Natalia
—No puedo creer que haya un nuevo equipo de fútbol femenino. Eso es asombroso. —exclamo extasiada. Hace unos momentos hablé con la entrenadora Miller y me dijo que efectivamente dentro de tres días se haría la convocatoria para las nuevas jugadoras.
—Lo sé. Yo tampoco lo sabía. Al parecer es un nuevo proyecto para este año. —Avery comparte sus M&M conmigo mientras caminamos hacia mi auto.
—¿Este es tu auto? —silba y admira mi auto nuevo, un Mini Cooper 5 rojo. Regalo de papá para compensar las locas ideas de mamá, de mudarnos aquí.
—Sí. Papá lo compró para mí. —Me encojo de hombros y desactivo la alarma.
—¿Quién es tu padre y qué hace?
—Armando Mejia y es un exjugador de fútbol. Jugó en varios equipos europeos.
—¡Vaya! Lo que es tener dinero. —dice. Frunzo el ceño, El colegio Jerusalén es un colegio privado, sé debido a que vi los documentos, que la matrícula y mensualidad son costosos. No entiendo entonces ¿por qué Avery se sorprende?
—No soy rica. —dice. Creo que mi cara acaba de revelar mis pensamientos—. Hay algunos chicos en esta costosa escuela, que estamos becados.
—Guau. No lo sabía.
—Mamá es ahijada del padre Jones. Cuando papá murió, él decidió ayudarnos un poco, dándole un empleo a mi madre. —Asiento. Le pido que suba al auto conmigo espero a que continúe para encenderlo—. Mi padre era ingeniero en una compañía tecnológica, no ganaba muchos millones pero vivíamos decentemente.
—Lo siento por tu padre. No entiendo que es pasar por algo así, pero tampoco imagino vivir sin el mío. —Me da una sonrisa de agradecimiento. Estrecho su mano— ¿Dónde vives?
—Oh no, no te preocupes, puedes dejarme en la parada del autobús. —pide. Sus mejillas se colorean.
—Avery, dime dónde vives. No voy a dejarte ir en autobús.
Me da su dirección y la apunto el GPS, me dice que estamos a 16,5 kilómetros y a 35 minutos de distancia. Esto en Cali equivale a ir desde el norte al sur. Definitivamente aquí en Estados Unidos, todo es grande.
—Bien. Allá vamos. —digo. Enciendo la radio, la música suena y me relajo aun más.
—¿Quiénes son? Suena bien —murmura Avery.
—Son un grupo colombiano de hip hop, reggae, música folclórica, funk y alternativa. Se llaman ChocQuibTown.
—¿Choqui... qué? —farfulla. Me rio, le repito el nombre tres veces.
—Es una combinación, ellos son de Chocó un departamento de Colombia, algo así como Florida es un estado aquí en los estados unidos. Quibdó es la capital.
—Oh. Cantan bien.
—Lo hacen. Esta canción se llama Te Quiero Para Mí, el vídeo lo grabaron en Nuqui. Es otra ciudad de Choco, una playa y no tiene nada que envidiarle a Miami.
—Me gusta. —Sonríe. Mueve su cuerpo al ritmo de la música y aprende rápidamente el coro—. Tiene una hermosa letra. Como para cantársela al chico que te gusta —suspira. Recuerdo entonces a Chad y no puedo evitar preguntar.
—¿Un chico como Chad?
—¿Chad Rowling? —Ríe—. Por supuesto que no.
—¿Por qué no? El chico obviamente está interesado en ti, hasta se ofreció a recogerte en casa.
—No lo creo, él solo es amable.
—¿Vas a decirme que no te gusta ni tantito? —La miro de reojo mientras tomo la avenida.
—Es lindo, no se puede negar. —levanto una ceja. Sus mejillas se colorean y sé que la tengo pillada—. Estuve seriamente enamorada de él en octavo grado. Pero una vez lo escuché hablar mal del lugar donde vivía y como todas las chicas que venían de ahí eran unas trepadoras. Creo que simplemente dejé de verlo como el príncipe de mis sueños.
