Capítulo 3.

4027 Words
Theo no ha dejado de decir lo bonito que se ve todo en la iglesia, claro que en un momento también dijo que eso debió de ser muy costoso, y yo también lo creo, porque al parecer Malú no escatimó en gastos, pero imagino que es lo que siempre ha querido: una boda tan lujosa; la cual yo no podía pagar, o quizás lo hubiera hecho por él, quedarme sin ningún recurso en mi cuenta bancaria sólo por verlo feliz. Creo que ha sido una suerte que Malú me diera una invitación para dos personas, porque si no hubiera sido así, Theo no estaría a mi lado; aunque sé que a él no es precisamente a quién quería que trajera. Quizás pensó que podría traer a mi madre, siempre se ha llevado bien con ella, así que estoy seguro de que no le habría molestado tenerla aquí. La marcha nupcial empieza y todo el mundo guarda silencio, viendo como los novios entran tomados de la mano, compartiendo sonrisas entre ellos y algunas veces con nosotros, es como si tuvieran un momento mágico en el que llegan al altar, arrodillándose en frente del sacerdote, quien empieza con la ceremonia, de la cual sólo me vuelvo un espectador; uno que intenta sentirse feliz,  pero lo único que quiero hacer es caminar hacia el altar y tomar la mano de Malú para llevármelo lejos. Quizás soy masoquista por haber venido porque esto sólo me está haciendo daño, me duele verlo feliz con alguien que no soy yo. Vuelvo a preguntarme lo que hice mal para que él me dejara, porque un día decidió que ya no funcionábamos y todo terminó. Malú está destruyéndome en este momento, mientras le da el sí a un hombre que no soy yo, a Lewis Leo, quien se convirtió “en el amor de su vida” como me lo dijo él mismo, ¿por qué no puedo ser como él y superarlo? Han sido meses desde que todo terminó y sigo amándolo. Una mano suave y pequeña acaricia la mía, y cuando vuelvo mi mirada hacia un lado veo a Theo, quien me da una sonrisa como si me dijera que todo está bien, y con su otra mano abre la mía que está en puño y entrelaza nuestros dedos. Coloca su cabeza sobre mi hombro mientras vuelve su mirada al frente, en donde ahora el sacerdote está diciendo aquella frase trillada de “si hay alguien que se oponga a este matrimonio, que hable ahora o calle para siempre”. Dios, quiero levantarme y decir que yo me opongo, que Malú no puede casarse, pero el dedo pulgar de Theo hace círculos en el dorso de mi mano como si intentara calmarme. —No lo haga —me susurra. Lo miro un poco sorprendido, porque él se ha dado cuenta de mi intención. Sus ojos se posan otra vez sobre mí, parecen suplicarme que me quede en mi lugar con mi boca cerrada, y es lo que hago, me quedo mirándolo mientras el clérigo da por terminada la ceremonia, le siguen aplausos y gritos que dicen que las personas están felices por esta unión, todos menos yo. No me acerco a los novios inmediatamente como muchos lo han hecho, no quiero felicitarlos por algo que no me hace feliz, y Theo parece entenderme, o bueno, eso creo, porque no es que precisamente Malú le agrade como para que él quiera acercarse, y no es algo que se molesta en ocultar, de hecho, me lo dejó muy claro ayer. —Aldair —escucho una voz conocida llamarme— que sorpresa, no pensé que vendrías. Me giro hacia la voz que me ha llamado y me encuentro con Michael, un amigo que Malú y yo tenemos en común, con quien no esperaba conversar en este día, no cuando lo he estado evitando todo el tiempo, ya que parecía que sólo les causaba lástima cada vez que me veían después de la ruptura entre Malú y yo. Pero aquí estoy, viéndolo frente a mí. —Sí, bueno, Malú me invitó. —Lo sé —mira hacia los novios— dijo que era importante que estés aquí, pero yo no pensé que tú lo harías. —¿Por qué no? Intento mostrar que ya no me importa, que no me duele que Malú esté casado. No creo que esté funcionando, porque aquella mirada de lástima sigue estando ahí, como si yo no pudiera superarlo nunca. Él ya lo hizo y es algo que yo debo aprender, porque sé que ya no tengo posibilidades.  