Dos años antes. Luego de que Argod le abriera a su corazón esa vez, volvía a ser reservado. Hablaba lo necesario y solo si se le preguntaba algo. Tell estaba acostumbrado a él, y su silencio no le molestaba. —¿Te parece bien trabajar para mí? Hablo de darte un sueldo y horarios reglamentarios. Serás valioso para la empresa que quiero… Argod acepta con un movimiento sutil de la cabeza. Tiene una actitud noble y educada, es fácil de creer que provenía de una familia acomodada en Baley como aseguraba sin dar más razón de ello. Ahora estaba lejos de ser el chico que huía de aquella banda de larianes. —En Baley, cuando un hombre cae herido, uno tiene la obligación sagrada de prestarle su ayuda. Cuando me ayudaste, yo imploraba a Leyalá, que una mano amiga me diera la mano. No deseo un suel

