Capítulo 2

2299 Words
Los rayos del sol me obligan a despertar, deslizo mi mano por el colchón, encontrándome con el frío de las sábanas que me dicen que ahí no ha estado nadie por un buen tiempo. No estoy pensando claro en ese momento porque no sé exactamente a quién estoy buscando. ¿Es a Malú? No, tengo que recordar que él no estuvo a mi lado anoche, no fue quien durmió conmigo, sino que fue cierto chico que regala abrazos todos los días en el ascensor. Mis ojos se abren con dificultad por la luz, y dirijo mi mirada a la mesita de noche, notando que el reloj todavía marca las siete de la mañana, y se supone que no sonará sino hasta dentro de media hora. Es extraño cómo me siento, parece que mi cuerpo está un poco más ligero en esta mañana, pero tampoco le presto mucha atención a eso, no cuando me levanto de la cama y camino hacia el baño. Empiezo a considerar romper todos los espejos de mi apartamento, porque la imagen que me devuelve este, no está nada acorde con cómo me siento, a la tranquilidad que experimenté al despertar. Este se encarga de recordarme que Malú me abandonó meses atrás, que debido a eso ya no queda casi nada del Aldair que yo era. Malú, se había convertido en mi norte y cuando él se fue quedé en la nada ¿Cómo es posible que una persona llegue a depender tanto de otra? Aparto la mirada del espejo y me meto bajo el agua caliente, necesito despejarme de estos pensamientos que me llevan a Malú, que sólo me hacen daño, y lo hacen todavía más en el momento que recuerdo que él estuvo anoche en su cena de ensayo, a la cual no asistí, y creo que eso debo de agradecérselo a Theo, ya que si no hubiera sido por él pude haberlo hecho, ¿cuán patético me hubiera visto llegando a esa cena? Sé que me tomo más tiempo del normal mientras me baño, pero me vuelvo a sentir un poco más relajado al momento que termino, metiéndome en uno de esos trajes que uso todos los días para ir a trabajar. Esta mañana incluso siento un poco de hambre, lo que me recuerda que no he comido la noche anterior. La sensación me parece tan extraña ya que desde hace meses he estado comiendo por obligación, no porque sintiera que mi cuerpo lo necesitara, y eso se había reflejado en mí, haciéndome parecer un poco enfermo. También hizo que me alejara de las personas porque estas solían hablar de mi apariencia, como si no estuviera presente. Cuando estoy listo, salgo de la habitación con la idea de ir por comida a la cocina, y en este trayecto recuerdo la comida que ayer me trajo Theo, y empezaba a sonar como una buena opción de desayuno. Sin embargo, no estoy preparado para lo que me encuentro al llegar a esta, porque un hombre perfectamente vestido de manera casual, sin perder la sobriedad que siempre lo ha caracterizado, está ahí, apoyado en la encimera y con una taza de café en su mano. Lo sé porque el olor inunda todo el lugar. —Malú… —digo sorprendido. —Hola, Aldair —él bebe de su taza. —¿Qu-Qué haces aquí? ¿Có-Cómo e-entraste? Sé que sueno tonto al tartamudear, pero me ha sorprendido su presencia, estoy seguro de que si algo hice cuando Malú se fue, eso es que cambié la clave del apartamento, no porque haya querido exactamente hacerlo, pero fue una sugerencia de la psicóloga y la tomé. Creo que en realidad es una de las pocas cosas que realmente hice, y tal vez por eso no siento que la terapia ayuda, porque al final nunca la escucho de verdad. —El chico de ayer me dejó entrar —lo dice como si no tuviera importancia. Me tomó unos segundos darme cuenta que se refería a Theo, aunque no sé la razón de que lo hiciera, porque estoy seguro de que ayer, antes de dormirnos, él había murmurado algo acerca de ayudarme a olvidar a Malú. En realidad, no estoy seguro de si esas fueron sus palabras, porque él hablaba mucho acerca de salvarme, y lo hacía sonar como si fuera algo tan sencillo que llegué a creer que era posible que lo hiciera. Pero ahora que tengo a mi ex enfrente de mí, sé que no lo es, no