— ¿estás bien? — ¿tú qué crees? —pregunto tragándome las lágrimas. Abby, mi amada Abby. Ella sabía que no podría con él y me lo advirtió. Solo yo decidí creer que esta vez podría. ¿Qué tan ingenua se puede ser? — Vamos Franchu—musita preocupada entregándome un par de servilletas de papel—límpiate el rostro—ordena suavemente sujetando las servilletas contra mis mejillas. — Le escupió dentro…—murmuro abatida. — Lo supuse… — Y terminé vomitando en el baño. No puedo creer que me haya engañado de esta forma—. Estoy indignada. —para colmo dice que no le puso nada. Debí escucharte… — Mírame…—. Alzo mis ojos para encontrarme con los suyos y me siento tan pequeña e insignificante. Ella está sentada, solo sentada, respirando. Preocupada por mí, pero brillando com

