Despedida
La semana pasada celebré mi graduación, y fue una experiencia increíble. Disfruté cada momento, creando recuerdos y cerrando una etapa de mi vida que realmente atesoré. Ahora me embarco en una nueva aventura: iré a la universidad en Atlanta. La institución que he elegido es la Universidad de Tecnología de Georgia, donde tienen uno de los mejores programas de estudios. Estudiaré Arquitectura, que es la carrera de mis sueños. No puedo expresar con palabras lo emocionada que estoy, especialmente porque mi mejor amiga estará a mi lado durante esta nueva etapa y compartiremos apartamento. Sin embargo, hay un pequeño temor que me acompaña: la idea de estar sola.
En la ciudad a la que me dirijo no tengo familiares ni conocidos, lo que me hace sentir un poco nerviosa. Miro mis manos y siento un cosquilleo en el estómago; nunca he vivido en un lugar distinto a Birmingham. Este lugar es muy acogedor y tranquilo, y todo va a ser un gran cambio.
Me duele mucho dejarlos, pero lo más importante es que estoy siguiendo mi sueño. No es que no piense en volver; planeo regresar durante las vacaciones o en mis días libres. Estoy empacando las pocas cosas que llevaré conmigo, como ropa, zapatos, libros y maquillaje. Si me falta algo una vez que llegue, siempre puedo comprarlo. La idea es llevarme lo que pueda de aquí.
De repente, la puerta se abre y mis pensamientos se ven interrumpidos.
—Alycia, ¿estás lista? —dice mamá, entrando como un torbellino—. Recuerda que en dos horas se van.
Mi madre siempre es así; todo debe estar perfecto, no da tregua.
Ella es noble, amable, cariñosa y amorosa. Más que una madre, es mi amiga incondicional, la que me entiende mejor que nadie.
—Sí, mamá, ya casi estoy lista. Solo me falta empacar unas cuantas cosas en las cajas. ¿Sabes si Bianca ha intentado ponerse en contacto?
Bianca es mi mejor amiga, nos conocemos desde que éramos pequeñas y siempre hemos tenido una conexión especial. Ella es muy distinta a mí; creo que por eso nos entendemos tan bien.
—No, cariño, no ha llamado, pero si te parece bien, puedo llamarla.
—Sí, mamá, por favor, así yo puedo seguir con el empaque.
—Está bien, cariño. —Se oye cómo la puerta se va cerrando.
Al mirar por última vez mi habitación, tengo la sensación de que se está despojando de su esencia, a pesar de que no tengo muchas cosas en las cajas. Solo permanecen los libros en la estantería, mi armario todavía está lleno de ropa y en las paredes cuelgan los pósters que seleccioné. También están las fotos de mis amigos y de mi familia. Es difícil separarme de ellos; el dolor es intenso, pero debo hacer sacrificios.
Dejo escapar un suspiro profundo.
Cierro la puerta de mi habitación, dejando atrás esa sensación, y con una caja en las manos, camino por el pasillo donde me encuentro con mi padre, el hombre al que amo con todo mi ser, el mejor padre y esposo, un verdadero ejemplo a seguir. Se detiene frente a mí.
—Muñeca, dame esa caja; necesito ponerla en el coche para que puedas despedirte de la familia. —Él toma la caja de mis manos.
—Papá, sabes que no soporto las despedidas. —Hago un gesto de exasperación.
—Lo sé, muñeca, pero intenta hacer un esfuerzo, es tu partida. —Mi padre me mira con una expresión que no puedo resistir, sus ojos color miel son idénticos a los míos.
—Está bien, papá, me has convencido —con esa carita tan adorable, ¿quién podría decir que no? Sonreí llena de felicidad.
—Así es, mi princesa, te amo mucho —me dio un beso en la frente y se marchó.
Me dirijo hacia la sala donde me esperan mis dos hermanos mayores, mis tías junto a sus hijos, mis primos, sus esposos y mi madre, que no puede contener las lágrimas.