Hace mucho tiempo atrás que no las tenía, pero quise guardar la tonta esperanza de que mi ex iba a volver a mí. —Mi amor —una voz habla a mi lado en un tono bajo. Vuelvo mi mirada a Theo, quien curva mínimamente sus labios y baja la mirada hacia nuestras manos que siguen entrelazadas, y puedo darme cuenta que mis nudillos comienzan a volverse blancos porque estoy apretando con fuerza su mano, por lo que aflojo un poco, viendo cómo sonríe más sincero, luego mira a Michael, quien parece que acaba de notar a mi acompañante. —Veo que no viniste solo —dice mi amigo. —No, él es Theo. Dejo ir la cálida mano de Theo, notando como este parece ganar unos centímetros más al pararse recto y extender su mano hacia Michael, que lo mira juzgándolo. —Mucho gusto —su sonrisa sigue en su rostro— soy Theo, el novio de Aldair. Tal vez debería de molestarme que siga presentándose de esa manera, pero creo que en este momento es necesario, porque Michael se ve sorprendido, y yo espero que de esa manera deje de verme con lástima. —No sabía que Aldair estuviera saliendo con alguien —mi amigo me mira. —Empezamos hace poco —Theo sujeta mi brazo y apoya su cabeza en mi hombro— sólo llevamos un mes. No sé la razón de la mentira de Theo pero sigo sin quejarme porque parece ser lo mejor en este momento, incluso cuando Michael se va diciéndome que espera verme en la recepción, lo que provoca un gruñido bajito, pero que yo logro escuchar perfectamente, porque Theo sigue estando apoyado en mi hombro, y luego me mira con una pequeña sonrisa. —¿Vamos a ir a casa? —No, vamos a la recepción. Sé que la idea no le gusta, las muecas que hace lo dejan muy claro. A pesar de eso no se queja, va conmigo a la recepción, quedándose a mi lado todo el tiempo, a veces sin decir nada cuando Michael que está en la misma mesa que nosotros, ha iniciado una conversación para hablarme de su vida y todos los acontecimientos sucedidos en el tiempo que no lo he visto, mencionando a personas que él no conoce, pero Theo le presta atención. —¿Ya felicitaste a los novios? —dice después de que su relato terminara. —No —vuelvo mi mirada hacia la mesa de ellos. —Creo que a Malú le agradará saber que estás aquí. —Con permiso —Theo se levanta de su silla— voy al baño. Michael frunce el ceño y sigue con la mirada a Theo, hasta que este está un poco lejos de la mesa, luego vuelve a mirarme a mí con desaprobación. —¿De dónde lo sacaste? —pregunta.  —¿Qué? —Al chico —hace una mueca— Aldair, sé que lo de Malú casándose es un poco duro, pero no tienes que inventarte un novio para venir a su boda y decir que ya lo superaste, eso es algo… —Mi amor —siento un par de brazos alrededor de mi cuello—, acompáñame al baño —me susurra al oído.                               Vuelvo mi cabeza a él, que me mira con esperanza, y después a Michael, sin tener que pensarlo demasiado, porque no quiero seguir sosteniendo esta conversación acerca de Malú, de cómo verlo casarse me ha dolido, y parece que Theo ha llegado una vez más en mi rescate, que es algo que debo agradecérselo. —Discúlpame un momento, acompañaré a Theo a buscar el baño. Michael no parece feliz con mi idea de irme, pero no puede obligarme a que me quede, por lo que asiente mientras Theo toma mi mano y me comienza a llevar en dirección de los baños, porque no hay cómo perderse si hay un letrero con una flecha que muestra en qué dirección tenemos que ir, pero él no dice nada, no hasta que llegamos y se asegura que no hay nadie ahí. —¿Estás bien? —Sí —digo intentando restarle importancia. Su siguiente acción no es algo que espero, porque si quisiera demostrar a alguien que sí somos novios, un baño vacío no es el mejor lugar. Sus labios son tan suaves, como la caricia del pétalo de una rosa, y me dejo llevar, sintiendo su lengua rozar la mía, que como si nunca lo hubiera hecho antes, intento evitarla por la sorpresa, haciendo que él se aleje con una sonrisa. —Sólo disfrútalo. Me vuelve a tomar de la mano y me lleva dentro de un cubículo, colocándome contra la puerta, y lo veo dejarse caer de rodillas delante de mí, y sus manos comienzan a desabrochar mi cinturón. Sé que debo detenerlo, sé lo que es correcto, pero Theo no parece dispuesto a ceder, no cuando me veo gimiendo por lo que sus manos hacen en mí, lo que su boca puede llegar a hacer, y él parece tan satisfecho cuando tomo su cabello, marcándole un ritmo que lo hace gemir, enviando nuevas sensaciones en mí. Mis músculos