—Que idiota. —gruño. Un auto no coloca el direccional para cruzar, por lo que le grito un improperio y le saco el dedo medio—. ¿Te rifaron la licencia o qué, estúpido? —Avery me mira sorprendida y ahora soy yo quien se sonroja—. Lo siento, los caleños solemos ser así de explosivos. Especialmente en las vías.
—¿Caleños?
—Así se le dice a la gente de mi ciudad. Caleños de Cali.
—Creo que voy a aprender muchas cosas contigo. El novio de mi madre es colombiano, pero se ha criado toda su vida aquí.
—Te contaré todo sobre mi tierra. Y si algún día te animas, te llevaré, amarás mi país.
—No lo dudo, su música ya me está gustando.
Continuamos escuchando toda la carpeta de ChocQuibTown. Avery baila con cada canción, pero cuando escucha Hasta El Techo, llora. Bueno en realidad fue una lágrima pero dice que fue conmovedora esa canción. Estoy de acuerdo.
Llegamos a su vecindario, no entiendo por qué dicen que es un mal lugar, en Cali, un mal lugar es realmente un mal lugar. Aparco el coche en un edificio de apartamentos. Hay un parque cerca y hace unos momentos pasamos por una preparatoria, lo cual me confunde un poco.
—Mamá quería una mejor oportunidad para mí. Si estudio en la Jerusalén, tendré más opciones de entrar a una buena universidad... eh ¿Natalia?
—Dime Nata, así me dicen mis amigos.
Sonríe. —Nata. No te he visto jugar pero me imagino que siendo hija de una leyenda; bueno, las formas de obtener una beca universitaria, es a través del deporte, y yo soy muy buena corriendo, pero no me aceptaron en el equipo por mi estatura, así que si tú... pudieras no sé, enseñarme a jugar futbol, yo podría entrar en el equipo. Prometo ser buena.
—¿Quieres jugar fútbol?
—Si. Mientras hablabas con la entrenadora vi algunos vídeos y me pareció interesante.
—Las pruebas son en tres días, Avery. —digo. Es imposible que en tres días aprenda a jugar.
—Lo sé, pero aprendo rápido. Por favor... necesito una beca.
—Tienes un promedio decente, o eso me han dicho.
—Pero aun así no alcanza. Necesito intentarlo todo. Quiero ir a una buena universidad y no tener que prostituirme o desnudarme para pagarlo todo. —Sus ojos son suplicantes. Mamá siempre me ha dicho que soy demasiado empática, por lo que se me hace muy fácil imaginar la situación de los demás. Siempre he tenido solvencia económica y jamás he tenido que preocuparme por si hace falta o no dinero. Pero he conocido a personas que sí y he visto por todo lo que pueden pasar.
—Está bien. Empezaremos esta noche. Te recojo a las siete. ¿Vale?
—¡Siiii! —chilla—. Eres la mejor amiga que se puede tener. Estaré lista.
—Lleva agua, demasiada.
Asiente, me da un fuerte abrazo y se baja con una enorme sonrisa. Espero hasta que entra en el edificio y conduzco de regreso a casa.
—No Avery, no puedes usar las manos. Vamos concéntrate. Trata de quitarme el balón con tus pies, sin empujarme y sin tumbarme al suelo. —llevamos un buen rato entrenando en el parque que está a unas cuantas cuadras de casa. Empezamos primero yo diciéndole que es el futbol y cuales son todas las posiciones que hay dentro del campo. Luego calentamos un poco, y ahora la tengo corriendo detrás del balón, adivinando jugadas y enseñándole a marcar al jugador.
Avery no mentía cuando dijo que es muy buena corredora. Así que la posición de lateral le quedaría perfecta. Tampoco fue mentira eso de que aprende rápido, le enseñé unas jugadas y las aprendió rápido. Pero marcar si le cuesta, empuja y usa las manos a la hora de quitarme el balón.
—No puedo, tú me confundes con tus... ¿Cómo dijiste que se llama?
—Gambetas.
—Eso. Es como si tus pies fueran manos y manipularan el balón.
—Se llama buena coordinación viso motora. Con la practica podras hacerlo, debes confiar en que puedes. Pero eso será más adelante. Por ahora, si queremos que pases la prueba debes saber defender, marcar y quizás repuntar. —Bebo un poco de mi agua—. Necesito que te aprendas las posiciones de los jugadores y cómo funciona la distribución de la cancha. Recuerda ten cuidado con los hachazos.
