Ir de compras no es algo que me haga feliz, de hecho, lo detesto, pero sé que es necesario si no quiero intentar vivir de aire, y ciertamente, aunque estoy acostumbrado a comprar mi comida todos los días, hay ocasiones en las que prefiero comer en casa, o como es parte de mi rutina, al menos preparar mi desayuno, que tampoco es demasiado elaborado, pero es como un hilo al que me aferro para mantener mi estabilidad, algo que siento que si incluso tuviera cincuenta años, no podría dejarlo. Tomo una conserva de tomate para verificar su fecha de caducidad, porque por mucho que pueda comprar las cosas frescas, con los años viviendo solo, he aprendido que esta es la mejor manera para que la comida no se me eche a perder, o al menos a mí me funciona. —Esos saben muy mal. No puedo evitar que m