enteros se tensan y luego se relajan cuando termino en su boca, y me tomo unos minutos en los que mantengo mis ojos cerrados mientras me recupero. Puedo sentirlo levantarse del suelo y arreglar mi ropa como si estuviera haciéndolo con un niño, cada acción es delicada. Tal vez es porque sus manos son suaves que lo siento de esa manera. Lo escucho inhalar y exhalar varias veces antes de que abra mis ojos; cuando lo hago, este me sonríe, viéndose demasiado inocente que nadie podría imaginar lo que estuvo haciendo minutos antes, a excepción de sus labios rojos y cabello desordenado, que hablan por sí mismos. —Dios, te ves desastroso —digo. Él sólo me sonríe y pasa sus manos por su cabello intentando arreglarlo, sólo lo empeora, por lo que me acerco y con mis dedos peino su cabello, logrando colocarlo casi como antes de que nos encerráramos aquí. Con sus labios no hay mucho que pueda hacer, incluso si paso mis dedos sobre estos intentando quitar cualquier rastro que pudo haber quedado en ellos. Cuando parece que nada está fuera de lugar, bajo mi mirada hacia su pantalón, notando como este no muestra una erección, y aquello me hace pensar por un momento que los gemidos que escuché fueron algo fingido, pero sus labios sobre los míos me hacen volver de cualquier pensamiento. —Sé controlar una erección. Su sonrisa está presente una vez más, toma mi mano y salimos del cubículo, él me suelta para lavar sus manos y terminar de arreglar su cabello, y yo hago lo mismo, viendo como sus mejillas ahora están ligeramente sonrojadas mientras sus dedos pasan sobre sus labios, como si intentara ocultar lo que estos revelan, lo que sucedió en el cubículo. Luego me mira a mí, sonriendo algo travieso. —¿Podemos volver a casa ahora? —Mira su reloj—. Mis padres me esperan mínimo hasta dentro de tres horas. Si no entendí el mensaje oculto en sus palabras y tono, lo hago cuando me vuelve a besar, porque no hay que ser adivino para saber lo que intenta decirme, y estoy en total acuerdo con irme de la fiesta, o al menos lo estuve hasta que volvemos a nuestra mesa para despedirnos de Michael. Lo que menos esperaba era encontrarme a Malú ahí, quien sólo me sonríe al verme, a pesar de que su mirada se endurece un poco cuando ve a Theo y nuestras manos entrelazadas. —Aldair —dice sonriendo— me alegra que vinieras —se levanta de su silla— eso quiere decir que sí podré bailar una canción contigo. No espera una respuesta mía, sólo me arrastra a la pista de baile, en donde también está su esposo, quien baila con una mujer mayor, y cuando sus miradas se cruzan, ellos se sonríen entre sí, con esa comunicación silenciosa que él y yo ya hemos perdido, pero segundos después Malú vuelve su atención a mí, frunciendo su ceño. —Prometiste no traerlo —me reclama. —Es mi novio. Malú hace una mueca que no sé cómo interpretar, pero luego empieza a hablarme de lo feliz que parece Michael de volver a verme, de su propia alegría al estar casado. No es una canción la que bailamos, me dejo envolver en sus palabras, en lo agradable que es estar con él, en los recuerdos, porque olvido que estamos bailando en su boda, al menos hasta que su esposo llega a pedirme que le devuelva a Malú, y este ríe diciendo que tenemos que volver a bailar en la noche. Cuando se alejan de mí, me giro a mi mesa, en donde sólo está Theo sentado; sus sonrisas han desaparecido, su corbata ha dejado de estar en su cuello y, el frac también ahora cuelga en el espaldar de la silla, parece aburrido, y me recuerdo que nosotros habíamos dicho que nos iríamos antes de que Malú me pidiera bailar con él. —Theo… —Me voy a casa —habla tomando su frac y corbata. Su voz no parece molesta, y tampoco me dice que vaya con él, pero lo hago, lo sigo afuera de la fiesta y dentro del taxi, dejando que el silencio nos envuelva mientras poco a poco empiezo a sentir el cansancio de lo que fue un día de trabajo y fiesta. Cuando llegamos al edificio mi cuerpo se siente demasiado pesado, lo único que deseo es ir a dormir. Pienso que Theo se siente igual cuando en el ascensor coloca también el número de su piso, ya no es un “mis padres me esperan dentro de unas horas más”, sino que lo escucho suspirar varias veces hasta que el ascensor se