Capitulo 1

2740 Words
— ¡¡¡Juro que si tengo que volver a limpiar otra mesa. Yo misma me asesino!!! Asshh... Odio, ese maldito trabajo—expresé entrando a casa. Tire mi bolso y las llaves en la sala. —Sí, volvieras a trabajar de lo que te gusta. No estuvieras quejándote.—Dijo Felipe desde la cocina. Me acerque a él. —Padre. Si estuviera trabajando de lo que me gusta, ya estuviera en España protegiendo a la reina.–Dije sentándome en la mesa– ¡Ah! hola Olivia.–añadí.—Hola, Cristina.—respondió Olivia. —¡Cierto! Buen punto, pero... estarías feliz y no quejándote por limpiar unas cuantas mesitas.–expreso Felipe. —Cris, si te molesta tanto ese trabajo yo podría ayudarte a conseguir otro—comentó Olivia, mientras ayudaba a Felipe hacer la cena. —¡Oh! No, no, no Olivia. Muchas gracias pero tú ya hecho mucho por mí, además no me disgusta tanto que digamos, quizás fui un poco exagerada, trabajar en starbucks me ayudado a conocer chicos muy pero muy lindos.—sonreí. —Oye, ya que hablas de "chicos lindos" Aiden paso hace rato, y dejo dicho que vuelve a las 12 para ir a las ferias. Aiden. Aiden, Aiden ¡Demonios! Aiden me invito a la feria. Sí, hoy comienzan la maldita feria de Nueva Jersey, "maldita" porque ahí supuestamente mi cerebro bese al chico más guapo que he conocido, ahí supuestamente también me casé. Dios... como detesto recordar eso. —O sea, me estás diciendo ¿que llega en 15 minutos? —Sí, cariño. —¡j***r! Hablando con seriedad, yo no quiero ir a esa feria, no me gusta, la odio, además estoy cansadísima. Hoy estuvo pesado el trabajo. —¡Oh! Vamos Hija. Sí siempre te han encantado ir a nuestras ferias, sobre todo cuando íbamos con tu mamá, y... pues todos aquí sabemos que no estás cansada solo dices eso para no ir con el pobre de Aiden.—dijo acercándome una taza de café con chocolate, como en gustan.—Eso era antes, esas ferias ya no son para una mujer adulta como yo.—expresé mientras le daba un sorbo. —Está bien, si no quieres ir no te obligare, pero... Serás tú quién le dirá a Aiden que no iras. –¡Dios! Eres tan cruel, pero está bien, yo se lo diré.–Dije. «Y rezo porque esta vez no arme sus dramas, los cuales me ponen débil y termino saliendo con él» —Bueno, ve preparando que le vas a decir. Está afuera. Lo vi por la ventana de la conocía, debe estar a punto de tocar.–Dijo papá. Y diablos, inmediatamente mis manos junto a mis pierna comenzaron a temblar. Los nervios se hicieron presente. No me gusta mentir pero Aizen se lo busca por ser tan intenso. Sonó el timbre. A tres segundos después que Felipe hablo. —¡Mierda! Llegó—expresé lamentándome.— Ve tú, te lo suplico. Padre–le rogué a Felipe mi padre. —Oh No. No. No estoy loco Cristina, sabes que no soporto ver esa cara llorosa que siempre pone cuando tú le dices que no quieres salir. Lo lamento tendrás que ir tú, hija.–finalizo sentándose a comer junto a Olivia.—¡Ash! Está bien, padre.—dije rodeando mis ojos. Me paré y fui abrir la puerta. Apenas abrir la puerta, Aiden ya estaba enfrente se mi con un ramo grande de rosas rojas, ¡j***r! ¿Cuándo dejará de hacer esto? Todo este año me ha traído obsequios- Al principio no me molestaban porque los tomaba como regalos de bienvenida, pero ya he recibido tantos detalles de él, que me están cansando. No me malinterprete me gusta recibir regalos, pero de alguien que me guste. Siento que si recibo los obsequios él podría malinterpretar mis sentimientos. Y no quiero que eso pase, sufriría mucho y me odiara para siempre. ¡Dios! Cómo quisiera que fuera Dylan en la posición de Aiden.—pensé. Suspiré. —Hola Aiden ¿Y eso? — ¿No me invitarás a pasar? —Sí, si pasa pero… dime ¿Y ese ramo de rosas?