Me acerqué a mi tía Denise, y su reacción fue abrazarme con fuerza. Tenía lágrimas en los ojos y, con la voz temblorosa, susurró:
—Mi princesa, te deseo lo mejor en esta nueva etapa de tu vida. Sé que con tu dulzura lograrás grandes cosas. Sigue así y nunca cambies ese corazón lleno de alegría. Aquí estaré siempre que me necesites, princesa, espero tus mensajes. Te amo, cariño.
Ella es quien me ha enseñado a ver la vida de otra manera y a no andar haciendo locuras. A pesar de tener treinta y un años, es una mujer muy centrada. Es realmente hermosa, siempre con un toque de coquetería. Tiene un dicho que me encanta: “antes muerta que sencilla”. No pude evitar reír al recordarlo. Me abraza con mucha fuerza.
—Gracias, tía Nis, siempre lo recordaré. Sin duda, voy a extrañar tus sabios consejos—sentí un nudo en la garganta—. Nunca cambiaré, no lo olvides; también te amo —le di un beso en la mejilla.
—Esa es la actitud, amor. Y no olvides que deseo que mi nueva casa esté diseñada por ti—al fin me arranca una sonrisa con esas palabras.
—Siempre lo tengo presente, Tía —dije con una sonrisa sincera.
En la distancia, se oye una voz inconfundible, la de Tía Elisabeth, que se dirige hacia nosotros.
—Nada de darle malos consejos a la niña de mis ojos, con su permiso—dijo mientras me tomaba de la mano—. Necesito abrazarla y llenarla de mil besos antes de que se marche.
—Para nada, aquí quien no ofrece buenos consejos eres tú, Elizabeth—respondió tía Denise, alzando una ceja.
Mi tía Elizabeth tiene veintinueve años y es un poco alocada. Siempre me dice que voy a perder el tren del amor, que a mi edad ella ya era muy romántica. Sin embargo, yo creo que el amor llega cuando tiene que llegar, y hasta ahora, a mí aún no me ha tocado.
—Vamos, mis ojos —me dice tía Elizabeth, ignorando el comentario de tía Denise—, cuídate mucho y vuelve locos a los chicos de Atlanta —se ríe—. ¡Buena suerte, pequeña!
¿Por qué siempre tiene que sacar ese tema? Me disgustan estas conversaciones sobre "hombres".
—Sabes que eso no es lo mío, tía. Te juro que si conozco a un chico, serás la primera en enterarte— respondo con un leve tono de molestia— pero como eso parece un sueño lejano, vas a tener que tener paciencia— añado con sarcasmo.
Le doy un beso en la mejilla y continúo mi camino hacia donde están mis primitos, que son tres pequeños terremotos adorables, llenos de energía. Uno tiene siete años y es hijo de Elizabeth, mientras que los otros dos son de Denise, con diez y ocho años. Los considero como mis hermanos menores, ya que pasé gran parte de mi tiempo libre cuidándolos.
—Aly, te vamos a extrañar muchísimo. No olvides enviarnos fotos desde allá. Te queremos y cuando regreses, ¡tráenos muchos dulces! —me dicen con una sonrisa de oreja a oreja.
No puedo resistir la risa que me provocan, son adorables; los abracé con todas mis fuerzas.
—Pequeños terremotos, cuiden a sus mamás y traten de no causarles mucho caos.
Los colmo de innumerables besos y me despido de ellos con una sonrisa.
Mi abuela tuvo únicamente tres hijas, y mi madre es la mayor de ellas. Ella tiene actualmente cuarenta y tres años. Se casó con mi padre cuando tenía veinte, y un año después quedó embarazada de Ethan.
Mi hermano mayor, que actualmente tiene veinticuatro años, ya no vive con nuestros padres. Se mudó cuando comenzó a trabajar en St. Vincent's Birmingham, donde se desempeña como médico especializado en cardiología. Es un hijo excepcional; a pesar de no vivir con mis padres, siempre se preocupa por ellos y está pendiente de sus necesidades. Samuel, mi otro hermano, tiene veintiún años y está cursando la carrera de Farmacia en la Universidad de Samford. Ya le queda poco para finalizar sus estudios. Al igual que mi hermano mayor, él tampoco vive en casa; se mudó a un apartamento con varios amigos cuando comenzó su vida universitaria. Soy la más joven de la familia y tengo solo dieciocho años. Me han dado la oportunidad de irme porque les he demostrado que pueden confiar en mí. Además, tengo el deseo de estudiar en una de las mejores universidades de arquitectura.
