Sinopsis
Malek Al Naimi y Melody Werner son las ovejas negras de sus respectivas familias.
En medio de una noche loca, de aquellas en las que la memoria ebria borra media noche después de volverse la vista borrosa, los dos rebeldes colisionan mezclando sus mundos en uno como nunca antes. Melody Werner lleva en su vientre el fruto de aquella colisión, Malek Al Naimi llega a pensar que aquella ninfa que le sedujo fue un vil engaño de su ebriedad, por más poder y contactos, no encuentra a la dueña del tatuaje de dragón en la espalda de la hermosa mujer envolvente dueña de sus sueños que al abrir sus ojos, se esfuma como por arte de magia. Cree que se ha vuelto loco, ninguna mujer había invadido ningún espacio de su vida, en especial, sus sueños.
Lo que Malek Al Naimi no parecía saber, es que esa mujer que se instaló en sus sueños, es la que ha elegido para el no tan sagrado matrimonio. La misma mujer, que espera a su futuro hijo.
Dos rebeldes.
Dos enemigos.
Dos… ¿Enemigos? O… ¿Amantes?
Chantajes.
Un matrimonio.
Un contrato.
Un embarazo.
Un heredero.
Un inolvidable amor.
MALEK AL NAIMI
No soy el típico hombre bueno y desinteresado de los cuentos de hadas. Soy ambicioso, atesoro el dinero y valoro el poder. La primera condición casarme para obtener la herencia íntegra de mi padre antes de que caiga en las manos equivocadas. La segunda condición es tener una descendencia en menos de un año con seis meses, que es el tiempo estipulado en la cláusula. La única opción obligatoria en la mesa es una mujer que me quiere atar de por vida y yo, que no he conocido el “amor”, debo de buscar desesperadamente a la mujer acorde a mis “necesidades” para armar un trato en el que saldremos beneficiados los dos. Allí, es cuando se me atraviesa una hermosa ninfa de carácter filoso capaz de cortar la superficie más dura con la punta de su viperina lengua.
Estaba en búsqueda de aquella que siguiera las reglas al pie de la letra.
Lo que no sabía, es que Melody Werner es la excepción de la regla en todos los aspectos.
Incluyendo mis necesidades.
Estoy acostumbrado a obtener lo que quiero, cuando lo requiero y como lo deseo.
Con el chasquido de mis dedos, ya estará hecho.
Puedo tenerlo todo, menos a ella.
Y eso, eso, es no tener nada.
Melody Werner ha sido la mujer más enigmática que he conocido jamás. En lo que mis ojos se pusieron sobre los de ella, algo en mí impidió dejarla ir y cumplir con la tercera condición. No encuentro cual es la pieza que me motiva a no desistir, pero es la rebelde que se niega a esposarme, quien he elegido quiera o no, para un contrato de matrimonio.
Pronto me encontré en una encrucijada, Melody Werner había avivado una llama que desconocía, habitaba en mi interior, esperando a una dulce ninfa imponiéndose a desordenar mi monótona vida patas arriba. Poco a poco, fue enseñándome lo que nunca conocí, y me fue negado de nacimiento: el amor.
Yo siempre obtengo lo que quiero y ella, ella encabeza la lista en la que sólo está escrito su nombre con mi puño y letra.
La tercera y última cláusula parece cada vez más tentadora al lado de la preciosa ninfa que me da batalla.
El matrimonio durará el resto de sus vidas, con lapso indefinido. Sin opción a divorcio. Por y para siempre.
Por Melody Werner, cumpliré la tercera cláusula gustoso.
CAPÍTULO 1
Melody Werner
¿Cuáles son las probabilidades de embarazarse de un desconocido?
¿Y que el cínico hombre sin sentimientos del que te embarazaste, resulte ser nada más y nada menos, el hombre con el que no deberías tener ningún contacto por tu propio bien?
El mismo hombre que le pidió matrimonio a mi hermana mayor.
Un matrimonio por conveniencia.
Para otras, las probabilidades son bajas.
Para mí, son de un cien porciento.
POSITIVO.
Dice el resultado de la prueba de embarazo a la que me he sometido. A pesar de que lo he leído aproximadamente unas cien veces, por más que relea, el resultado no cambia. El mundo se me viene a los pies y la cabeza más arriba del cielo con una presión que me haría estallar como una bomba.