—dije, y él entró poniendo las flores en el comedor. —Son para ti, pero veo... Que no estás lista ¡Dios! ¿Por qué aun tienes el uniforme puesto, Cristina? No me digas que no irás—sus ojos se cristalizaron—Oh por dios... Cristina, no me puedes hacer esto. He estado planeando por mucho tiempo esta salida. No me puedes dejar embarcado, de verdad desde hace tiempo tengo planeado esto y...—decía y decía dramatizando la situación. Y yo solo pensaba "Cuando se callará" Estaba cansada. Él no paraba de hablar y mi cabeza estaba por estallar.—¡PARÁ AIDEN!—grité—¡Basta! Sí iré contigo... Solo dame un momento para cambiarme —expresé marchándome a mi habitación—Si quieres pasas a la cocina ahí están Olivia y Felipe—añadí subiendo las escaleras. —Te amo, gracias...—expresó bajito. Aiden. Como siempre con mi maldita insistencia logré que no se echara para atrás de salir conmigo. Hoy será perfecto, yo sé que hoy conseguiré que sea mi novia. Desde pequeña le gustaba mucho ir a la feria ¿Y qué mejor lugar para pedir que sea mi novia de nuevo? Suspiré. Fui a la cocina. —Hola ¿Cómo están? —Hey Aiden. Estamos muy bien gracias a dios... ¿Y qué más pudiste convérsela? —dijo Felipe. —Sí señor. Muchas gracias por avisarme que quería evadirme la cita—agradecí. Felipe me había llamado desde temprano para decirme que tenía una ligera sospecha que Cristina, pondría excusas para no ir conmigo hoy. Él sabe que en la feria le pediré que sea mi novia, por eso me advirtió—No tienes nada que agradecerme hijo, lo hice por Cristina, ya no soporto más verla tan infeliz—contestó Felipe. Converse con ellos mientras que Cristina se arreglaba. Hablar con ellos siempre me agrada, es como si estuviera hablando con amigos de hace años. Cristina. ¡Demonios! Reviso y reviso el closet y no consigo mis botas ¿Por qué siempre las tengo que perder? ¡Dios! Cuando será el día que no seré tan desordenada. Tenía ya rato buscando mis botas pero aun no las conseguía. Así que opte por ponerme unos zapatos deportivos que hacían juego con mi jeans ajustado al cuerpo y una camisa blanca sencilla. Me dirigí al espejo y me coloque un poco de brillo en mis labios marchitos como un rosa sin agua. Me vi en el espejo, miré mi trasero y estaba perfecta. Bajé. Mirando mi teléfono por sí alguien me salvaba de esta salida ¿Pero quién? No sé. Yo no tengo más amigos, además de lo único que recibo mensajes es de f*******: avisándome de los cumpleaños de mis antiguos y desagradables compañeros del colegio ¿cuándo será el día que mi vida mejoré? Como quisiera que me llegara un mensaje diciéndome "Has ganado un viaje a Narnia" Si, a Narnia ¿Por qué quisiera ir allá? No tengo ni puta idea. Y, lo sé no existe pero desearía que sí. —Aiden... ¡Estoy lista!—grité. Esperándolo en la puerta de salida. Él vino hacia mí rápido y con una sonrisa como si fuera ganado la lotería. —Estás hermosa—expresó al estar cerca de mí. Y yo solo pensaba ¿Cómo puede decirme eso, si solo llevó jeans y camiseta? —Siempre lo estoy ¿Ahorita es que lo vienes a notar?—bromee y ambos reímos. Mi padre y Olvia, nos veían con una enorme sonrisa. Como si estaba a punto de sucederme algo que me alegraría la vida. No los entendí y le hice gesto de qué me explicaran por qué mierdas cargan esa sonrisa. Ellos no respondieron pero siguieron sonriendo. —j***r, ya vayámonos Aiden —murmuré arrastrándolo hacia su coche. Al llegar a su automóvil. El cual era un automóvil deportivo totalmente gris, era bonito pero había visto mejores. «Dylan tiene mejores»–pensé. Aiden me abrió la puerta. Prendió el motor y arrancó rumbo a mi pesadilla «Juré no estar mucho tiempo ahí. Apenas pisar el lugar prometo irme» En todo el camino no hable. Primero: Porque no tenía ganas y. Segundo: Porque solo pensar y en ver toda esa gente feliz y disfrutando en familia, me entristece. Minutos después por fin llegamos. Estaba repleto el lugar, se escuchaban risas, gritos, llantos y los sonidos de los juegos mecánicos. Todas las atracciones funcionaban menos la rueda de la fortuna. Estaba totalmente apagada pero no era la que yo recordaba. La que está antes mis ojos, es más nueva y parecía sacada de un cuento de “Adas” Estaba alucinadamente grande y hermosa. No sé cómo describirla. Era extraordinariamente hermosa. Estábamos caminando por la gente y mi mirada la tenía ida mientras escuchaba el balbuceo de Aiden, solo escuchaba "Bla, bla, bla, bla" hasta que me detuve al escuchar "Ya vengo iré al baño".—Esta bien. Te estaré esperando por el señor de los helados—le grité, mientras él se iba corriendo al baño, creo que le urgía. Camine esquivando a la gente que al parecer no le importaba llevarme por delante. Diablos, como odio esto ¿Será que algún día mi vida cambiara? Llegue al carrito de helados y pedí una barquilla de doble sabor. —¿Cuando es?—pregunté mientras le daba un mordisco al helado. —Son diez dólares, señorita —expresó amablemente el señor. ¡Maldición! Tanto por una simple barquilla. j***r, tendré que trabajar doble turno si me quiero costear mis antojos—musité entre dientes. Busque el dinero, y nunca antes me había costado entregar un simple billete. —Tenga ¡Muchas Gracias!—dije fingiendo una sonrisa. Me fui y comencé a caminar por el parque. Eche un vistazo hacia los baños de hombre y Aiden aún no había salido, pensé en escapar pero después me dio lástima dejar a Aiden. Así que ¿Por qué no caminar por el lugar? Al final siempre me gustaba venir y podía aprovechar el sitio para recordar a mi mamá. A esa viejita, que tanto extraño, la cual ahorita estuviera feliz por las nuevas atracciones que ahí. Sumergida en mis recuerdos querían salir las lágrimas pero yo las detenía. Caminaba y caminaba sin rumbo y me detuve al percatar que en la rueda de la fortuna la iban a inaugurar, me quede enfrente de ella escuchando a un sujeto hablar, había mucha gente grosera que no le importaba pisarme. Me harte y me salí de ahí con cuidado para que no me tumbarán mi barquilla, pero como siempre la mala suerte me acompaña. —¡Rayos! Mi maldita barquilla —expresé molesta mientras me limpiaba la camisa. Me había caído en la peor parte. En los senos. —¡Oh! Lo lamento tanto señorita... —decía él imbécil ese que ocasionó este desastre. Yo aún no lo podía ver hasta que...—No se preocupe. Tenga un dólar para que se compre otro —añadió poniéndome el billete en la cara. Me altere ¿Qué mierda se cree ese imbécil? ¿Un dólar? Esto no me costó más que un dólar... j***r, mi ira quería salir y yo la deje sin ningún problema.—¿Un dólar? Un maldito dólar. Usted señor cree que esto se puede solucionar con un dólar —decía mientras me seguía limpiando la camisa.—Esto me costó diez dólares, más de la que hago en un día. Además... ¿Cómo compraré una nueva camisa? —dije y subí la mirada. ¡Dios! Me congele, mi mente se nublo y mi corazón dejó de latir, era Dylan ¿Qué diablos hace él aquí? Tenía tanto tiempo sin verlo. Tenía tanto tiempo deseándolo que no supe cómo reaccionar. Y por lo visto estoy reaccionando como una estúpida. ¡Ya Cristina! Parpadea mujer...—dije dentro de mí. Parpadee dos veces alejándome de él. Caminaba y caminaba lo más rápido que podía entre la cantidad de gente. Dios... escuchaba como él me llamaba, y eso me altero más suplicando que se fuera. Dylan. Mierda. Tal vez esté haciendo mal en ir tras una extraña pero no puedo permitir que se vaya así creyendo que soy imbécil, pensando que le cause eso intencional y que ahora no la quiero ayudar. —¡Hey! Hey... Espera—gritaba, mientras ella obviamente me ignoraba. ¿Y quién le prestaría atención a un extraño? ¡Demonios! ¿Por qué sigo detrás de ella? Se nota que no me quiere cerca. Oh dios... ¿Cuándo me volvió tan masoquista?  Aunque por dios Dylan eso es fácil, desde que te enamoraste de una mujer que no te amaba. Había mucha gente y por un momento la perdí, pero luego la encontré pidiendo un taxi. Me acerque a ella.—No es necesario, yo te puedo llevar. Mi chofer se estacionó por allá—dije tomando su brazo y señalando mi auto, que está exactamente a ocho pasó de nosotros. —¡Oh! NO. No, no gracias pero prefiero irme en un taxi—expresó alejándose de mí y agitando su mano para parar un taxi. Su actitud así mi era rara. Un taxi se paró, note su nerviosismo y me causo intriga. Abrió la puerta del taxi pero al instante se la tranque. Me acerque al chófer dándole 500$ y diciéndole que se marchara. Lo cual él hizo al instante mientras su rostro marcaba una enorme sonrisa, que si yo ganara 600 dólares mensual también me alegraría mucho al recibir 500 dólares en un día. —¿Qué demonio hiciste?—exclamó ella furiosa. —Le acabo de dar 500$. —¿Por qué mierda hiciste eso? ¿Quién rayos te crees? —Porque tú te vienes conmigo, aunque no te guste. Y no me creo nadie, soy Dylan Markle—dije serio y alce mi mano derecha para llamar a mi chofer. Mire a la chica y su rostro solo decía que quería morir. Me miraba con timidez, con furia y ahí supe que era diferente a las otras. Con cuales frecuento. El auto llegó a nosotros en menos de un minuto. Le abrí la puerta y ella se montó posteriormente hice lo mismo, y al instante Alfred preguntó—¿A dónde vamos señor?— Juro que quería decir a mi mansión pero apenas dije—A...—Ella me interrumpió diciendo—A… la calle 50, por favor. Me quedé mudo, solo la miraba mientras que me evadía esa misma mirada la cual transmitía mi interés hacia ella. Nadie nunca me había interrumpido, siempre en las chicas causó interés pero con ella todo era diferente, era como si yo fuera un demonio y ella un ángel tratando de alejarse de mí. El camino hasta su casa fue frío e incómodo. No hablamos, solo se escuchaba su respiración agitada mientras que aún yo la observaba. Luego de minutos llegamos, a una casa humilde pero muy bonita. Ella se bajó por la puerta izquierda que daba a la calle y yo al instante me baje por la puerta derecha que daba a la acera del frente de su casa. Normalmente cuando estas cosas me ocurren, solo le doy dinero y me desaparezco. Pero con ella sentía la necesidad de conocerla. Sentía la necesidad de protegerla. —¡Hey! ¡Aguarda!—grité, ella iba corriendo a meterse a su casa. Se detuvo al escucharme. Giró y me miró.—¿Qué sucede?—preguntó fría. —Me llamo Dylan Markle—dije estirando mi mano. Ella suspiró derrotada pero al mismo tiempo sonrió. —Yo soy, Cristina Fox—estrecho mi mano. Sentí una corriente por todo mi cuerpo y estoy seguro que ella también sintió lo mismo porque al instante los dos, alejamos nuestras manos. Sonreí. Cristina terminó de entrar a su casa, yo ya me estaba montando en el auto hasta que escuche abrir la puerta. —Fue un gusto, Dylan Markle—expresó Cristina tiernamente, causando un rojo suave en mis mejillas un color poco inusual en mí. Estaba feliz. Muy feliz, termine de subir al auto y con mi enorme sonrisa di la orden. A casa Alfred.
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