Pocos minutos después, Leonardo entró y se sorprendió al verme así vestida.
—La ropa estará lista en unos breves minutos— Dijo.
—Gracias Leonardo, la verdad es que has sido muy amable conmigo y yo me he pasado de la raya— Le contesté avergonzada.
Leonardo no dijo nada en palabras, pero sí con su garganta que emitió un ruido de un simple ‘Ok’.
En ese momento, tocaron la puerta, Leonardo se marchó rápidamente a abrir y pocos segundos después había regresado nuevamente a la recámara.
—Aquí está tu ropa, vístete para que puedas irte— Dijo mientras salía de la recámara.
Sin decir nada más, me empecé a vestir, la ropa estaba sorprendentemente seca y me hacía sentir bien.
Después de vestirme, salí hasta la sala donde estaba Leonardo sentado en el sofá. Tan rápido me vio se levantó.
—Leonardo una vez más gracias, la ropa está impecable.
—¡No hay de que!. Ahora vete con cuidado.
Asentí positivamente con la cabeza y camine hacia la puerta con lentitud.
Pero cuando gire la manecilla, me detuve y me giré hacia él.
—Espero que Rose te haga feliz, sé que tu la harás feliz.
—Tenlo por seguro Leila que me hará feliz, por favor ahora vete— Me pidió amablemente.
Leonardo se puso de pie, entró sus manos en los bolsillos del pantalón para ver cómo le marchaba.
Sin embargo, en vez de marcharme, di algunos pasos hasta llegar a él, e inesperadamente lo besé.
—¡Leila!— Exclamó después del ligero beso.
—¡Perdóname!. No quiero que pienses lo que no es de mi— Dije más que avergonzada.
Leonardo se quedó mirándome asombrado, estaba muy sorprendido por cómo me había comportado esa noche, y no era el único, yo también lo estaba de mi misma.
—Soy tu jefe, no puedes venir a mi habitación, confesarme tu amor y besarme, estoy comprometido con una mujer que amo— Dijo con mucha dureza.
Bajé la cabeza lo más que pude, pero luego la levanté aún sintiéndome apenada.
—Lo sé y me disculpo por eso Dr. Winslet.
—Ahora vete y no te cases con cualquier como dijiste.
Me reí, no pude contener esa risa. —No prometo nada Doctor— Le respondí.
Antes de que pudiera responder algo más, me giré y finalmente me marché de la habitación.
Al regresar al bar, me encontré con Patricia, estaba un poco asustada o más que eso, estabas desesperada.
—¿Dónde estabas?, pensé que te había pasado algo, dejaste tu bolso aquí, pensé lo peor— Dijo sofocada.
—Tranquila Patricia, estoy bien. Pero cometí una locura— confesé.
Patricia se quedó mirándome fijamente con sus cejas arrugadas. —¿Qué hiciste?.
—Fui hasta la habitación del Dr. Winslet y le confesé mi amor— le comenté avergonzada.
Patricia que estaba en un principio demasiado preocupada, se empezó a reír, no podía creer lo que había hecho.
—¿Te estás burlando?— Pregunté en tono serio.
—No, es que no puedo imaginarte haciendo eso, eres tan discreta que ni tú misma diciéndolo lo creo.
—Lo que sucede es que el vino hace que cometamos tonterías, no me gusta tomar— Dije.
Después de aquella noche tan vergonzosa para mí, llegué a mi casa, Patricia amablemente me había dejado en la puerta.
Al entrar las luces estaban apagadas, así que intenté no hacer ruido, sin embargo, sin verlo venir, las luces se encendieron.
—¿Estás son horas de llegar Leila?— Preguntó mi madrastra Teresa.
Me giré lentamente para mirarla. —Lo siento, me entretuve con mi amiga Patricia— Le respondí con amabilidad.
Teresa se provocó y se echó a reír. —No te preocupes, no tienes que darme explicaciones, solo me quedé despierta hasta que llegaras, ya era muy tarde— Dijo al acercarse y abrazarme.
Teresa no era una de esas madrastras que se podía odiar, ella era amor y comprensión y yo la quería como una madre aunque lo expresara poco.
Antes de que Teresa se marchara por completo, la detuve.—¿Cómo ha estado mi padre?— Pregunté.
—Hoy se ha sentido mejor, aunque confieso que un día puede estar bien y otro no tanto.
—Teresa, estoy trabajando duro para pagar el costoso tratamiento de mi padre.
—Lo sé Leila, y lamento no poder hacer más, pero él necesita a alguien que lo esté constantemente cuidando.
Abrace a Teresa antes de responderle, podía sentir el gran peso que sentía sobre sus hombros.— Con que cuides de mi padre lo haces todo, te has olvidado de ti por cuidar de él— Le expresé.
Después de aquella conversación me asomé a la habitación de mi padre y lo miré de lejos, respiraba un poco sofocado pero era parte de su enfermedad.
La mañana siguiente, al despertar, tomé una ducha reparadora, mientras el agua caí sobre mi cuerpo, recordé la locura de la noche anterior.
Me quedé frisada, atónita, avergonzada. No sabía cómo miraría al director ejecutivo del hospital.
Cuando baje a desayunar, mi padre y madrastra tomaban de su tasa de café, me acerqué a mi padre y besé su frente.
—¿Cómo está el mejor padre del mundo?— Pregunté con amor.
—Estoy bien— Respondió con voz ronca.
Después de acabar de tomarme mi taza de té, tome mi bolso y me marché hacia el hospital.
Tome un taxi que dejó en la puerta, caminé cinco clama porque llegaba a tiempo, pero justo algo me hizo correr para esconderme.
Leonardo caminaba rodeados de otros doctores, estaba tan avergonzada que no podía dejar que me viera.
Fui hasta mi área de trabajo, tomé asiento para verificar los pacientes que me correspondía atender y en qué piso se encontraban.
Sin darle larga a mi trabajo, fui hasta el 4to piso, entré a una de las habitaciones y verifiqué todo lo relacionado con el paciente.
—Si sigue como va, pues mañana le daremos de alta— Dije con alegría.
—Muchas gracias enfermera— Dijo su acompañante.
Salgo de la habitación después de despedirme, y cuando estoy a punto de entrar, recibo una llamada a mi móvil.
—Dijo la asiente del director ejecutivo que vayas a su oficina ahora mismo— Dijo Patricia en tono preocupante.
—¡Está bien!— Dije en shock.
Caminé hacia el ascensor y apreté el botón del último piso, donde solo estaba la oficina de Leonardo nuestro CEO y doctor.