—Eso es entrar fuerte al jugador ¿verdad?
—Así es. Mañana después de clase iremos a mi casa. Voy a mostrarte los videos de mi padre y de mis hermanos. Luego entrenaremos nuevamente.
—¿Tus hermanos también juegan? ¿Viven aquí?
—No. Ellos están jugando en el extranjero.
—Oh. Pensé que terminaría más cansada. —murmura. Toma su botella de agua y también bebé de ella—. Solo siento que me falta el aire, pero no me duele nada.
—Espera a mañana, tu cuerpo aún está caliente. Déjalo que se enfríe.
—Vale. —Sonrío al ver sus mejillas sonrojadas. Avery es una chica muy lista.
—Ven, iremos a comer algo.
—Oh. No puedo, mamá está en casa y me espera para cenar. —baja su mirada hacia el suelo, avergonzada—. Si no te molesta, me gustaría invitarte a cenar. No son las grandes cenas, mamá hoy prepara hamburguesas caseras...
—Detente —exclamo—. ¿Acaso crees que como monedas de oro? ¿Por qué habría de molestarme una hamburguesa?
—Bueno. Imagino que comes esas raras y caras comidas gourmet.
—Mi madre, si cocina una langosta probablemente deje quemar el agua. —bromeo. Avery se ríe y se relaja un poco—. Avery, yo no soy así. Mi familia no es así, somos normales y corrientes. Papá vino de abajo ¿sabes? Su primer partido con la liga inferior, lo jugó con unos guayos rotos y prestados. Él nos ha enseñado la humildad, así que no te avergüences conmigo, no hay razón para ello. Y por supuesto que me encantaría una hamburguesa casera en estos momentos.
—Genial. —Sus ojos se iluminan—. Ella ya las debe tener preparadas. Tenía la esperanza de no equivocarme contigo, y así fue.
—Vamos, muero de hambre.
Conduzco nuevamente a casa de Avery, el apartamento donde vive muy acogedor, pequeño, pero cálido. Y su madre, la señora Alyssa Emerson es una mujer increíble, amorosa, educada, tierna... es tan divina. Creo que es una copia joven de mi abuela Aura. Me recibe con los brazos abiertos y cenamos en medio de una conversación agradable y amena.
Avery y ella son muy unidas, son totalmente cómplices la una de la otra y me alegro mucho por ellas. Aly, como insiste en que la llame, me enseña fotos de mi amiga y me cuenta historia tras historia sobre su familia. Cuando habla de su esposo, sus ojos se humedecen un poco, pero se puede notar ese brillo de amor que aun siente por él. No pregunto de cómo murió, pero por la expresión de dolor en Aly, sé que no fue algo fácil de soportar y Avery solo tenía seis años. Debió ser muy duro.
Me despido de ambas y regreso a mi casa. Estoy a solo dos calles de llegar, cuando una masa oscura se me atraviesa. Freno inmediatamente y me alcanzo a golpear un poco en la parte trasera de mi cabeza, escucho el grito de alguien por lo que asustada bajo del auto. Un chico viene corriendo hacia mí, temerosa de haber cometido un homicidio, me niego a mirar lo que se supone que arrollé. El chico llega y recoge lo que creo es un perro. El animal llora y me estremezco.
—¿Qué demonios te pasa? Arrollaste a Dexter.
—Lo siento, yo... él se atravesó. Yo venía tranquila... —El chico se acerca amenazadoramente y es ahí cuando me digno a mirar su rostro— ¿Jeremy?
—¿Natalia? Oh j***r, esto es una maldita broma. Vgruñe. Me mira con odio—. No solo casi me arrancas la cabeza hoy, sino que también golpeas a mi perro.
—¡Te dije que no lo vi! Además como se te ocurre pasearlo sin correa cerca de una calle. ¡El irresponsable eres tú!
El pobre cachorro, que ahora me percato es un Pastor Alemán, se remueve en los brazos de Jeremy. Éste último me fulmina con la mirada, baja a su perro de nuevo al suelo, y milagrosamente el peludo se levanta, sacude su cola y corre hacia la pelota que creo, era tras lo que se dirigía en primera instancia. Al parecer ni siquiera lo toque.