Estoy embarazada de un desconocido.
Y no de cualquier desconocido.
De uno de los implacables hombres más poderosos del mundo con una manchada reputación que le procede, dispuesto a obtener lo que sea que desee sin importar los actos que deba realizar, o las consecuencias de los mismos.
Eso que quiere, soy yo.
Y no le importará lo que tenga que arrastrar a su paso hasta lograrlo.
Hasta lograr tenerme.
Un mes antes.
Lucho contra el ajustado vestido en un electrificante tono berry blue porque se baje a cubrir un poco más, no porque tema a mostrar piel, es que hace un condenado frío que amerita usar una chaqueta arruinará mi vestimenta, la cual me niego a utilizar.
—Al diablo con eso —rechino obstinada, es un minivestido, no puedo exigirle más al trozo de tela.
Aplico el gloss rosa en mi labio superior que tiene forma de corazón para bajar al inferior que es más delgado y juntarlos empapando del labial. Lanzo un beso al espejo. Medio arreglo mi flequillo metiendo mis dedos entre el cabello.
Un mensaje de texto llega a mi teléfono, lo tiro con repelús casi al instante al terminar de leer.
“¿Crees que te has deshecho de mí, cariño, no me extrañas? Yo no te olvidaré.”
—Enfermo —entredigo asqueada, bloqueando el nuevo número de teléfono que el enfermo de mi exnovio ha comprado para seguir acosándome. Sólo me faltaría bloquearlo del plano astral.
—Con carácter de urgencia y por motivos personales, me embriagaré hasta las trancas esta noche. —Concluyo, como cada vez que ese infeliz se ha determinado a seguir haciéndome la vida de cuadritos. Su patético plan de vida es arruinarme. No le bastó con serme infiel múltiples ocasiones, engañarme en todos los aspectos posibles, esos fueron los menores de sus actos contando con que…
Basta, debo sacar eso de mi cabeza.
No permitiré que me afecte. Saldré a distraerme, será un ingrato mal recuerdo al terminar la noche.
Lo desecharé a la basura, donde pertenece.
Iré con mis hermanas a la nueva inauguración de una discoteca en el centro de la ciudad. Ellas dos conversan a lo que yo persisto en abrir el mensaje releyéndolo tantas veces que me lo aprendo.
Presiono en eliminar el mensaje, lo que tuve que hacer desde primera instancia.
—¿Estás bien? —me pregunta mi hermana mayor Abigail, que lleva un minivestido rosa chicle en glitter que la hace lucir como la hermosa Barbie que es.
—Perfecta —miento, apretando los labios en una tensa sonrisa.
—¿Estás segura? —insiste mi hermana gemela Belanie, ella y yo somos tan parecidas y distintas que es una locura experimental. Lleva su cabello cobrizo vibrante, su personalidad es esperanzadora, alegre.
Yo me tiño el rubio cabello natural que mi hermana mayor se ha dejado de negrö desde que tengo la edad permitida y para que lo negaré. Soy la «diferente».
La rebelde.
Estoy orgullosa de ello.
—Claro que estoy bien. ¿Por qué no estarlo? Vámonos, necesito ir a mover el cuerpo.
Nos metemos a la camioneta que nos lleva a la colosal discoteca que ha de ser la más grande de la ciudad hasta la actualidad, entrando por una invitación dirigiéndonos el VIP.
Llegamos a la discoteca subiendo al exclusivo piso, allí nos esperan nuestras primas que en lo que nos saludamos, tomamos unos chupitos para ambientarnos.
La seguridad avasallante que emano no pasa desapercibida. Los hombres me miran, algunos tan hambrientos que me dan asco, otros con cuidado, alguna que otra mujer con detenimiento. Me da igual quien sea que me mire. Esta noche es mía y será para desquitarme del asqueroso que tanto daño me ha hecho.
—Quiero estar allí —señala mi hermana mayor con entusiasmo—. ¡Vamos!
Nos insta a bajar a dónde está el verdadero ambiente.
La canción que ha elegido el DJ nos insta a movernos con sensualidad, somos nuestras parejas, disfrutando entre nosotras.
Me lleno de licor, no me enorgullece, es que añoro el olvido. Su olvido.
Quiero olvidarlo y que él me olvide de igual modo.