cuando lo único que deseo es cruzar la habitación y pedirle que regrese. —Ayer no fuiste a la cena. Él sabe cómo golpearme, me destruye con sus palabras, porque me recuerda que está por casarse, y debí suponer su presencia aquí. Yo fui un invitado que no estuvo en su mesa, y aquello debió arruinar algo que él planeó cuidadosamente y, eso era algo que Malú odiaba, porque él podía ser el hombre más perfeccionista del mundo. —No pude hacerlo. Intento actuar normal, enfocando mi mirada en los recipientes con comida que dejé ayer en la encimera, recordando por un momento cómo es que nunca la comí, y eso era Theo. Dios, ese chico podía alterar la vida de cualquier persona, siempre tan sonriente, tan confiado en sus acciones, en un principio pensé que era como un ángel, pero ahora llego a creer que es como un demonio que sabe cómo hacerte caer en pecado. —Es porque no invité al chico —su voz tiene un ligero toque de molestia. —No, sólo… —recuerdo a Theo— tenía otro compromiso. Meto uno de los recipientes en el microondas y cuando giro, veo a Malú haciendo una mueca. No sé qué es precisamente lo que le molesta, pero intento no prestarle atención, no debería de importarme, era mi decisión ir a la cena o no hacerlo, él ni siquiera me avisó con anticipación. —¿Desde cuándo comes comida basura? —¿Qué? Me señala con la barbilla hacia el microondas, y estoy seguro que mi ceño se está frunciendo, porque tal vez no era la comida más elaborada, pero creo que al menos es saludable, mucho mejor que la comida instantánea, la que se había vuelto muy recurrente para mí desde que Malú me dejó. —¿Qué tiene de malo la comida? Hace una mueca que me recuerda que con él, siempre se tenía un plato gourmet sobre la mesa, hasta en eso era tan cuidadoso y tal vez, yo sí había cambiado un poco desde que se fue. Pero no porque lo hubiese notado, no hasta ahora, sino porque prefería pasar mi tiempo durmiendo, o rodando sobre mi propia miseria. Lo sé, soy tan lamentable, siempre autocompadeciéndome desde que me dejó, ¿por qué no podía ser como él y sólo superarlo? —En fin, vine para recordarte que no puedes faltar a mi boda. —Malú… —No puedes dejarme solo en algo tan importante para mí. ¿Por qué es tan egoísta? No sé si disfruta haciéndome daño o no se da cuenta de que lo hace, porque sigue colocando sal a la herida; tal vez era mejor cuando él prefería no tener contacto conmigo, al menos de esa manera seguía siendo alguien inalcanzable, y no parecía que pudiera estar dispuesto a darme otra oportunidad, porque estoy a nada de suplicárselo. Malú es tan cruel y a pesar de eso sigo amándolo. —No estoy seguro de que pueda hacerlo. —¿Es por el chico? No es por él, es por mí, ¿qué no se da cuenta?, porque en este momento lo único que quiero es abrazarlo y suplicarle que no se case, quiero hacerle promesas de que le daré todo, quiero convertirme en lo que él desee, sólo para que detenga la boda y regrese conmigo. —No. —Está bien, puedes llevarlo —se acerca a mí—. Hazlo por mí, Aldair, asiste a mi boda. Y sé que soy un tonto, lo sé en el momento en el que asiento, que le prometo que sí, que iré a la boda, y cuando él me pregunta si lo haré sin “el chico”, yo sólo asiento, esperando ver más de esa sonrisa tan amplia que se ha formado en sus labios en el momento que dije que no llevaré a Theo conmigo. *** Si hay alguien a quien creo que nunca podré entender en la vida, ese es a Theo, porque esta mañana no lo vi en el ascensor, y no es que lo haya esperado, porque no todos los días coincidimos. Pero una vez más nos encontramos en el autobús de regreso a casa, y a pesar de que había más pasajeros que ayer, estoy seguro de que él me ha visto, aunque en esta ocasión estoy sentado al lado de la ventana, y no me habló ni se paró cerca, sólo caminó hasta la parte de atrás, disculpándose con las personas para poder pasar. Intento no prestarle atención a ese hecho, quiero pensar que tal vez no me vio, ya que quizás en otro momento