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Más allá de Betel

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Blurb

Yvonne y Ensuan continúan viviendo una apasionada historia de amor ahora que los enemigos que los rodeaban ya no existen. Ahora han decidido visitar Madeira tras enterarse de la enfermedad del padre de Yvonne, y justamente allá es donde deberán enfrentar retos familiares que los obligarán a correr por sus vidas.

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Rotina
Los días pasaban con enorme rapidez últimamente. Uno pasaba tras otro, no eran días iguales, algo lo hacía diferente, aunque la rutina fuese la misma.  Cuidar a una niña no era tarea fácil, nunca esperé que Graciela llegara tan pronto, era la sorpresa más maravillosa, pero seguía siendo una sorpresa y debía equiparme con todo de mí para que ella estuviese bien. Trabajar para mi hermano, como siempre, era estresante, conseguir señal últimamente para comunicarme, mucho más difícil, así que en cuanto amanecía procuraba aprovechar al máximo el día. Betel siempre resultaba ser muy amable conmigo. Era un paraíso al que había viajado para encontrar todo lo bueno de la vida. Cada una de sus cosas estaba ahí para mí, hasta los días nublados eran espléndidos, o así lo veía yo por lo muy enamorada que me sentía de Ensuan. Ver los animales pasar libremente frente  a la casa, escuchar el trinar de aves, ver como las plantas no paraban de crecer y como mi esposo se dedicaba en alma y cuerpo a cada una de esas tareas, era lo mejor que había pasado en toda mi vida. A veces reía sin parar sentada afuera con Isabel. Reía tanto que no me reconocía. Era una felicidad tan grande que no podía creerlo, no podía esperar más de la vida que estar en ese lugar, que estar junto a a Ensuan. Sentirlo, escucharlo, verlo irse, verlo llegar, acompañarlo, amarlo y que él me amara de esa manera tan posesiva y loca que tenía de hacerlo. Mi rutina iba en atender a Graciela si era la primera en despertar, pero si no era así, le dedicaba tiempo a mi esposo. Hacerlo seguía siendo un placer y ahora más, que a petición mía llevaba tres meses sin tocar su barba y ésta estaba poblada, a veces enredada, suave, con hebras rojas que me raspaban no sólo la boca, sino también el cuerpo. Verlo desde arriba y oler su cabello cuando mis dedos se entrelazaban en él mientras besaba mis senos y seguía descendiendo era vivir en el paraíso. Reflejarme en sus ojos miel una vez pasara el vientre e insinuar a donde iría ahora, era delirante y luego su barba rozar mi v****a y sentir la humedad de su lengua significaba morir para estar viva, satisfacer no sólo mi cuerpo si no mi corazón que se rendía a él y gustaba de satisfacerlo en cada encuentro. Me veía obligada por mis deseos de sólo verlo acercarse con esa mirada directa, con la mueca de una boca que me haría suya hasta siempre. No sé si a mí alrededor eso era evidente. No se si alguien más se habría sentido así pero con el tiempo descubrí como le gustaban los gestos de mis manos arreglando mi cabello, como si lo rozaba con mi seno por accidente no tan casual me miraba de inmediato y anhelaba quedarnos a solas. Si algo tenía el poder de interrumpirnos o privarnos era Graciela pero reíamos y la atendíamos porque ella era la creación de ese amor que sentíamos. Conseguí hacer un horario para Fernando, Antonio y otro para Betel, aunque éste último era violado por Isabel que siempre proponía nuevas salidas. Mi hermano se mostraba respetuoso la mayoría de las veces, sobre todo desde que naciera Graciela, sabía que relativamente el tiempo no me pertenecía. Y a pesar de que la pequeña era muy tranquila, se robaba gran parte de las horas del día. Papá me consultaba pocas cosas que tuvieran que ver con la tierra, con la cantidad de agua, con los meses. Luego volvía al tema de su nieta, le gustaba que le hablara de ella, le gustaba ver sus videos, eso me haciamuy feliz. La tercera habitación ya estaba lista y el parque ya tomaba forma, más cuando los domingos venían más niños a compartir y jugar con Graciela. Betel estaba en su apogeo, Ensuan trabajaba muy duro junto a Leo y Liborio, ambos eran tan fieles, tan buenos amigos y tan complacientes con Graciela que a veces temía que creciera grosera