Quisiera negarlo, sus mensajes me descomponen las horas, el día y hasta la semana entera. Entre trago y trago, voy rememorando sus groseras palabras, hasta que vuelvo a sentir sus sucias manos dejando manchas sobre mi cuerpo.
«Olvídalo ya, Melody. Tú eres más fuerte que esto.»
Me da igual que tanto bebo, estoy disfrutando de mi noche. Tengo que sacarme de la cabeza lo que ese malnacido me hizo.
Al voltear, un hombre ya es mi pareja de baile, le dejo que me acompañe, más no que me toque. Mirar, no tocar. Mantengo mi distancia con la mano en su pecho, contoneando mis pronunciadas caderas al ritmo de la música.
Volteo batiendo mi teñido cabello negrö el cual no recuerdo cuando fue la última vez que estuvo rubio, entre mis cabellos, aclarando mi mirada borrosa, veo entrar al hombre más estúpidamente atractivo que mis ojos han visto.
Es enigmático.
Mi hermana y él, los dos, son unos mentirosos de primera.
Mi hermana habla con él fingiendo un interés que no despierta en ella, y él se esfuerza por lucir prendado en ella. Es como si los dos se estuviesen utilizando el uno al otro para diferentes fines personales. Es curioso.
Un trago por aquí, otro viene en camino por allá.
—¿Qué ha pasado? —chilla Belanie asustada cuando las luces de la discoteca se van por un instante.
Me quedo paralizada echando mis manos a la que tenga más cercana cuando las luces vuelven. Abigail no está en ningún lado, nuestros teléfonos vibran al unísono con un mensaje en nuestro chat grupal.
“Estoy bien, debo atender un asunto importante.”
Belanie, Iman, Rochelle, Monique y yo intercambiamos miradas en complicidad. De que está bien, lo está. Todas vimos a Oliver Donovick en lo más alto del VIP viéndola como un sabueso cuidando de su carnada. Primero bailó con un rubio, después bailó con él con una desbordante química de esas que no se pueden ocultar. Eso me confirmó lo que ya pensaba, que esos dos están perdidos entre ellos.
No sé cuando se dejarán de rodeos para aclarar lo que sienten. Es evidente que son el uno para el otro.
El pobre de Malek Al Naimi el cual no creo en su fachada de hombre bueno intercambia corta charla con Bela, para darse la vuelta camuflajeandose entre la gente hasta perderse. Un extraño vacío se instala en mi tórax al verle partir, lo ignoro, serán cosas mías.
No sé cuánto tiempo transcurre, el suficiente para que todo se vea borroso, rápido y lento a su vez. Las luces distorsionadas me hacen sonreír ebria.
Absolutamente todo es divertido.
Todo me parece muy buena idea.
Diviso alguna que otra pareja a mi alrededor sacando el aire de mis pulmones, soy incapaz de sentir envidia, lo que si me da es una punzada de aquello que no he experimentado. Me pregunto a mí misma:
¿Cuándo fue la última vez que estuve con un hombre porque quise?
Nunca.
Porque quiera.
Porque mi cuerpo me lo pida.
Sólo hay un hombre en el que puedo pensar.
Y en el hombre que puedo pensar, es precisamente, el que no puedo tener. El que está fuera de mis límites.
Estoy muy borracha, me excedí con eso de tomar demasiado. Necesito refrescarme con agua fría en mi rostro para recuperarme.
Esa impulsiva elección de beber hasta olvidar ha sido mala.
Mis primas están distraídas, mi hermana también, ellas bailan con sus parejas chispeando de felicidad. Le hago una seña a mi gemela avisándole que estaré bien.
—Voy al baño —le informo a mi prima Rochelle que tengo a la derecha, se da la vuelta sudada despegándose del moreno con el que baila.
—Yo te acompaño.
—¡No, tranquila! —no quiero interrumpir, menos por un mareo—, iré rápido, seguro hay fila. Sigan en lo suyo.
Subo las escaleras llegando al VIP cayendo en cuenta de que estoy un poco borracha y no sé dónde rayos está el baño. Me meto entre la gente. ¿Por qué hay tanta? Hasta hallar un angosto pasillo al cual camino. ¡Bingo!
Abro la puerta de…
Este no es el baño.
¿Estoy imaginando cosas que no están?