Observé a mi madre con un pañuelo en la mano, así que me acerqué a ella y la abracé con fuerza, sin pronunciar palabra. Nos quedamos en ese abrazo durante un buen rato, y nadie parecía interrumpirnos. Fue entonces cuando ella, con la voz entrecortada por las lágrimas, dijo:
—Mi amor, no le prestes atención a mi comportamiento—. Esa petición es imposible de pasar por alto; es mi madre y me doy cuenta de que está sufriendo por mi partida.
—Mami, eso es imposible, lo sabes…—, pero ella me detiene colocando un dedo en mis labios.
—No digas nada, mi niña. Ven y dame un beso que dure hasta que nos volvamos a ver—. Esa petición me hizo reír, así que le di un beso que se prolongó por un buen rato. Cuando finalmente me separé, le dije:
—Te amo, mamá, te voy a extrañar muchísimo, pero estaré llamándote. No pienses que porque me voy te vas a deshacer de mí tan fácilmente, eso jamás, madre—. Ella se ríe a carcajadas y eso me llena de alegría.
—Yo también te amo, amor. Pero vete ya, porque si no, me voy a lamentar—dice riendo.
La suelto y continúo mi camino en busca de mis hermanos, ya que el tiempo se nos agota. De repente, siento unas manos que me levantan por detrás y una voz suave me susurra...
—Pequeña, ¿qué estás pensando? ¿No se supone que ibas a despedirte de mí?
En un instante supe que era Ethan, con esa voz potente y grave. Su figura es robusta y sus brazos bien tonificados. Me giró para quedar frente a frente y, al mirarlo, noté esos ojos verdes que heredamos de mamá, su cabello castaño oscuro similar al mío, y además, es realmente alto.
—Claro que sí, en realidad fui a buscarte a ti y a Samu. Sabes que las despedidas no son mi fuerte—lo digo con un tono nostálgico—Te voy a extrañar un montón, grandote, solo espero que vengas a verme pronto.
—Pequeña, eso no lo dudes. Quiero saber dónde te vas a instalar, y también te estaré escribiendo—me dice mientras me guiña un ojo. La tristeza se disipa con una sonrisa.
—Está bien…—nos sorprende a ambos cuando nos envuelven en un abrazo y Ethan suelta una risa estruendosa. Intento girar la vista nuevamente y descubro que es Samuel.
—Pioja, ¿qué haré sin ti? ¿A quién podré fastidiar? —Ethan y yo nos reímos al escuchar eso. Sé que soy la más pequeña y que los dos me molestan un montón; para ellos, soy su tesoro, la bebé de la casa. Intento despegarme de los dos, pero no logro hacerlo.
—No digas eso, Samu. Sabes que seguiremos en contacto, todo sigue igual, solo que con un poco de espacio—dije sonriendo—y ya, no sigan los dos porque me van a hacer llorar, y ustedes saben que eso no me agrada, ya he llorado suficiente por hoy y por el resto de mi vida—intenté poner una expresión de enojo.
Se ríen los dos a carcajadas.
Los amo mucho, realmente son lo mejor que tengo en mi vida y les voy a echar mucho de menos a los dos.
Mi hermano Samuel es un poco más alto que Ethan, tiene ojos verdes claro, cabello castaño claro y se asemeja a Ethan en algunos rasgos de su rostro. Después de comenzar a ir al gimnasio, se han puesto en forma.
Lo genial de ellos es que siempre me llevaban a pasear, siempre con la excusa de hacer algo de hermanos.
—Los amo a los dos y deseo que me suelten ya—les dije, alargando la “a”.
—Claro, en un momento—contestó Samuel al liberarnos.