y caprichosa, pero hasta ahora con sus casi dos años era un ángel. Siempre de buen humor, dispuesta a comer, a jugar, a besar y a abrazar. Enterarme de la terrible noticia de que María de Lourdes hacía dos meses había perdido a su tercer bebé, me entristecía. Los acontecimientos tenían  muy tristes a todos en casa. Ella ya no iba a trabajar hundida en la depresión, y su esposo entonces optaba por llamarme y pedirme fotos y videos de Graciela, la que se lucía en cada uno con esos sonidos de bebé hermosos que seguramente a Antonio derretían. A mi no me importaba complacerlos a todos, sobre todo a Antonio. Perdía a sus bebés, era comprensible que quisiera llenar ese vacío con las muecas y los pucheros de Graciela, por lo menos eso pensaba hasta que veía la expresión un poco recriminadora de Ensuan y notaba como mamá todavía no se interesaba por compartir las vivencias de su nieta, su única nieta, su primera nieta. -¿Por qué no la traes Yvonne? –Me dijo un día en que la niña balbuceaba Pata, el nombre de la nueva compañera de Yogui, a partir de Pata dio papá y luego mamá y después Leo, siguió con Niña y al final fue con Bela a Isabel y Libo a Liborio, estos últimos ya estaban impacientes. -Nada me gustaría más Antonio-Le confesé. -Habla con tu esposo y vengan, tu hija está en una edad que provoca comérsela. -Voy a mencionárselo, no lo tenemos planeado pero si me encantaría. -Aquí está tu familia y la familia de Graciela,  Y era cierto. Ver a Graciela era querer apretarla, Irene era una experta cargándola y Catalina con Georgina la llevaban de paseo por la fuente en el coche. Graciela tiene ojos azul intenso, cabello rubio abundante ahora que crecía y mejillas sonrosadas. Isabel presumía con ella a través de las redes para que sus primas nos vieran, así como Leo y Liborio la preferían a cualquier novia. Para Antonio poder tenerla en los brazos era satisfacer una necesidad, a veces me escribía tanto que Ensuan ponía mala cara y aunque lo defendía, Antonio había comenzado a verme diferente. Y eso seguramente a mamá tampoco le gustaría, así como sufría porque María de Lourdes no retenía los bebés, sufría porque yo si tenía una y muy parecida a ella. Mis amigas de Madeira estaban fascinadas con ella y con lo feliz que era yo acá, cuando tenía tiempo hablaba con ellas y comparábamos el comportamiento de nuestros bebés, claro que Graciela era la más pequeña de modo que yo aprendía de ellas. Ellas también me invitaban a que las visitara, así que tenía suficientes razones. La tercera era Fernando, él si me lo pedía por favor y yo ponía de excusa la edad de Graciela. Viajar allá era entonces algo que sí quería. Quería exhibir mi felicidad. ¿Por qué no hacerlo? A mi esposo, mi guapo esposo. Que los que supieron lo que había sucedido con José se enteran de que ahora era muy feliz. Cuando me quedaba sola en casa imaginaba muchas cosas. Claro, no imaginaba que diría mamá o que le diría yo. Me imaginaba reclamándole el no haberme llamado o no felicitarme por mi nueva vida, pero seguramente la tristeza de lo que le sucedía a María de Lourdes la mantenía muy ocupada, claro, tenía que justificar las perdidas ante su círculo de amigas. De modo que, cada vez que Antonio me mencionaba que debía ir a casa, yo me ilusionaba. Pero cuando apenas se lo asomaba a mi esposo, se esfumaba esa ilusión. Pero todavía sí, yo no dejaba de hablarle a Graciela de como sería ir allá y giraba con ella dentro de la casa imaginándonos allá, aterrizando allá, rodando hacia allá y estando adentro. Con la niña podía hacerlo y ella encantada me seguía el juego, claro, no entendía para nada. De haber sabido de que se trataba, quizás le daba la razón a su padre y no a mí. Ensuan siempre quería que yo le contara mi día si no la pasaba conmigo, usualmente le contaba durante la cena y si le comentaba sobre viajar masticaba con la boca abierta y una mirada no sé, extraña pero muy de Ensuan. Creo que viajar significaba para él compartirme. temía que lo hiciera aun lado o seguía pensando que yo prefería las comodidades de Madeira. pero nada más lejos de la realidad. Más allá de Betel no existía nada que me interesara, nada. El era mi todo, él era lo especial de la vida, era él y con el paquete venía Betel. Durante el crecimiento