Aquella gente, si diera con él en ese mismo instante, pensará, sin lugar a dudas que él es la rata de alcantarilla que les está malogrando el negocio. Por más que le da vueltas al asunto no tiene escapatoria, tal vez solo son sus miedos lo que le han hecho actuar de esa forma, pero ahora lo ha arruinado todo. Con seguridad la gente de Cheto lo estará buscando, incluso por debajo de las piedras. —Mejor aparecer por mi propia voluntad, ¿no? Tragó saliva. Completamente resignado y dejado a su suerte fue a ver a Cheto. Cuando los hombres lo dejaron en la puerta de su cuartucho eran las diez de la mañana, y ahora, que vuelve a ver a Cheto, son pasadas las nueve de la noche. —Veo que te tomaste tu tiempo... Cheto lo miró de pies a cabeza. —Mis chicos me han dicho que desapareciste... La