no debería de importarme en absoluto, pero Theo y yo pasamos la línea de ser sólo conocidos, y estoy seguro de que él hizo tantas promesas ayer que me cuesta repetirlas a todas, por lo que no entiendo lo que le sucede. Cuando mi parada llega, me disculpo con la señora a mi lado y con las demás personas para poder llegar a la puerta de atrás para bajar, viendo como Theo está parado ahí, sujeto del tubo superior, y al momento que el autobús se detiene, deja pasar primero a una mujer con una niña, luego baja él, a pesar de ser quien estuvo antes, y yo intento seguirlo de cerca, aunque continúa sin notarme, quizás no me vio realmente. —Theo —digo en un tono lo suficientemente fuerte para que me escuche. —No quiero hablar con usted. Su voz es dura, casi igual a ayer a cuando me dijo que ya no estaba invitado a la cena en su casa. No sé qué hice exactamente para que esté enojado conmigo, porque esta mañana ni siquiera lo vi, y toda esta situación me parece tan extraña, porque yo no tengo la culpa de lo que sea que esté pasando por su cabeza, pero creo que está siendo muy injusto, ¿al menos no debería de saber la razón de su enojo? —Theo —insisto, dando pasos más grandes para alcanzarlo, pero me ignora—. ¡Ey! —tomo su cartel de abrazos. —¡¿Qué quiere, Aldair?! Gira, su ceño está fruncido que me hace dudar de si ha sido una buena idea haber insistido en querer saber lo que le sucedía, no era mi tema, o al menos de eso me quiero convencer, ya que parece tan molesto, y por experiencia propia, sé que hay momentos en los que no se quiere hablar con nadie, de hecho, todo mi día fue así, a excepción de que quería saber la razón de que él estuviera enojado. —¿S-Sólo quería saber si estabas bien? —Perfectamente. Toma el cartel de mi mano y comienza a caminar con pasos fuertes hacia el edificio. Parece que hoy salió la versión tonta de mí, porque a pesar de que sé que no quiere hablar conmigo, voy detrás de él, no sólo por vivir en el mismo edificio, sino porque quiero saber. —Theo —hablo una vez más. Se detiene, pero no se gira a mí. —¿No tiene una boda a la que ir? No espero escuchar un sollozo después de eso, lo que me hace sentir incómodo, porque prefiero al chico alegre que regala abrazos, no a uno que está llorando y que, por la nariz roja que lleva, podría parecer tétrico. No lo sé, no estoy acostumbrado a este tipo de cosas, no con un casi extraño, porque cuando Malú hacía rabietas, sabía cómo calmarlas, pero él… Me siento frustrado con todo esto. —¿Cómo sabes de la boda? —No importa. Camina de nuevo hacia el edificio y esta vez no se detiene. Lo sigo de cerca, entrando en el mismo ascensor, en  el que el ambiente se siente tan incómodo y lo que debería de hacer es rogar para que este llegue a mi piso rápido. Sin embargo, lo detengo, ya que Theo no ha parado de sollozar a mi lado, pero cuando lo hago su mirada se endurece. —¿Qué está haciendo? —¿Qué pasa contigo? ¿Estás bien? —Eso no le importa, Aldair. —Tal vez, pero no has dejado de llorar desde que te hablé en la calle; por lo que empiezo a creer que yo lo provoqué y no me estoy sintiendo nada bien. —¿Asistirá a la boda? —¿Qué? —¿Lo hará? —Sí. —Es un tonto. Theo presiona el botón para que el ascensor vuelva a moverse y no sé en lo que estoy pensando, porque es bastante claro que las cosas entre él y yo no están bien, sin embargo, las palabras se deslizan de mis labios antes de siquiera considerar que sea lo correcto. —Acompáñame a la boda. —Sigue siendo un tonto. No entendí si eso era un sí o un no, lo único que sé, es que casi una hora después, cuando estoy por salir del apartamento hacia la boda, me encuentro con Theo en mi puerta. Él lleva una camisa blanca, traje n***o, corbata y zapatos perfectamente lustrados, que son también negros; me vuelve a decir que soy un tonto, pero la sonrisa en sus labios está de regreso. No voy a mentir, es mejor verlo sonreír que llorar.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD