Pero no funcionaba. Por muy buenos que fueran sus besos, no se acercaban ni de lejos a la pasión y el calor de los de Duane. Sus dedos se posaban en mi trasero mientras yo lo montaba a horcajadas, pero no se arriesgó a apretarlos, ni siquiera cuando me apreté contra él, desesperada por más. "Mmm...", solté un suave gemido al romper el beso y mirarlo a los ojos. "T-Tom... Por favor, tócame", dije mientras extendía la mano hacia sus manos y las apretaba contra mi trasero. "¿E-estás seguro?" preguntó vacilante. ¡Dios! ¡Sí! —gemí frustrada—. No te contengas... —susurré, volviendo a besarle los labios. "Mmm...", gimió Tom al finalmente empezar a masajearme el trasero, masajeando suavemente las suaves nalgas. Se sentía bien, pero no era lo mismo. Recordé cómo las poderosas manos de Duane me