detiene en mi piso. —Buenas noches, Aldair —su voz suena cansada. —Buenas noches. Salgo del ascensor y escucho como las puertas se cierran detrás de mí, pero no le presto atención, no cuando lo único que deseo es llegar a mi cama y dormir, no hay lágrimas antes de hacerlo porque me siento agotado. Quizá por todo el esfuerzo que hice para no reaccionar incorrectamente en la fiesta de Malú, no iba a arruinarle un día importante en su vida, no después de no poder impedir que se casara, y lo único que sé es que debo dejarlo ir. *** Monotonía, he regresado a ella después de que Malú se casara, porque a pesar de que dije que tenía que dejarlo ir, no puedo. Cada día pienso en él, en lo diferente que pudo ser nuestro final, y el espejo sigue devolviéndome aquella imagen que no reconozco, la que luce cansada, la que quiere gritar pidiendo algo de ayuda, si tan sólo pudiera dejar de pensar en él, que no estuviera en mi mente las veinticuatro horas al día, sería más fácil. Mis pasos son pesados mientras camino de la parada del autobús hacia el edificio en el que vivo, y mis veintisiete años empiezan a pesarme como si tuviera cincuenta. Le presto poca atención a mi alrededor, me siento como si hubiera vuelto a pasar por la ruptura de mi relación con Malú, porque ir a su boda fue un error, y cada noche me enojo conmigo mismo por no haber sido un poco más valiente, pero también por ser egoísta. Malú ama a su esposo, yo no podía sólo arruinarle la felicidad, pero sigo aferrándome a él, como si pudiera hacer que volviéramos a iniciar cuando sé que eso no es posible. Gritos me hacen salir de mi letargo, y cuando levanto mi mirada, veo dos figuras de jóvenes un poco conocidas correr entre sí mientras cruzan la calle, ellos juegan empujándose, y al final, el chico de cabello n***o que no he visto en casi un mes, salta a la espalda del que es un poco más alto, quien se remueve queriendo quitárselo, sin lograr su objetivo. —¡Jared, ahora debes llevarme a casa en tu espalda! —Pesas como una vaca, Theo, bájate. Lo escucho quejarse y siguen discutiendo mientras ríen. Jared se queja mucho acerca de que Theo pesa demasiado, y este le dice que debe de tener respeto por su hermano mayor, negándose a bajarse, y los veo así entrar en el edificio, todavía están riendo entre sí, que parecen un par de niños pequeños. Los sigo, no porque quiera, sino porque no hay otro camino que tomar, y tampoco es que me desagraden, aunque debo de admitir que no sé cómo debo reaccionar ahora que veo de cerca a Theo, ya que no lo he hecho desde la boda de Malú. Las puertas del elevador están por cerrarse cuando lo detengo colocando mi mano y entro, viendo como la risa de los hermanos disminuye y Theo baja de la espalda de Jared, y este envuelve su brazo alrededor de los hombros de su hermano, atrayéndolo hacia su pecho como si estuviera protegiéndolo de algún peligro. Una acción que quiero ignorar, Sólo marco el número de mi piso. Que Theo no me dirija la palabra frente a Jared en realidad no me sorprende, ya que normalmente no hemos tenido a su familia alrededor, porque cuando fui a su apartamento este no me habló, y yo me fui antes de relacionarme con ellos, y hago lo mismo ahora, salgo del ascensor sin dirigirles la palabra. —Es un idiota —escucho que dice Jared a mi espalda. No le presto atención a esas palabras y voy a mi apartamento, siendo recibido por la soledad a la que ya debería de estar perfectamente acostumbrado, pero no es así, porque en este momento soy capaz de volver al trabajo con tal de estar entretenido en algo, y por eso enciendo el televisor, sólo para que haga ruido y no sentirme tan solo. Sé que no es mucho tiempo el que ha pasado desde que llegué, pero hay unos golpes en la puerta que me hacen ir hacia ella rápido, porque creo que algo malo está pasando. Sin embargo, cuando la abro, lo que menos espero es un puño que va directo a mi pómulo, que me desestabiliza, y a pesar de que mi cuerpo se ha colocado alerta, no soy lo suficiente rápido como para evitar ser lanzado al suelo y tener un cuerpo sobre el mío, y un puño otra vez impactando en mi pómulo. —Idiota —gruñe mi agresor—. No vuelvas a acercarte a Theo. El tercer puño no llega, soy lo suficiente rápido