Esa mañana, la Academia estaba lista para recibir al nuevo vicedirector, Magnus Clerk. El aire olía a cera nueva y a tensión. Los pasillos de la Academia de Arte de Londres Gerard guardaban un silencio expectante.
En el Despacho Principal de Dirección, el ambiente era menos formal. Arthur, con un jean oscuro y una camisa de lino, revisaba papeles con una sonrisa de hastío. Katrina Chéjov, apoyada en el marco de la puerta que conectaba su oficina de Dirección de Arte con la de su marido, terminaba su café.
—Profesor, ¿de verdad tenía que venir a las siete de la mañana? Nuestro horario arranca a las nueve —preguntó Katrina.
Arthur dejó caer los papeles. —Tuve que llegar antes. Es su estilo. Es puntual, es alemán, es ex militar. Lo único que me reconforta es que ya no tengo que dar Literatura.
Katrina se acercó y le acarició el pecho. —El único motivo por el que dejaste la literatura, la materia que amaste desde los veinte, fue para dedicarte a la Dirección y a la danza, mi querido marido. Y, seamos honestos, a los seis hijos. Con treinta y cinco años, tu alma ya tiene suficiente drama.
—Exacto. Y no necesito que un hombre de cuarenta y cinco años, viudo y con un historial militar, me recuerde la estructura de la oración. Me dedicaré a la danza. Y a ti. Y a contener el pánico que estoy seguro de que este hombre va a generar.
Katrina le besó la mejilla. —Mantén la calma. Si intenta tocar el presupuesto de Arte, yo misma le haré la vida imposible. Ve, Director General. Y recuerda que eres el rey aquí.
Arthur asintió, recogió su chaqueta y se dirigió a la entrada principal del edificio.
Magnus Clerk era la imagen exacta de la eficiencia. Había llegado a la Academia a las siete en punto. Era un hombre robusto, de hombros anchos y cabello gris recortado con precisión. Sus ojos azules, fríos y penetrantes, analizaban cada detalle. Vestía un traje de paño grueso y llevaba un maletín de cuero gastado. Viudo y padre de tres hijos, era un profesor de Castellano de origen alemán y un ex militar que irradiaba la disciplina que a Arthur le faltaba.
A las siete y treinta, Arthur, obligado por la urgencia silenciosa de Clerk, reunió a la planta docente completa en la sala de juntas.
El equipo principal estaba presente en la mesa central, liderando sus áreas: Katrina Chéjov (Directora de Arte y profesora de Danza Clásica y Pintura); Jandey Matamba (Profesor de Diseño en secundaria), con sus rastas bien cuidadas; Sergi Sergueth (Profesor de Ritmo Libre y de Literatura Infantil). En las sillas periféricas se encontraban Rebeca Kirtz (Profesora de Música y directora de la banda); Molly Monique Elizabeta Sandoval (Profesora de Baile I en secundaria y amiga de Katrina).
Junto a ellos, la sala estaba llena con el resto del plantel: los docentes de Teoría del Arte, los maestros de los niveles inicial y primario y los especialistas en nuevas tecnologías. Más de veinte profesionales que observaban con curiosidad y nerviosismo.
Arthur se puso de pie, forzando una sonrisa. —Buenos días a todos. Les presento a Magnus Clerk, nuestro nuevo vicedirector. Él nos ayudará a optimizar recursos y a... ordenar la gestión administrativa.
Arthur procedió a las presentaciones.
—Magnus, ella es mi esposa, Katrina Chéjov, nuestra directora de Arte.
Magnus le estrechó la mano con firmeza. —Señora Gerard. El aire fresco es necesario. He notado la falta de uniformidad en el plantel.
Katrina ignoró el comentario y Arthur continuó.
—Él es Jandey Matamba, uno de nuestros profesores más brillantes de Diseño.
Jandey se levantó. Su presencia era magnética, pero al extender la mano y hablar, su tono suave y sus gestos elegantes, captaron inmediatamente la atención de Magnus.
—Un placer, Vicedirector. Espero que podamos trabajar bien en el área de Arte.