El indescifrable hombre toma de una botella de whisky sentado en un escritorio de madera. Aquí dentro, es otro mundo al de allá fuera, la dura madera rústica junto al aroma varonil combinan con la personalidad del hombre que se echa para atrás al verme. Ya entiendo lo que es, es una oficina privada. Su oficina privada.
Me somete a su duro escrutinio el cual me estremece de pie a cabeza. Sus apáticos ojos grises me analizan con tal rudeza que me hace sentir desnuda ante esos faros iluminados por la luz de la bombilla, aunque sombreados a su misma vez. No me dejo engañar, el tono claro de su mirar esconde una oscuridad que resulta casi tangible.
—Ya le he dicho a Julio que no estoy interesado en ninguna mujer y no me relacionaré con ninguna más allá de lo profesional. Puedes marcharte.
¿Me está confundiendo con una…?
—¿Ah, no? Pues tu mirada dice otra cosa —repico insolente con el mentón arriba repleta de terquedad, no sé qué es, si la invaluable valentía que regala el alcohol llevando al límite situaciones que deberían mantenerse controladas, o que este hombre me atrae tal como si fuera magnético y yo un imán—. ¿Sueles contener tus emociones, hombre de metal?
Me gradúo en la carrera de descaro con honores. Camino hacia su escritorio como si fuera mi pasarela personal para buscar un vaso de vidrio en el cual vierto del whisky tomando una generosa cantidad que quema mi garganta.
Malek Al Naimi es dolorosamente hermoso como apático. Aunque algo me dice que detrás de esa inescrutable expresión, batalla entre una torrente de sentimientos que luchan por no salir al exterior.
Su rostro es enmarcado por las cejas gruesas delineadas y unas abundantes pestañas por las que las mujeres pagamos porque nos apliquen. Su corta barba está definida, con el grueso cabello negrö que brilla de sedosidad. Quiero meter las manos allí, disfrutar de su textura.
—¿Cómo te llamas? —pregunta con una naciente curiosidad.
—Esta noche me llamaré como quieras que me llame —juego con mis palabras y lengua enredada, no estoy pensando con claridad, sigo lo que mi cuerpo pide a gritos. Él bebe de su whisky de una solo sorbo, nuestro pico de ebriedad ha de ser el máximo.
Mira mis piernas desnudas hasta llegar a mi rostro y yo recorro el camino de sus abismales ojos grises casi transparentes hasta sus labios definidos y fisionomía perfecta.
—Ninfa —un murmullo ronco brota de su garganta—. Eres tan peligrosamente bella como una ninfa.
—Esta noche seré tu ninfa —susurro, para irme contra sus labios, dejándolo sin movimientos que realizar por siguiente—. Sólo por esta noche.
Que se jöda el autocontrol, jamás había hecho algo así antes. Hay una primera vez para todo, y esta, es la mía. Me siento en el regazo amplio del hombre, lo beso saboreando su aliento de whisky añejo, tabaco y menta masticable. Casi sale un gimoteo de mi boca al saborearlo. Sabe demasiado bien. Meto mi mano a su cabello sedoso y él se aferran a mis caderas ciñendo esas amplias manos de dedos gruesos.
Su lengua se mete a mi cavidad bucal buscando la mía que está dichosa de conocerla, estallando entre ellas una batalla en la que vamos empatando.
Sus manos se aferran a mi cintura, mientras que yo juego con el inicio de su cabello en su nuca.
—¿Estoy soñando? —me pregunta el ebrio hombre a traspiés, desconcertado. Una bobalicona sonrisa patina sobre mis labios.
—Estamos soñando —esa es la única manera de que esto sea real. Musito eso casi sobre sus labios, que vienen a dominarme.
Sus manos se deslizan sobre mi piel logrando aquello que consideré irrealizable: Malek Al Naimi borra las manchadas huellas en mi piel de aquel desgraciado.
Son ahora las suyas las que quedan marcadas, baja su rastro de besos hasta mi cuello, me quejo mordiendo mis labios, ahogando una exhalación.
Su lengua se expone a mi piel, echa mi vestido abajo quedando desnuda ante el desconocido conocido que me ve con un expectante deseo. No me quedo atrás, me deshago de la camisa para hallar un fuerte torso marcado con un paquete de ocho que me deja casi babeando sobre esos chocolates, sus brazos grandes y fuertes son adornados por varios tatuajes de distintas dimensiones que cubren su manga derecha hasta uno mediano en su pectoral.
