—¿Porque haces eso? —Ciro se hizo el loco.
—¿Hacer qué? Solo entré.
—No te he invitado a pasar, ¡largo de mi casa!
—¡No es lo que quieres!
—Por que crees que me conoces, sti eres un perfecto desconocido para mí —sentenció Adhalpe.
—Jaja, eres un maldit'0 cobarde, no quieres aceptar lo que sientes por mi por miedo al que dirán —Adhalpe levantó el puño en alto, quería golpearlo y hacerlo desaparecer.
—¡Anda, vé golpéame! —Adhalpe suspiró hondo, estaba contando hasta diez.
—Eso es lo que quieres, ¿No?
—Anda, muéstrame que no eres un cobarde, quiero que me pegues.
—Eres un patán de mierda, un tóxico en potencia, no tienes nada bueno que ofrecerme.
Ciro se agarró de su paquete entre medio de sus piernas, el dijo en tono burlón.
—Tengo esto para enterarte en tu puerta trasera —no esperaba la reacción de Adhalpe, quien le diera el golpe de su vida, Ciro casi pierde otra pieza dental.
—Aprende a respetar a las personas, ese es tu grave problema.
—¿Crees que tienes la libertad de ofender, de tomar, destruir y dar tu siguente paso? No estoy en contra en si de la atracción que siento por un ser de mi mismo género, lo que me pudre el hígado es tu falta de respeto, y no es solo hacia mi persona, si no hacía todas esas mujeres.
—¡Bravooo, ahora te volviste el abogado defensor de todas esas gatas!
—Prefiero defender a ellas antes de taparme los ojos.
—Mira, dejaré de buscarte, eres demasiado complicado, a mí me gusta gozar la vida, no quiero a un monje a mi lado.
—¡Buen provecho entonces! —dijo Adhalpe.
—¡Si, si, me voy. Ya no te soporto —dijo el hombre mujeriego, quién sin saber si mal que apenas empezaba, salió del apartamento de Adhalpe, su musa, o mejor dicho, su mozo de ensueño.
—¡Grosero, petulante, maleducado! —decia el Adhalpe mientras se quedara solo en su sala.
Obviamente esa noche Adhalpe no durmió bien, daba vueltas y vueltas en cama, en un momento dado se enfadaba con Ciro y en otro momento dado se ponía a pensar que pasaría si el se dejaba llevar y caía en las tentaciones de Ciro.
Aceptar sus tentaciones indecorosas, era como probar el fruto prohibido, pero siendo sincero, el sentía atracción por un hombre igual a él, no se sentía mujer, pensaba como hombre, se vestía como hombre, y le gustaba ser hombre, pero sexu'almente se sentía atraído a un hombre, no a un hombre parecido a una mujer.
Lo cierto es que Adhalpe empezara a vivir un calvario, cuando el susodicho hombre apareció al día siguiente muy bien acompañado de una exuberante mujer.
Misma a la que había buscado al no poder conciliar el sueño, ya había sido preso de la angustia de querer volver para buscar a aquel sujeto que sin mover un dedo, se había ganado toda su atención.
Al abrir el ascensor, lo primero que Adhalpe viera es a Ciro, estaba prácticamente comiéndose a la rubia curvilinea, quien era una persona igual a él, por que sacaba la lengua y se lo metía en la boca del hombre con una perversión descabellada.
Unos segundos bastó para que Adhalpe grabara esas imágenes en su mente, luego supo actuar muy rápido y bien hecho, porque actuó como que le valía un zacatal de M, pues su actuación fue impecable, pasó al lado de Ciro sin volver a verlo.
Entró al área de ginecología, lo esperaba un gential de mujeres, pues Adhalpe tan recién llegado como era, había crecido su fama de ser un hombre guapo y exuberante.
Cada mujer que el día de hoy estaba para tener una consulta ginecológica, un 90 por ciento de ellas, habían venido para ver al doctor Adhalpe de cerca, husmear, ondear la zona y ver si de ahí salían chispas.
