasta ahí, todo normal. Pensé que por “alguien” tal vez se refería a compartir coche con alguno de sus hermanos o con los tíos. Pero en retrospectiva, debería haber sospechado. Cuando Abby dice “alguien”, casi nunca es solo alguien. Tenía la sensación de que el universo planeaba algo, y como siempre, no me había mandado el guion previo. Porque no hay nada más divertido en la vida que ver a una pobre muchacha como yo intentando improvisar. Subí al ascensor con la mochila al hombro, el pelo medio húmedo, y esa sensación incómoda de que algo estaba