de Graciela, mi suegra fue mi madre. No sólo me ayudó a cuidarla y alimentarla si no que me abrazó, acarició mi cabello y besó mis mejillas. Lloró a mi lado de emoción y veló mi sueño para que ambos descansáramos en esas noches en que Graciela no apetecía pegar los ojos. Sin ella no hubiese podido, nada habría sido igual, sin sus cuidados,sin sus palabras, su humor tan insistente, sus ganas de hacernos sentir bien y en casa nada hubiera sido igual. De nuevo agradecí a Jasper, cualquier cosa que le dijera era quedarme corta. Mi vida toda dependía de como él hizo las cosas, de ese viaje, y a pesar de lo que aconteció los días siguientes a mi llegada. A pesar de Ayarit, de su padre, de Dos Silvestre, de lo que Andrea nos hizo sufrir, no lo cambiaría por nada. Al principio quedamos con algunos miedos y seguíamos cuidándonos, pero después nos dimos cuenta de que no hacía falta. Las personas que querían perjudicarnos ya no estaban y nuestra historia debía continuar, olvidarnos de ellos y construir esta felicidad en Betel. Todos los meses Ensuan y yo salíamos por las noches solos, ahora mismo eran finales de marzo y el clima estaba fresco, cosa que no pasó en febrero,. Si queríamos rodar lejos salíamos temprano y dejábamos a Graciela con su abuela y los muchachos. Pero si solo era cenar afuera nos íbamos a las siete y aprovechábamos al máximo nuestro tiempo sin interrupciones.  Esto también era parte de mi divina rutina. Yo me arreglaba y perfumaba lo mejor que pudiera, me gustaba ver como él me observaba y hablábamos de muchas cosas. El me contaba cosas de su pasado y yo asuntos de mi vida en Madeira. La verdad prefería siempre escucharlo a él, era espontáneo y todas las historias terminaban con un toque divertido y algunas veces con el toque de Isabel, su madre. En una de esas cenas me planteó retirar las acusaciones en contra del doctor Rubén, no me lo esperaba, el doctor Rubén era parte de todo aquello que era malo, muy malo. Sí quizás arrepentido pero culpable. Yo no sé qué cara puse pero él apretó mi mano como para que yo no saliera corriendo. -Sólo es una propuesta Yvonne, no es algo que vaya a suceder-Yo seguía sin palabras-estoy convencido de que el doctor ha pagado lo suficiente, además fue víctima de su hija y de Don Silvestre que lo incitó, tu misma me dijiste que ellos tenían otros planes y que… -Te dije que me apuntó con un arma-Respondí por fin y limpié mis labios con una servilleta, miré a los lados, me parecía que ahora mismo ellos podían aparecer o que las personas del restaurante eran sus cómplices.  Esa noche ambos vestíamos de franela verde aceituna y jeans descoloridos, él llevó una gorra que se quitó al entrar y yo una coleta alta. Nos conocían en el restaurante y nos llevaron a una mesa que acostumbrábamos ocupar. Cuando respondí soltó mi mano y retrocedió en su silla. Sé que no lo había olvidado, pero para mí era algo muy vívido. A veces, pocas veces, pero sí sucedía, recordaba el arma, la noche oscura, correr entre la vegetación, las luces, las voces de ellos, lo que tramaban. Era algo casi imposible de olvidar, sobe todo porque ya esperaba a Graciela y a causa de todas las cosas que hicieron yo pude haberla perdido. -Sí, me lo dijiste-También limpió su barba y los bigotes que cubrían los labios que se unían con la barba-Sé que no es fácil para ti, pero está tan delicado de salud, padece tanto sintiéndose culpable que pensé…pensé que ya no era necesario que estuviese ahí. Está arrepentido Yvonne, lo sé. -¿Él te lo pidió? –De pronto esa pasta a la carbonara no me apetecía. -No, claro que no-Arrugó su ceño contrariado-Al contrario, a veces se molesta de que tenga yo que ir a verlo-Entendía sus sentimientos pero yo no estaba preparada para dejar salir a quien me apuntara, drogara, amarrara y secuestrara con mi hijo en el vientre. -Debes darme un poco más de tiempo Ensuan, este tema aunque ya no me quita el sueño aún me hace pensar en otros terribles desenlaces. -Claro-Tomó de su refresco, no estaba feliz pero se conformó con que lo pensaría-por favor continúa comiendo. Miré a mí alrededor y después al plato que iba a la mitad, retomé la cena. -¿De qué hablan cuándo vas allá? –El tocó el tema ahora que respondiera. Pasó la lengua por sus dientes, comía pasta a la