Eso era lo malo cuando una mujer o quien sea, se pone desesperadas, y a eso se refería Adhalpe cuando discutió con Aurora y que nadie había obligado a esas mujeres a abrirle el gancho a Ciro, Ciro era un vividor, se aprovechaba de quien encontrara mal parada, ahora inclusive quería coger el anillo de Adhalpe, y si él se dejaba por su propio gusto, pues que lo feliciten para no decir que lo entierren parado.
Pronto los murmullos no se hicieron esperar, Adhalpe incluso podía ver, y escuchar los murmullos y las miradas pícaras de esas mujeres haciéndole el ojito a él, se sintió bastante enfadado, y peormente por que de entrada había encontrado a Ciro el picha hedionda haciendo de las suyas con una facilona.
"Crees que me estresas con tus estúpidas decisiones, "Ump" se quejaba tras bastidores.
Al final, Ciro llegó, se esmeró a atender a las tantas mujeres, con todas fue atento y seductor, tenía esa carisma nata, le regaló sonrisas a todas ellas y casi todas las que llegaron por conquistar al doctor Adhalpe, estaban algo felices de estar al menos bajo la atención de otro doctor guapo.
Pero lo que más enojara a Ciro, era ver a Adhalpe muy serio sin estar sufriendo por su promiscua actitud para con las féminas.
Así es que para terminar de molestarlo y sacarlo de sus casillas, Ciro atrajo a una de las últimas pacientes, y le metió la mano debajo del vestido, le dijo.
—Estas rica mamacita —Adhalpe quien presenciara todo esto, le dijo a Ciro.
—Este es un puesto de trabajo, tendré que reportar tus actividades extracurriculares, la inmoralidad no es aceptado aquí.
—¿Que pasa, estás envidiando mi vida feliz?
—¡Hazme el favor! ¿Tú un hombre feliz?
—Los hombres felices ni hacen lo que tú haces —, dijo Adhalpe mirando con resentimiento a su colega.
—Mi preciosa paciente, tengo a mi compañero doctor que nos puede hacer agriar la comida, mejor si lo dejamos para después.
La mujer volteó a ver a Adhalpe, haciendo un gesto de repudio, salió meneando la cola. Era tan descarada como el mismo Ciro.
Al quedar solos, Ciro se acercó a Adhalpe, le dijo entonces.
—Que pasó, ¿ya te decidiste amar? Si no amarras a tu macho, otras podrán seguir usando mi tiempo —dijo Ciro entre sonrisas.
Adhalpe salió a su propia oficina, dejó a Ciro hablando solo, al verlo irse, Ciro volvió su semblante a lo habitual, para el todo debía ser fingido.
—Cuando aceptarás que me quieres —se dijo parado ahí, se estiró y sacó aire de sus pulmones, la verdad es que estaba tratando de mostrar una cara de el que no había, creyó que si Adhalpe lo veía así con otras, se pondría celoso.
Y si, Adhalpe estaba incómodo, irritado, muy afligido y de mal humor, pero así eran las cosas, no iba a dar su brazo a torcer sabiendo que Ciro era un hombre inescrupuloso, irresponsable y grosero.
Al salir Adhalpe, Aurora lo alcanzó, le dijo.
—Hola mi amor. Disculpa por lo de anoche, peleamos por estupideces de otros, ya no volverá a pasar —Adhalpe sintió un gran alivio al oír su disculpa, él la besó, ella le correspondió.
Mientras ellos se besaban, allí estaba Ciro agachado, mirando a ámbos, empuñó su mano en son de enojo, le dolía verlo feliz y que no fuera con él.
—Mi amor, vamos a mi apartamento, quiero que tengamos una noche esplendorosa —dijo Aurora, lo que pusiera de peor humor a Ciro, quien miraba desde el otro lado.
—¡Vamos! Esta noche soy tuyo. —dijo Adhalpe, lo que hiciera sonreír a la mujer.