Magnus tomó nota en su vieja libreta, sin disimular el escrutinio. Su mirada se detuvo en las rastas de Jandey.
—Profesor Matamba. Diseño Gráfico, ¿correcto? Su voz es... particular.
La tensión se instaló. Jandey sonrió, manteniendo la compostura. —Claro, será un placer.
Arthur intervino. —Y él es Sergi Sergueth, profesor de Ritmo Libre y Literatura Infantil.
Sergi se puso de pie. Su elegancia era discreta, pero su presentación fue clara.
—Bienvenido, Vicedirector. Espero que nuestra área pueda mostrarle la importancia del movimiento y la expresión.
Al sentarse, Sergi posó su mano un segundo de más en el hombro de Jandey y sonrió a su esposo.
—Y por cierto —añadió Sergi, con la tranquilidad del que no tiene nada que ocultar—, soy el esposo de Jandey Matamba.
El silencio en la sala fue absoluto, roto solo por el chirrido del bolígrafo de Magnus. El rostro del vicedirector se ensombreció.
Magnus levantó la vista, sus ojos clavados en Arthur.
—Director Gerard. Debo confesar que el ambiente de esta Academia es... inesperado. Parece haber un nivel de libertinaje en la expresión personal que no corresponde a una institución educativa seria. Espero que su política sobre la moralidad de los educadores sea clara.
Arthur sintió cómo la adrenalina regresaba a su cuerpo. Dejó su sonrisa falsa y se enderezó.
—Mi política, Vicedirector Clerk, es la Excelencia Académica y la Inclusión. El profesor Matamba y el profesor Sergueth son los mejores en su campo. Su vida privada, como la mía, no es relevante para su capacidad de enseñar.
—La moralidad es fundamental para moldear mentes jóvenes, Director —replicó Magnus, su voz dura como el acero.
—Y el respeto, Vicedirector. Es fundamental. Sigamos con las presentaciones.
La confrontación había comenzado. Sergi y Jandey intercambiaron una mirada de miedo. Sabían que, a partir de ese momento, estarían bajo la lupa.
A las ocho en punto, el timbre sonó, y todos los alumnos fueron formados en el patio.
Arthur subió al estrado. Su discurso fue la bienvenida habitual: un llamado a la creatividad, la pasión y el libre pensamiento.
—¡Bienvenidos a un año más en la Academia! Aquí, no solo aprendemos; creamos el futuro. Los animo a ser audaces, a cuestionar y a...
—¡Alto ahí, Director!
Magnus Clerk interrumpió a Arthur con un paso firme hacia el estrado, tomando el micrófono sin permiso. Arthur se quedó inmóvil, sus ojos oscuros destellando rabia.
Magnus se dirigió a los alumnos con una voz que era más un comando que una bienvenida.
—Mi nombre es Magnus Clerk, y seré su Vicedirector. Estoy aquí para introducir orden y rigor. He observado su vestimenta... Ningún uniforme. Cabello de colores, piercings... Esta institución ha permitido un nivel de anarquía que terminará hoy.
Magnus miró a la multitud de alumnos.
—El orden es el principio de la excelencia. El orden crea la disciplina. A partir de la próxima semana, habrá un código de vestimenta estricto. La Academia no es un club de baile libre; es una institución de educación. Y la educación exige respeto, uniformidad y el rechazo a lo superficial.
Su discurso era puramente fascista en su énfasis en la uniformidad y el control.
Mientras Magnus hablaba, Jandey notó que los ojos del vicedirector regresaban una y otra vez a la sección de Arte. Clerk había notado que los alumnos no llevaban uniforme, pero su fijación en la libertad que emanaba de los estudiantes era la verdadera fuente de su disgusto.
Sergi tomó la mano de Jandey por debajo de la mesa. La hecatombe había comenzado, y ellos, por ser gay y en una posición de influencia, serían los primeros en ser sometidos a la prueba de fuego de Magnus Clerk. El tabú había entrado por la puerta, listo para desmantelar la única vida segura que habían conocido