UNA OPORTUNIDAD

865 Words
Dentro de la muralla, Gardh, la decadente es gigante. Edificios altos y viejos albergan al hervidero de gente consumando sus vidas sin mucho futuro por delante, ahí “escasez” es la palabra habitual en sus bocas porque dentro de Gardh y sus cinco distritos, todo es escaso y efímero, todo menos la decadencia en la que se vive. Un mes después de su primera salida, Kublai busca a Onan por los sitios habituales donde suele parar. Ese día tienen pensado salir a Délamir. Lo encuentra ocupado con otro par de chicos a lo que no conoce de nada, y parece que no tiene ganas de salir. Total, hace mucho que salen y sabe que puede arreglárselas sin ayuda de nadie. —Entonces nos vemos. —se despide, Kublai. No piensa cambiar de planes. Está dispuesto a ir solo, aunque esto signifique romper la promesa que tienen. —Será mejor que no vayas... –le aconseja en voz baja Onan, pero a Kublai le resulta extraña esa prudencia, que es ajena a su amigo, y lo toma por cobardía. —No voy a faltar, ya quedamos con Godo —Kublai responde tajante. En la última salida han conocido a un simpático mercader, de nombre Godo. Con el que charlaron largas horas. —Ustedes dos parecen diferentes a los que se ven por aquí, si necesitan trabajo vuelvan mañana –les había dicho. Ahora, que un comerciante ofreciera trabajo a un par de chicos sin verificar su procedencia es algo bueno ¿no? Es una buena oportunidad, y quizás única. Kublai lo sabe y no está dispuesto a echarlo a perder por culpa de nadie. Aunque Onan no se encuentre igual de emocionado como él. No entiende el motivo, pero no le importa. Sabe moverse con facilidad. Tal como lo dijo hace tiempo Jao, si anda con los ojos bien abiertos y muy alejados de la policía, pueden moverse con tranquilidad y libremente. Le resulta placentero caminar por esos suelos recubiertos de liso asfalto, esas calles perfectamente delineadas le dan la sensación de una relativa seguridad. A las afueras de Délamir, las personas casi no se fijan en él, es invisible para ellos, por donde mire, los negocios en su relativo caos se encuentran en orden. Ya desde la puerta lo puede sentir, el fuerte aroma a ciruelas que reina hace que se le derritiera la boca. Al entrar a la verdulería, Godo le saluda con un gesto apresurado y le señala el sillón. Kublai toma asiento pero no consigue evitar sentirse nervioso. Según Godo esa es la verdulería más importante del distrito y ahí él es el gerente. —Mira, lo que te puedo ofrecer viendo la fuerza y la inteligencia que tienes, es servirme de ayudante de chofer, y aquí puedes ayudar en lo que haya en el día. ¿Puedes hacerlo? Kublai lleno de confianza dice que sí, aunque no sabe mucho de conducción. —Lo que no sé… puedo aprenderlo en un par de un tiro –contesta. Es bastante listo y despierto, además la desesperación por salir de Gardh es suficiente incentivo para que reúna el valor —Esa es la actitud, chico —Godo le mira con atención, parece que calcula sus pensamientos—. Si veo que eres eficiente te quedas ¿ok? Kublai quiere saber cuánto le pagará pero cualquier monto está bien, le será suficiente, porque lo que busca es dar el primer paso para abandonar Gardh de una buena vez por todas. Luego de esa pequeña charla, Godo le lleva al coche, le enseña lo básico, como se transporta las cajas de las verduras, como se maneja la caja del dinero, entre otras cosas de menor importancia. —Hazlo –le pide. Ahora es cuestión de hacerlo y ya, piensa Kublai. Lleno de determinación hace lo mejor que puede. Godo no le quita los ojos de encima, si Kublai hubiese puesto atención en él, habría visto sus oscuras intenciones. Pero está ocupado en una lucha contra su destino, está dispuesto a todo lo imposible para conseguirlo. Para Kublai es como dar su primer y certero paso hacia Délamir, y así tener una mejor vida. —Bien muchacho, bien, empiezas mañana. Sé puntual, que aquí no nos gustan los haraganes –Godo le da unas palmaditas en la espalda. En su ensoñación, Kublai se ve rodeado de dinero y con una espléndida casa como las que ha visto en el camino. Piensa dar lo mejor de sí para conseguirlo. En el transcurso de su corta vida ha visto fracasar a gran parte de sus conocidos y teme que le pase lo mismo. —No, eso a mí no me va a pasar —se repite, a modo de mantra. Porque apuntaba alto y está convencido de que lo conseguirá, cree que cuenta con el coraje para enfrentar cualquier obstáculo. Pero esto no se compara con los trabajos que tiene en Gardh, allá, a veces, junto a Onan se dedican a robar a los ebrios, y otras, cuando las cosas están de mal a peor, usa su navaja y sale a saquear a negocios del prefecturado, donde dicen las malas lenguas que abundan los billetes. Pero en Délamir Kublai quiere ser otra persona, quiere empezar una nueva vida, haciendo las cosas bien y que nada pueda quitarle eso.
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