—Nosotros también te amamos, pequeña, y pronto iremos a verte—añadió Ethan.
Asiento con la cabeza en señal de acuerdo y me marcho.
Finalmente, me dirigí a la puerta donde papá me estaba esperando. Después de despedirme de todos con besos, abrazos y algunas lágrimas, nos subimos al Audi Q7 de mi padre. Revisé mi iPhone y vi un mensaje de Bianca, quien me decía que estaba muy emocionada y lista para que la fuéramos a recoger.
Al llegar a la casa de mi amiga Bianca, mi padre le ayuda a meter las maletas en el coche y nos despedimos de sus padres con los ojos llenos de lágrimas.
—¡Qué difícil, amiga! —exclamó entre sollozos.
Mi padre se incorporó al tráfico para comenzar nuestro extenso trayecto hacia Atlanta.
No podía dormir, ya que me sentía un poco asustada. Así que opté por ponerme los auriculares y escuchar música en mi iPhone. Elegí "Secret Love Song" de Little Mix y empecé a mirar por la ventana, recordando todo lo que viví en Birmingham. El tiempo pasa tan rápido; apenas puedo recordar la fiesta de despedida de la secundaria y ahora estoy a punto de comenzar la universidad. Espero que todos estos cambios sean positivos. No tengo planes de enamorarme; quiero concentrarme en mis estudios, obtener mi título y buscar trabajo en mi área. Quizás, en el futuro, haya espacio para un poco de amor.
Me percato de que estamos llegando a Atlanta, y mi corazón comienza a latir con fuerza. Después de dos horas y veintidós minutos, nos estamos acercando a nuestro destino: los apartamentos cien Midtown, donde vamos a establecer nuestro hogar.
Bianca y yo elegimos vivir allí porque está cerca de la Universidad, aunque para Bianca le queda un poco lejos. Sin embargo, su padre le compró un coche, solo tiene que ir a recogerlo a la agencia.
—¡Corqui, qué emoción! —dice señalando los apartamentos.
Entramos al parqueo, mi padre estacionó el coche y comenzamos a bajar todas nuestras cosas con la ayuda del guardia que nos recibió.
El portero nos entrega las llaves y subimos a nuestro departamento, llenas de ilusión.
Es un lugar espectacular; al entrar, nos quedamos maravilladas al ver que todo está perfectamente organizado con sus muebles. A la derecha se encuentra una cocina algo reducida, pero con un acogedor desayunador, y a la izquierda está el comedor. Continuamos y al fondo nos recibe la sala. Hay un dormitorio a la derecha y otro a la izquierda; yo elijo el de la izquierda. Al ingresar a mi nuevo espacio, me sorprendo al descubrir que tiene un amplio vestidor y un baño con tina. El apartamento se ve aún mejor que en las fotos, parece hecho a medida para nosotras. Nos miramos y exclamamos al unísono.
—¡A disfrutar! —exclamamos y papá nos observa con una sonrisa casi burlona. Nos reímos a carcajadas, pero Bianca de repente se pone seria y vuelve a mirar a mi padre.
—Señor White, le agradecemos mucho por traernos.
—No te preocupes, Bianca, ha sido un placer. Deja la formalidad, llámame Wilson, ya llevamos años conociéndonos—dice sonriendo.
—Me cuesta un poco acostumbrarme, señor Wh... Wilson—responde, visiblemente avergonzada.
Intervengo para que Bianca supere su timidez.
—Gracias, papá, por traernos. Te voy a extrañar mucho, especialmente esas lindas charlas que compartíamos y cuando me acompañabas a jugar a las cartas—le digo con lágrimas en los ojos.
—Ven aquí, muñeca —me dice mientras me abraza—. Esto va a seguir sucediendo cada vez que nos visitemos o cuando nosotros vengamos a verte, no es un adiós. Te amo. —Nos quedamos en silencio, abrazados, hasta que finalmente rompe el silencio y me suelta—. Sabes, tengo una sorpresa para ti, seguro ya lo trajeron. Vamos.