Jodido perro del infierno. Me la hizo.
—Bueno, para ser un perro atropellado, yo lo veo demasiado bien. —farfullo— ¡Es un milagro!
—No se me hace gracia. Casi me da un infarto. —brama. Su cólera pasa un poco, no es difícil percibir su alivio.
—Pues eso te lo mereces, deberías ser más responsable con tu mascota. Y si hubiera venido muy rápido.
—Es una calle de 30. —dice. Se cruza de brazos y me observa con cuidado.
—No importa, cualquiera puede v****r esa norma. —defiendo.
—Hay cámaras de vigilancia —señala una que se encuentra precisamente sobre nosotros.
—Lo que sea. Eres un idiota por llevar tu perro sin correa. Fin de la discusión.
—Yo no estoy discutiendo.
—Pues yo sí. Bueno ya no. En fin, adiós. —camino de regreso a mi auto. Abro la puerta, pero una mano me detiene—. ¿Disculpa?
—¿De donde vienes? —pregunta. Me doy cuenta que está mirando mis pantalones cortos, los guayos, y mi camiseta de la selección Colombia.
—Estaba entrenando. —respondo. ¿Por qué? no lo sé, no se merece explicaciones.
—¿Entrenando? ¿Qué deporte practicas?
—Fútbol.
—¿Fútbol?, ¿cómo fútbol soccer?
—Sí. —respondo y se ríe. El tonto se ríe—. No le veo el chiste.
—No es nada, solo que siempre he pensado que ese tonto deporte es para chicas —Se encoje de hombros y mi ira crece.
¿Deporte tonto? ¿Deporte tonto para chicas?
—El fútbol, es un deporte muy complejo y no es de tontos ni para tontos. Tonto, es tener que golpear a otro para obtener una jodida pelota.
—El futbol no es así. —frunce el ceño.
—El mío tampoco.
—Si claro.
—Lo que sea, vete a dormir, tontín. —murmuro la última parte. Logro abrir mi puerta y empujarme dentro.
—¿Qué?
—Dije, que descanses y pases buena noche, tarado. —Sonrío y enciendo el auto.
Estrecha sus ojos hacia mí, golpea el capo del auto y grita. —Que descanses Enana.
Le saco el dedo medio. Odio ese estúpido sobrenombre. —Cuida a tu pulgoso. —grito devuelta. El idiota me saca también el dedo y se ríe. Gruño y me alejo, verifico que el peludo no vuelva a meterse en mi camino y recorro, a velocidad de tortuga, lo poco que falta para llegar a casa.
Bajo del auto y saco los balones y el maletín que llevé para entrenar. Me encuentro dando la vuelta al coche para tomar el camino de entrada, cuando veo a Jeremy y su perro correr por la calzada. Mi boca cae, y no es por volverlos a ver, no, es porque ahora Jeremy no está usando camisa, y puedo ver su muy bien definido y perfecto cuerpo. Creo que babeo el suelo, estoy tan concentrada comiéndomelo con los ojos que no me percato de que él también me ha visto.
—Disfruta lo que ves mientras puedas... enana. —se burla. Despego mis ojos de su cuerpo y lo fulmino con la mirada.
—Es lo mismo que vería en cualquier otro lugar. No hay nada nuevo o impresionante que ver. —contraataco.
—Sigue mintiéndote a ti misma, prometo no decirle a nadie que babeaste el suelo al verme —sonríe y continua de largo— Sueña con demonios traviesos, princesita. Es decir sueña conmigo. —guiña un ojo.
Dos chicas pasan en su auto y hacen sonar el claxon cuando ven a Jeremy, el idiota se detiene y les hace una reverencia. Las chicas sueltan unas risitas, se vuelve hacia mí y con altanería me hace una señal de "todo esto, es magnífico" gruño, se da una n*****a a sí mismo, muerde sus labios, se ríe cuando dejo caer otra vez mi boca y corre con destino desconocido con el perro detrás suyo.
—Arrgggg. Estúpido.
Esa maldita n*****a me dejo en shock.