boloñesa- ¿de ella? -Bueno era lo único que tenía el doctor, todo lo que hizo fue llevado por su obsesión. -O sea que si hablan de ella-Sabía que estaba muerta, pero Ayarit casi me roba la vida a mí. -No es que hablamos de ella todo el rato, peor él la recuerda y yo le digo cosas positivas que ella tenía. -¿Cómo cuáles? –Esta vez coloqué mis codos sobre la mesa para prestarle mucha atención. -Por favor Yvonne, mejor dejemos el tema y disfrutemos la cena-Metió un bocado a su boca, un gran bocado. -Sólo quiero saber cuáles eran sus cosas positivas, yo no he preguntado nada o casi nada en este tiempo pero ahora tú traes el tema y yo quiero saber. Pisó con los dientes su labio inferior. -Era decidida, era…quería triunfar como periodista. Sí, recordaba todas las mentiras que se dijeron en torno a su muerte para no empañar su reputación. -Entiendo por tus palabras que le mientes al doctor acerca de los atributos o cosas “positivas” de su hija-Nos miramos directo a los ojos, él calló y siguió comiendo-eso es un sí-yo también seguí comiendo, por pura inercia, esos recuerdos me desagradaban – el doctor soltó un tiró cuando yo iba saliendo de ese escondite ¿y si hubiese acertado? -Habría enloquecido-Aceptó mirándome aún, era jodidamente atractivo, cada día se hacía más-por favor no vayas a tocar el tema con mamá. -No te preocupes, no le arruinaré a ella el día. –Dejé de mirarlo y continué comiendo, masticando lentamente cada bocado bajo su atenta mirada pero yo a él no lo notaba hasta que me tocó tomar de mi refresco. -Háblame de tu hermana, ¿cómo ha estado? Rompió el hielo con un tema que era muy importante para mí. Su ceño ya estaba relajado-¿quieres postre? -Helado…por favor. Hizo una seña al mozo y éste se acercó, pidió y comimos el helado mientras yo le platicaba de María de Lourdes y lo mal que se sentía por la perdida de su tercer hijo, se mostró comprensivo, interesado en el tema a pesar de que yo desconocía los pormenores. -En algún momento Ensuan, digo…algún momento podríamos ir a visitar a mi familia. -¿Me lo preguntas o lo afirmas? –Se reclinó en la silla, tenso. -Te lo pregunto, te lo comento, pero quisiera que pudiera ser-Lo observé como me observaba, no sólo se trataba de dinero era más disposición. -Yo…tu madre no te ha tratado muy bien en este tiempo con el tema de las pérdidas de tu hermana. -Es verdad-Eso era ya un impedimento. Mi madre no aparecía en el panorama, nunca lo había hecho, era como si me hubiera quedado sin ella. -Pero más adelante se podría considerar-Sonreí, su respuesta me encantó-¿te haría feliz? –se enderezó y pasó su dedo índice por mi mejilla. -También me molestaste mucho. -Supongo que ambas propuestas deben esperar un tiempo-Encogió los hombros, me sonó a chantaje pero no lo mencioné-¿Pedimos un postre para mamá? La cena no fue que terminó mal pero estábamos tensos, algo alejados e inevitablemente llegamos callados a casa de Isabel para buscar a Graciela. La niña estaba dormida y mi suegra insistió en que la dejáramos Ya otras veces había pasado así que luego de dejarla viendo televisión con un pedazo de torta tres leches nos fuimos a la casa. Seguíamos en silencio. El tema que tocáramos en la cena nos había puesto muy tensos. No estaba dispuesta a ceder con respecto a algo que tanto daño nos había causado y que no estábamos seguros si había desaparecido del todo. Él encendió las luces y cerró la puerta, fue al cuarto y yo demoré arreglando cosas en la cocina hasta que apagué las luces y fui a la habitación, lo encontré cambiado y en la cama. -Ven, vamos a descansar.-Golpeó la cama haciendo ese gesto simpático suyo que me derretía. Mientras se despojaba de la ropa lo estuve observando. Si estaba molesta pero aún así no perdía oportunidad de ver cada uno de sus gestos para desvestirse. De ver su cuerpo parejo, su carencia de intención de seducir y lo muy seductor que parecía. No llevábamos ni dos años de casados, todavía estaba yo muy encaprichada con él. Loca por sentir su tacto en cada instante, por lucir hermosa para él y no perder nunca las ganas de admirarlo, de esperarlo y hacerlo lo más feliz posible. Me cambié y me acosté a su lado, de inmediato se quedó dormido, yo tardé un poco más.

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