para detenerlo y dar yo el golpe, siendo mi cuerpo el que se mueve, dejando el suyo bajo el mío, y es cuando me doy cuenta que quien me ha golpeado no ha sido otro que Jared, el hermano de Theo, quien parece furioso por algo mientras se remueve bajo mi cuerpo. Tomo las precauciones necesarias para que al alejarme él no me vuelva a golpear. —¿Podrías explicarme por qué fue eso? Me da una mirada furiosa y el dorso de su mano se posa en el lugar que yo golpeé, haciendo una mueca que intenta ocultarla bajo un ceño fruncido, y sus puños se aprietan por lo que me preparo para lo que creo que será otra pelea. Pero él no se mueve de su lugar, sólo parece querer matarme. —Escúchame bien —gruñe— no te le vuelvas a acercar, porque si vuelvo a ver a Theo llorar por tu culpa, voy a lanzarte sin compasión por esa ventana. Me señala una de las ventanas del apartamento que dan hacia el edificio de enfrente, y tal vez debería de empezar a preocuparme porque él parece decidido a hacerlo. En este momento sólo sale dando un portazo, me deja pensando las cosas, ¿Theo había llorado por mi culpa? Pero si yo no le hice nada. Los recuerdos de la boda de Malú llegan, pero sigo sin encontrar cuál fue mi error, porque a pesar de todo, Michael no le dijo nada, y estoy seguro que nadie se le acercó mientras yo bailaba con Malú, y lo único que puedo pensar es cuando horas antes lloró sin razón alguna, pero yo no era el culpable, o al menos eso me dio él a entender. Minutos después de que Jared se fuera, no me he movido de la puerta, y cuando esta vuelve a sonar, lo pienso un poco antes de abrirla, siendo esta vez más cauteloso, porque no quiero tener otra sorpresa como la de minutos antes, pero no me encuentro con el chico de piel un poco bronceada, sino que con unos ojos que miran con preocupación. —Voy a matarte, Jared —murmura sin apartar su mirada de mí. —Theo… —Aldair —su voz es suave— ¿Puedo entrar? Abro la puerta para él y luego la cierro, viendo como este muerde su labio inferior como si dudara en lo siguiente que va a hacer; sus ojos se pasean por la sala de estar, y luego me mira como si me pidiera perdón. —Lo siento —dice— Jared es un tonto, y a veces actúa sin pensar. Da pasos dudosos hacia mí, su mano tiembla un poco cuando la acerca al lugar que su hermano ha golpeado antes, y debo decir que tiene fuerza aquel chico, porque duele la zona que me golpeó, a pesar de que Theo está siendo delicado. —¿Duele mucho? —Un poco. —Siéntese, por favor —lo hago— ¿en dónde tiene el botiquín? —Está en el baño, puedo ir por… —Está bien, puedo hacerlo yo. Va hacia el baño y a los minutos regresa con el botiquín, aunque yo creo que es innecesario, él cura las heridas con alcohol, haciéndome quejar, y no pensé que siquiera la gasa con la que me limpia pudiera tener sangre, y aunque es poca, la hay. —De verdad, Aldair, lo siento, no pensé que Jared sería un bruto. Sus ojos me dicen que es así, incluso veo lágrimas acumularse en estos, las que él intenta retener, y yo no sé qué hacer, lo único que tengo claro es que no quiero verlo llorar; ya lo hice una vez y, no es la imagen más bonita que puede haber, prefiero verlo sonreír. —No fuiste tú quien me golpeó. —Pero sí el tonto de mi hermano, en verdad, no sé qué tiene en su cabeza; creo que tierra en lugar de cerebro, él es muy impulsivo. —Todo está bien. Acaricio su mejilla intentando tranquilizarlo, pero lo único que obtengo es más palabras pidiendo perdón y las lágrimas que quise evitar, porque él no puede contenerse, y no lo pienso demasiado cuando lo atraigo a mí en un abrazo, y doy palmaditas en su espalda, intentando que se calme. —No llores. Se separa de mí unos pocos centímetros, y sus labios se aprietan intentando retener sus sollozos, sin conseguir demasiado, que hace que quiera volver a abrazarlo. —Aldair, ¿puede ser mi novio? Tal vez es porque quiero no verlo llorar más cuando doy una afirmación a lo que me pide, viendo una mueca un poco extraña en su rostro porque sonríe. Las lágrimas siguen cayendo, y luego me abraza, sin embargo, se siente bien saber que de alguna manera pude hacerlo feliz, aunque yo sé que mi respuesta ha sido sólo por no verlo llorar.
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