Los amigos

957 Words
Los cuatro se dan una mirada, Selene o puede ocultar su tristeza por lo que Layla sabe de inmediato que algo no ha ido bien en la cita con el médico. Leonel y Kamal se examinan el uno al otro de la forma más evidente del mundo. —Este es Leonel—le presenta Layla. — Es hijo del presidente Westborn. Nieto. —Aclara la mujer nerviosa, como si sintiese que de verdad estuviese siéndole infiel a su marido, como si les hubiese encontrado teniendo sexo en un motel de carretera, ambos hombres comparten un fuerte apretón de mano y Leonel saluda después a Selene de un forma menos agresiva, la mujer sonríe. —Ella es Selene, la esposa de Kamal. —Mucho gusto —Dicen todos al unísono. —Te ves muy guapa, has aprovechado el día haciéndote mimos comenta Kamal. —He pasado una mañana fabulosa con Lorenzo. —¿Con mi hermano? —preguntó divertido. —Mañana te hago una cita a ti y a Selene —prometió la mujer.—¿Quieren tomar asiento? —Ustedes están en su cita, no queremos interrumpir comenta Selene y los tres le miran sorprendidos ante la acusación, que podría sonar grave, pero al final no dejaba de ser una verdad, en cuanto Kamal y su esposa ingresaron al local les vieron tomados de la mano riendo. —A mí me gustaría algo dulce y regresar al hotel —respondió Selene. Los dos se quedaron en silencio mirándose y finalmente se despidieron. Kamal eligió una mesa desde la cual pudiera vigilar a Layla, y Leonel decidió observarla de cerca para intentar entender cómo se sentía al rededor de su esposo. Él deseaba cualquier oportunidad de hacerle cambiar de parecer, sin embargo, sabía que las condiciones de su matrimonio tenían el principal objetivo de mantener a Layla valiosa y por consiguiente viva. No podía dejarle y ser amantes sabía a poco incluso en su imaginación. —¿Vas a venir a la cena esta noche?—pregunta Layla a su acompañante. —Sí, mi abuelo me ha invitado y mi abuela me ha repetido seis veces que estás casada. —Aspiro a ser algún día un buen líder como tu abuela. —Eso es adorable, Layla. —Es una mujer impresionante—los dos ríen y Kamal les observa hablar, comer, reír. Parece que los dos tienen cerca sus lugares. Por otro lado, su mujer está muy desanimada, y él se pone de pie y va hacia la vitrina. —¿Tienen algún pastel de chocolate entero? El dueño del local le advierte que se están acabando y que está a punto de salir uno, pero ya tiene dos porciones reservadas. El joven príncipe le explica que es el peor día en la vida de su mujer y este le escucha con atención, luego le hace una señal a su primo. —No. —No te he dicho nada. —Estás a punto de decirme que no me vas a dar las dos porciones del pastel que a Layla le encanta, y la respuesta es no. —¿Las dos son para Layla?—pregunta Kamal. —Sí. —¿Tienen red velvet? —Tenemos red velvet en pastel y cupcakes. —Dame las tres opciones. El pastel de chocolate se lo enviaré a mi esposa y a su amigo, y a mi mujer le gusta atiborrarse de cupcakes, pero podría querer el pastel. Layla se une al grupo y le da un par de toques en la espald a Kamal. —Kamal, ¿qué le ha pasado a Selene? —Hablamos en casa, pero creo que hoy no podrá salir. Sé lo mucho que aprecias a los Westborn, así que iremos tú y yo. Llamaré a Lorenzo para que le haga compañía. —¿Ha sido por la adopción? ¿Hay algo en lo que pueda ayudar? —Es el bebé, algo no va bien. —Oh, Kamal, ¿cómo estás tú? ¿Quieres que cancele en absoluto? ¿Qué les han dicho? —Kamal niega con la cabeza. —No puedo hablar de ello ahora. Layla le da un abrazo a su marido y este la rodea con los brazos. En su idioma, le dice que es la primera vez que se siente tan mimado en la vida, pero si siguen abrazados, acabará echándose al piso a llorar. Layla le da un pequeño beso en la mejilla y lo envía de vuelta a su mesa. —¿Crees que pueda hacerle un té al príncipe y a su esposa algo herbal para los nervios? —Sí —responde el joven y ve a su primo. —¿Tú quieres algo más? —No. —¿Te apetece caminar conmigo? Voy a pagar esto y los sobrantes me los envían al hotel. Ralph sonríe y le promete que así será. Layla se despide a lo lejos de Selene y Kamal, y Leonel coloca su mano en la cintura de la joven para dirigirse al exterior. Ella rodea su brazo y le pregunta en qué dirección irán. Él se encoge de hombros y sonríe antes de pasearla por la ciudad. Layla y Leonel conversan sobre los proyectos que la princesa tiene para su país, los proyectos que tiene para Tierra del Sol, las ganas que tiene de salir triunfadora, pero, a su vez, se calla lo aterrada que está de ser madre, de tener que dejarlo. Para ella eso es imposible; le destroza mucho pensar en eso. —¿Estás bien? —pregunta Leonel cuando llegan al hotel. —Sí, estoy muy bien —responde la mujer y le da un abrazo largo—. Gracias por intentar ser mi amigo. —Gracias por no dejar de serlo.
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