Camino de la mano de mi padre y junto a nosotros va Bianca; no tengo intención de dejarla sola. Al salir del ascensor, nos dirigimos al estacionamiento y me llama la atención un automóvil adornado con un gran lazo fucsia. Sin darme cuenta, le aprieto la mano a papá.
—Aquí tienes, muñeca, tu propio coche. Espero que te encante. Ahora podrás moverte con más tranquilidad.
Me quedo admirando un mini convertible Cooper color menta, con unas llantas de lujo, ¡no podía creerlo!
—Gra… Gracias, papá, por este regalo tan increíble. Estoy muy emocionada, ¡por fin podré usar mi licencia! —mis palabras apenas lograban salir.
—No te preocupes, solo asegúrate de tener precaución.
—Claro, papá, te lo prometo. Tú mantente tranquilo—respondo con una sonrisa.
—Bueno, ahora sí me voy, no quiero que se me haga tarde —se acercó y me dio un abrazo—. Pórtense bien, estudien mucho y diviértanse con cuidado, niñas. Si necesitan algo, no duden en llamarnos. Te quiero, Alycia.
—Yo también te amo, papá. Cuida de la familia, especialmente de mamá, que ahora estará más sola. Muchas gracias por el coche. Por favor, llámame cuando llegues a Birmingham —le doy un beso en la mejilla y nos despedimos.
—De acuerdo — subió al auto y se despidió agitando la mano. En ese momento, no pude evitar que las lágrimas comenzaran a caer. Bianca se acercó a mí y me envolvió en un abrazo.
—No te preocupes, Corqui, pronto te acostumbrarás. ¿Ves ahora por qué no quise que mi papá me trajera?
Asiento con la cabeza, entendiendo que para ella también fue difícil. Sin embargo, fue más astuta que yo: dejó a sus padres en casa y, si se sentía mal, se desahogaba enel coche.
—Venga, subamos y coloquemos nuestras pertenencias, luego iremos a hacer la compra de alimentos para la semana—me abraza y juntas caminamos hacia el ascensor, subiendo hasta el quinto piso.
—¡No me lo puedo creer, papá me regaló un Cooper, Bica! ¡Estoy tan emocionada! ¿Cuándo quieres que vayamos a buscar tu coche?
—Mañana a primera hora, así que tú serás quien me lleve—dice con una sonrisa pícara.
—Claro que sí—dije con una sonrisa, lo que me hizo pensar en algo—. ¿Qué fue de Ethan?
Hace algún tiempo me enteré de que había ocurrido algo entre ellos. Al principio, todo se mantuvo en secreto, pero luego Bianca no pudo evitar confesarme que había compartido la cama con su primer amor y que siempre lo había amado en silencio desde que era niña. Ese chico resultó ser nada menos que mi querido hermano mayor, Ethan, quien también estaba enamorado de ella, pero no pudo enfrentar sus sentimientos debido al temor al qué dirán.
Bianca exhaló con resignación, y ese gesto me hizo entender que las cosas no iban bien.
—Ya no quiere estar conmigo—dijo con la voz entrecortada, lo que me llegó al alma—. Dijo que ya había sido suficiente y que era momento de...—Entonces rompió a llorar.
—Tranquila, tranquila, Bica—dije mientras la abrazaba—. Verás que se arrepentirá y pronto estará de vuelta.
—No lo creo, Corqui—murmuró con tristeza—. Pienso que ya no tiene intención de buscarme y además hay alguien más en su vida.
No creía ni por un momento eso, pero no la pienso contradecir con nada. Porque sabía que mi hermano pensaba en ella constantemente y si él hizo eso fue para que ella pudiera seguir su sueño.
Al abrir la puerta, observé el lugar donde finalmente realizaremos el sueño que compartimos desde niñas. Siempre deseamos vivir juntas, y nuestros padres hicieron eso posible. Mientras una de nosotras sufría, la otra no, y por eso siempre digo que el amor puede esperar; no quiero distracciones en mi vida.
—¡Bienvenidas a nuestro hogar!—exclamé con gran alegría—Olvida el pasado y saborea el presente, amiga del alma.