En su hombro izquierdo hay un tatuaje que recae sobre su cuello, con esas camisas de vestir impolutas, cubre ese tatuaje que le hace ver como un hombre malo al que caería en sus garras infinitas veces.
—Tienes que ser un sueño —dice a mi oído de tal manera que hace que mi cöño se empape.
—Borra sus huellas, por favor. Bórralas con las tuyas —ruego estremeciéndome ante la pasión, dejándome llevar.
Él me sienta sobre su regazo de modo que siento esa dura ereccïón a todo esplendor en mi cöño mojado que palpita deseoso.
Saca el sujetador para dejar que mis pechos caigan ante la gravedad los cuales mete en su boca con su lengua caliente siendo una mítica tortura que me hace empuñar los dedos sobre el borde de la madera. Gimo echando mi cabeza hacia atrás cuando va por el otro seno, atrapándolo con sus dientes, chupando. Sus dedos se escurran por la humedad de la tela que cubre mi vagïna mojada.
Hace a un lado la tela metiendo sus dedos en mi escurridizo clítorïs, me aferro a sus hombros cuando él me penetra con sus dedos y me hace cabalgar en ellos. Él me ve, hace que nuestro contacto visual no se pierda, es un sucio lujurïoso y yo también. Permito que disfrute de cada gesto de placer recibido. Veo la luz del orgasmo gritando sin poder contenerme con líquido saliendo de mi liberación.
¡¿Qué he hecho?! Me siento apenada. ¿Me he orinado sobre el hombre?
—¿Qué me pasó? —pregunto abochornada y el arrebatador hombre de transparentes ojos grises hace que lo vea a la cara, repleta de un erotismo que apenas empieza.
—Ese ha sido el mejor orgasmo que has recibido en tu vida, ninfa. Ven aquí.
El salvaje en el que está convertido me voltea sobre el escritorio, dejándome en pompas para él. Abre mis piernas dejando mi coñïto resbalándose de humedad hasta mis piernas. No sabía que podía empaparme tanto. ¿Cuando va a parar?
—¿Qué es lo que quieres, ninfa? —pregunta en un murmullo, acariciando mis nalgas, bajando hasta esa humedad. Muerdo mis labios queriendo que se entierre en mí.
—A ti.
—¿Estás segura?
—¿Lo estás tú? —le reto. Mi valentía se vuelve cobardía cuando se baja el bóxer mostrando un grosor y largo que me deja muda. El único con el que he estado en la única mísera oportunidad, es la cuarta parte de eso.
—Nunca había estado tan seguro en mi vida.
—Por favor —lloriqueo desesperada, tengo que apretar las piernas para hallar un poquito de alivio. Mi vagïna palpita rogando.
—¿Por favor, qué? —pregunta el audaz.
—Por favor, hazme tuya —emito sin aliento.
No importa si duele, lo quiero dentro. Él gruñe algo inentendible poniéndose un preservativo para entrar en mí, estirando las paredes de mi apretado interior, causando un escozor que no había sufrido. Meto la cabeza en la madera para ocultar el dolor que dicta mi rostro.
—Ninfa, eres mi perdición —sisea enloquecido—. Que apretada estás —escucho su respiración agitada, esa ronca voz y las manos aferrándose a mis caderas como si no quisiera que desapareciera. Yo tampoco quiero que él se esfume—. Déjame verte a la cara mientras te lo meto.
¡Ay, por favor, piedad!
Muestro mi rostro llevado de la mezcla picosa entre el dolor y placer.
—Eres muy…
—Lo sé, ya voy por la mitad.
—¡¿La mitad?! —casi chillo, él me dedica una sonrisa ladina que me derrite a mí tanto como a mi sexo.
—Puedo sacarlo...
—Ni se te ocurra —le interrumpo, para escuchar una corta risa gutural que enciende el avivado fuego en mi vientre bajo.
El hombre entra todo, a pesar de que lo siento desgarrarme, no quiero que se detenga. Es allí cuando comienza el juego de placer al que me sumerge, se clava en mí pero con cuidado hasta que el gusto nos envuelve, moviéndose cada vez más intenso, firme, errático.
Sus embestidas hacen que voltee los ojos poniéndolos en blanco. Malek me empala, martilla profundo hasta que entre el delirio de nuestros sexös mojados que resuenan en su oficina, el olor del crudo encuentro y nuestros quejidos mezclados, grito en la liberación que ha sido mutua, él jadea perdiendo el control, aferrándose a mis caderas.
Cierro los ojos tomando aire, desnudos, entrelaza mi mano y se sienta en el mueble de cuero en la esquina poniéndose otro preservativo. Casi enarco la ceja para preguntarle qué está haciendo. Enfunda su erecto mïembro, jalando mi brazo a él.
—Móntame, ninfa —me masculla deseoso.
Yo no he montado a nadie. Trago la saliva que se quiere ir al pecho del imperioso hombre. Me siento a horcajadas introduciendo esa longitud que no acaba hasta que escoce punzante de dolor. Muerdo mis labios con sus manos en mis caderas que me guían, hasta que encuentro un punto que me hace lloriquear de placer. No me pregunto qué estoy haciendo, menos, con quién lo estoy haciendo. No recuerdo que es el hombre equivocado. Subo y bajo, me muevo de lado a lado disfrutando de él así como él también disfruta de mí.
Malek gime sobre mis labios para besarme follandose también mi boca. Guía mis caderas moviendo las suyas al mismo tiempo que subo y bajo empalándose tan hondo que mis gemidos se van convirtiendo en gritos. Inclino la cabeza sin poder soportar más, él aprovecha el descuido para colarse en mi cuello, chupando, mordiendo. Florecen descargas eléctricas que intencionan las sensaciones que me poseen al besarme, chupar y morder en mi cuello, martillándome duro al mismo tiempo.
Malek me hace añicos.
El orgasmo nos avisa, me ve con esos grisáceos oscurecidos para salirse de mi interior que se siente como una perdida para echarme sobre el sofá poniéndome en cuatro.
Escondo mi rostro enrojecido, sudado y exhausto de pasión cuando se hunde en mí con rudeza.
Malek Al Naimi no es lo que pensé.
Definitivamente, no lo es.
Tenemos sexö crudo, salvaje y severo, son dos cuerpos que se desean el uno al otro goteando lujurïosos.
No me da tregua, cuando creo que ha acabado, me mueve a otra posición que me ciega de placer.
El fuerte clímax nos deja tumbados, sudados, sin aliento. Enrolla mi cuerpo al de él para empapar mis labios en los suyos en un profundo beso. Su lengua no pelea con la mía, se permiten conocerse saboreándome, como si quisiera dejar el rastro de mi deleite. Sé que es así, porque yo también quiero un poco de su sabor.
—Es una lastima saber que te irás cuando abra los ojos, ninfa.
Es lo último que murmulla, cuando cae en un encarcelador sueño que me termina jalando.
Sonrío sintiendo los ojos alivianados ante el extraño sueño que he tenido, lo primero que pienso es en contarle a mis hermana acerca de ello. Me quiero estirar cuando unos fuertes brazos gigantescos me envuelven, la alarma se enciende en mi cabeza retumbando. Yo no duermo abrazada, ni siquiera cuando tenía “novio”, dormía abrazada.
Abro los ojos temerosa para hallar de frente al rendido a ¡¿Malek Al Naimi?!
¡¿Qué fue lo que tomé anoche?!
La pintoresca imagen no hace más que empeorar en todos los sentidos, aspectos, colores posibles. No tenemos ni una prenda de ropa puesta, estamos abrazados piel con piel, que es lo que nos brinda calor. Lucho por salir de sus brazos sin despertarle, preguntándome qué diablos he hecho alrededor de unas cien veces en medio de mi impresión.
El hombre resuella en bramido que causa un escalofrío de pie a cabeza haciéndome temblar. Abro los ojos preguntándome si se ha despertado o no. Negativo el procedimiento, ¿Cómo es que sigue tan rendido? Todavía estoy medio borracha, casi cayendo al suelo. Si no es por el escritorio, me voy para atrás.
Tuve cinco orgasmos.
Las memorias vuelven agravando mi situación. Malek pensó que yo era dama de compañía, yo lo empeoré lanzándome a sus brazos.
Entro en pánico, Malek Al Naimi es el hombre el cual ha estado cortejando a mi hermana mayor.
¡¿Cómo podré explicar mi falta?!
Los ojos se me llenan de lágrimas al considerar que le he faltado a mi hermana, me pregunto cuál será la reacción del hombre que no me voltea a ver, ni porque me tenga en frente.
Busco la ropa interior la cual me pongo con ávida rapidez antes de que me quiebre en llanto, hallando mi vestido arrugado en una esquina botado. Me meto los tacones después de enfundarme en el vestido que ahora me pica como si fuera alérgica a el.
Echo un último vistazo al indiferente hombre hermoso que duerme plácido tan a gusto, ignorante de lo que sucede. Cuando despierte y recuerde lo sucedido, respetaré como sea que reaccione. Sólo espero que no sea tan malo.
Abro la puerta de su oficina oyendo unos gritos afuera. Me escurro en una esquina del largo pasillo para meterme en un grupo de chicas que entran devastadas de alcohol, he encontrado el verdadero baño. Me lavo las manos, peino mi cabello desordenado con los dedos para limpiar rastros de maquillaje corrido.
Lucía como si me hubiesen dado salvajemente, eso fue lo que sucedió. Me sonrojo en automático para salir al compás de dos amigas que van riéndose. No sé qué horas serán, pero ya todo el mundo está alcoholizado, en otro mundo.
—¡Déjenme entrar! —grita una mujer que pelea con tres fuertes hombres que ni se mueven ante su lucha.
—El señor Al Naimi ha prohibido su entrada, señorita Amal. Ya la sacamos hace unas horas, por favor, no nos ponga en una incómoda situación en la que tengamos que sacarla de nuevo —le dice el fortachón frente a ella con un fastidio y pereza que da pena ajena.
—¡Vuelvan a tocarme, los arruinaré a todos y cada uno! ¿Sabes quién soy yo? ¡Déjame entrar ahora mismo!
Un escalofrío entra desde mis talones hasta el último gramo de cabello que tengo. Abro los ojos para ver a la hermosa mujer de cabello arenoso rizado, que pelea con los tres hombres.
¿Quién es ella y por qué pelea para entrar a la oficina de Malek?
Como sea, debo largarme de aquí.
Mis pasos se hacen más largos y apurados hasta llegar a las escaleras, donde bajo casi de dos en dos.
—¡Belanie! —musito en shock cuando me coge de los hombros.
—¡Por Dios, Melody, dónde te metiste, estás loca? Casi tres horas sin saber de ti, te hemos buscado por todos lados. ¡¿Estás bien?!
—Tranquila hermana, me encuentro bien.
—¿Qué? No. Soy la peor hermana, Melody, lo siento, nos emborrachamos y pensamos que estabas en casa, siempre te vas sin explicación cuando te aburres hasta que le preguntamos al chófer…
—¡Estoy bien! —me adelanto en decir—. Vámonos de aquí —demando, para jalarla entre el grupo de personas que ya ha disminuido saliendo del lugar.
Cuando salgo, la oscuridad de la noche ya va abandonando el cielo, así como yo abandono la discoteca en donde me ha sucedido lo impensable. Llegué a casa bañándome, recordando cada uno de los toques de Malek sobre mi cuerpo, esos brillantes ojos dignos de un depredador con la avasallante aura que le acompaña, haciéndolo un hombre difícil de ignorar.
Lo que no sabía para aquel momento, era que el fruto de nuestro encuentro fortuito ya estaba instalándose en mi vientre vacío, listo para cambiar nuestras vidas que tuvieron que chocarse como dos muros de contención, demoliendo todo a su paso.
1 mes después.
(La actualidad).
Reviso la aplicación en mi teléfono que me sirve de adorno, la última vez que la abrí más de dos veces en un solo mes fue... No la había abierto más que para marcar el inicio de la sangrante tortura de ser mujer en las que nos quejamos con Eva por haber mordido el fruto prohibido, puesto a que mi menstruación es tan responsable como fija. Tomando en cuenta de que no había vida s****l activa por la que preocuparse, estaba acostumbrada a que mes por mes, marcaba el inicio de mi período por hábito.
Mis dedos temblorosos dejan ir el teléfono.
7 días de retraso.
¡Ay por favor, que exagerada soy!
Un retraso de una semana lo tiene cualquier mujer.