Kamal decidió ser honesto con Selene. La honestidad era todo lo que tenían. Entendía perfectamente que él y Selene compartían una relación de años, llena de amor, experiencias, inmadureces e incluso momentos difíciles que al final los habían convertido en lo que eran. Él no quería dejar ir a su esposa, a la mujer a la que había amado con locura en los últimos años de su vida y por la cual había luchado para tener una segunda oportunidad.
Amaba a su esposa y eso lo tenía muy claro, pero se había casado con otra mujer y pedirle que congelara su vida por tres años era difícil, y sumarle que le quitaría un hijo lo hacía aún más complicado.
—Selene, no puedo exigirle a Layla que no ame a alguien más si no estoy dispuesto a ofrecerle lo mismo, pero tampoco puedo permitir que tenga una pareja mientras está conmigo.
—Kamal, tú y yo tampoco gozamos de un matrimonio tradicional. Tú y yo estamos casados, comprometidos el uno al otro, y nuestra relación es exclusiva. Sé que el país estuvo en riesgo y que por el bienestar de Layla necesitaba estar casada contigo, entiendo que haya estado deprimida y que convenientemente podrá darte ese hijo que tú y el reino necesitan, pero no puedo ofrecerle a mi marido, no de una manera sentimental o s****l, y creo que los tres lo hemos hablado por separado.
Kamal asintió y se quedó en silencio, destrozado ante la noticia, sabía que los médicos no dirían nada negativo o determinante en un principio, sin embargo, la experiencia le llevaba a vivir un dolor extenuante, de meses, semana e incluso años.
—¿Por qué no nos enfocamos en el bebé? Tenemos esa cena hoy. Me gustaría que tomaras el día para arreglarte, y mañana discutiremos los dos qué esperas de todo esto. ¿Vale? —Selene asintió—. Tú no eres reemplazable, Selene. Si tuviese que elegir, te elijo a ti, lo que pasa es que Layla es una mujer con sentimientos, una mujer a quien le merezco el mínimo de respeto y lealtad. Layla también será la madre de mis hijos y en unos años, cuando no estemos juntos, no quiero que me recuerde con desprecio u odio. Sé que esto es complicado para ti, Selene, pero también lo es para mí. Estoy intentando acceder al poder de tres países que no confían en mí, que no me reconocen como su ley. Estoy intentando construir contigo la vida que soñamos desde el primer momento y estoy trabajando duro en no hacerle daño a una mujer a la que quiero y aprecio, porque conforme la conozco me convenzo de que Layla no es un monstruo, es una persona tan asustada como nosotros. Se supone que tú y yo nos tenemos el uno al otro al 100% e incondicionalmente, pero ¿quién tiene las espaldas de Layla?
—Es que cuando lo pones así suena como si tuviéramos un matrimonio abierto.
—Selene, un poco. Lo que Layla haga te afecta a ti y viceversa. Si mañana mi esposa va y tiene tres amantes, hablarán de las vulgaridades que hacen las esposas del rey, habrá gente que intentará echarte toda la mierda que ella haga encima de ti. No nos queda más que ser un equipo. A partir de ahora no somos solo tú y yo, pero es nuestra obligación siempre encontrar el balance hacia nosotros y discutiendo no lo estamos logrando.
La promesa de Kamal se sintió vacía, sin embargo, unos minutos más tarde estaban frente a quienes serían sus médicos, ambos altamente recomendados y muy profesionales. Les leyeron su historia médica, desde sus nacimientos hasta el cáncer de Selene. Kamal entendió que era como poner en repetición su peor pesadilla, así que tomó la mano de su esposa, quien sujetó con fuerza sus dedos.
Luego fueron a la camilla y los médicos discutieron de manera muy reservada el caso, las medidas y el crecimiento del bebé, luego les permitieron a los padres verlo.
—Kamal y Selene, estas son muy buenas noticias. Con la cantidad de quimioterapia que te han dado, no era para que quedaras nunca embarazada. Ahora, los milagros pasan, pero queremos realizar unos exámenes.
—¿De qué tipo?
—¿Han escuchado sobre las amniocentesis?
—En mi último embarazo sugirieron no hacerla por el riesgo de aborto.
—Así es, pero hay un mayor riesgo de deformidades y enfermedades genéticas. Eso es lo que sugieren los abortos a repetición, sumado a la quimio. Es por eso que, sin importar el riesgo, preferimos tomarlo.
—¿El bebé tiene algo?
—Sospechamos que no está sano —reconoce la doctora.
—¿Cuáles son las opciones? —pregunta Kamal.
—Lo ideal es realizar las pruebas y la próxima semana sabremos.
—Queremos saber antes de una semana, si voy a perderlo quiero saberlo pronto —exigió Selene.
—Bueno, podría ser algo mínimo.
—¿Cuándo es algo mínimo, Kamal? —grita Selene frustrada. Los médicos les insisten en que no deberían alarmarse, pero sí estar preparados para lo peor.
La joven se pone en pie y sale de la habitación. Kamal recuerda que, sin importar el precio, necesita que los exámenes estén listos tan pronto como los reactivos lo permitan. Kamal sale del consultorio y va en busca de su esposa, no la encuentra en ningún lugar y se preocupa por ella. Uno de los guardas le confirma que ha estado siguiéndola y que parece estar en un parque. Kamal se dirige en la dirección que le indican y unos minutos más tarde encuentra a su esposa sentada en un banco. El hombre toma asiento a su lado, la rodea con el brazo por los hombros, besa la mejilla de su mujer y ella se apoya contra su cuerpo en silencio, agarrándose de su esposo, llena de tristeza y desilusión.
La princesa estaba reunida con Leonel a unas cuadras del parque, ella vio a su amigo llegar y se puso en pie. Leo fue corriendo hacia ella, la abrazó y le dio un beso en la mejilla.
—Estás muy delgada.
El pelo, la piel, el peso, todo en ella era diferente. No era la misma Layla que conoció en una especie de caparazón, sino que parecía un mariposa, pero con colores tristes, de todas formas, Leonel elige solo resaltar lo bueno; cuán emocionado está de que puedan compartir. Ella también le da una repasada y le parece mucho más atractiva que las últimas veces, lleva una vestimenta casual, pero se nota que ha tomado el tiempo de combinar las cosas.
—¿Cómo has estado?—preguntan al unísono.
—He estado estresada, eso sí, pero estoy comiendo muy bien.
—Igual, estás muy guapa.
—Gracias, tú también. He pedido casi todo el menú para que puedas saborearlo todo y un poco más mientras conversamos.
Leonel no quería soltarla, pero hizo un amago de toda su fuerza de voluntad para dejarla ir. Los dos tomaron asiento y él vio los platillos sobre la mesa. El mesero se acercó con dos bebidas diferentes y botellas de agua, él no pudo evitar notar los anillos que ocupaban los dedos de la princesa.
—Layla.
—Leonel... no puedo.
—¿Perdón?
—Siento que tenemos un romance emocional y no puedo hacerle esto.
—Lo entiendo.
—Lo haces de verdad.
—Sí, estás casada y le debes respeto a alguien más.
—Así es.
—Bien, comamos y cuéntame cómo va todo.
A Leonel le parecía increíble lo fácil que era estar con Layla. Era demasiado divertida, llenaba todo de risas y razón. Él no parecía un tipo obsesionado con la edad o con el trabajo, y ella podía reconocer que tampoco se convertía en esa mujer que veía su propia vida como si fuese un recuerdo. Los dos vieron a Kamal y Selene. Él supo de inmediato que se trataba de su esposo y ella se quedó serena, esperando a que se acercara.