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La Esposa Sustituta Del Director Ejecutivo

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intro-logo
Blurb

Leila se casó por órdenes de su propia madre para que sustituyera a su hermana mayor. El día de la boda Leonardo Winslet, tuvo que soportar que la novia fuera ella y no su gran amor.

Todo empezó a sonar como un matrimonio oculto del que nadie tenía que enterarse.

Leonardo tuvo que ceder ante la presión de su padre, pero lo que deseaba era salir corriendo en busca de la mujer que siempre ha amado.

Ahora en un matrimonio sin amor, el Leonardo que todos conocían desapareció, y no físicamente si no emocionalmente.

Leila que siempre lo ha amando en silencio, tiene que soportar la frialdad con la que su esposo la trata, pero todo da un giro inesperado cuando alguien del pasado vuelve para quitarle lo que él pensó que no amaba; EL CORAZÓN DE LEILA

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La noche de confesión
Punto de vista de Leila. No podía creer que un día tan importante fuera mío, estaba caminando por un camino de flores, personas de pies aplaudiendo, me hacían sentir importante. Llevaba el velo que tapaba mi cara, me detuve frente al que sería mi esposo, el gran CEO y dueño del hospital más importante del país, Leonardo Winslet. Ni si quiera se detuvo a mirarme, nunca volteó, no hubo una pizca de interés hacia mí. Solo era una Por cierto mi nombre es Leila Smith, soy enfermera, y trabajo para Leonardo Winslet. Flashback. Vi como Leonardo le pedía matrimonio a su novia, Rose Jones, una mujer elegante, pero claro, ella era modelo. Su felicidad me hacía sentir feliz, pero en el fondo lloraba, yo amaba a ese hombre también, pero tuve que callarlo. —No podría estar más feliz que a tu lado— Le dijo Leonardo mientras acariciaba su mejilla. Rose no podía dejar de mirar el anillo de su dedo, brillaba de tantas perlas que tenía. Dos semanas después, estaba con mi mejor amiga en un hotel-bar muy importante de la ciudad. Estaba decidida a olvidarme de Leonardo, él no era para mí, era de su novia Rose. —Deberías buscarte a alguien que te haga olvidar a ese hombre— Dijo Patricia mi mejor amiga. Respiré hondo, muy hondo antes de responderle. —Lo sé Patricia, pero es tan difícil cuando lo veo todo el tiempo— Le respondí ya un poco tomada. Antes de que Patricia pudiera responder, alguien se acercó, le habló al oído y extendió su mano. —Amiga, voy a bailar, ahora regreso— Dijo con una sonrisa de oreja a oreja. Le sonreí al verla emocionada, tomé la botella de vino en mis manos y mire hacia el gran ascensor del hotel. —¿No es aquí donde se hospeda Leonardo?— Me pregunté a mí misma en voz audible. Sin pensarlo, tomé el ascensor y subí al último piso. Caminé riendo por la locura que estaba haciendo. —Ok Leila, estás ahora frente a su puerta, solo debes tocar— Decía entre risas y ojos cerrados. Cuando logré levantar la mano, toqué sin mucho alarde la puerta, pero un hombre extraño sostuvo mi mano. —Querida te has equivocado de habitación, ven, yo te llevaré— Dijo con una sonrisa maquiavélica, lo podía sentir. —No, no me equivoqué, déjame ahora, mi novio está ahí dentro— Le grité. El hombre extraño se echó a reír. —¿Tú novio?, no creo que seas la novia de Leonardo Winslet. En ese momento la puerta de la habitación de Leonardo se abrió, inmediatamente me reconoció, traté de mantener una postura firme que no me hiciera tambalear. —¿Qué está pasando?— Preguntó Leonardo. —Señor Winslet, lamento la molestia, mi novia se ha esquivado de habitación— Dijo en su defensa el hombre extraño. Leonardo desvió la mirada hacia mi, cerré mis ojos al sentirme tan avergonzada. —Leila, ¿Es tu novio?— Preguntó con tranquilidad. —No, el solo me está molestando— Le respondí. Leonardo hizo un movimiento rápido con la cabeza y el hombre extraño casi corrió hasta desaparecer. —¡Entra!— Dijo con frialdad. Entre avergonzada, tanto así que no era capaz de levantar la mirada del piso. —No es bueno que estés tomando, una mujer tan joven como tú no debería estar en esas condiciones— decía mientras caminaba hacia la cocina. Mis nervios no permitían que salieran las palabras de mi garganta, pero como pude hablé. —Solo quería encontrarte, y decirte que te amo— Le confesé empezando a reír. Leonardo que estaba caminado se detuvo en seco y choqué con su espalda. Levante la mirada poniéndome la mano en la frente y lo vi en ese momento girarse. —¿Qué dijiste?— Preguntó anonadado. Empecé a mirar de un lado hacia el otro, como si estuviera confundida. —No dije nada…No me hagas caso, solo estoy un poco pasada de copas— dije soltando la botella de vino que traía en la mano. Leonardo se quedó en silencio mirándome fijamente, parecía que él también se había quedado sin palabras. —Haré de cuenta que no dijiste nada, ahora vete por favor Leila. —Gracias y perdóname por ser una tonta, prometo que te olvidaré y me casaré con el primer hombre que vea— le respondí de manera incoherente. Vi la cara de Leonardo, sus gestos eran de asombro y no era para menos. Sin esperar respuestas, salí de la habitación corriendo, y tan solo al salir me encontré con otro desconocido. Me lancé hacia él y lo bese en un momento de desesperación. —¡Wao!. No sabía que me encontraría con una chica tan linda— Dijo aquel joven. Abrí mi boca para responder pero no fui yo quien lo hizo. —Suéltala, ella está un poco tomada y no sabe lo que dice o hace— Dijo Leonardo repentinamente. Me giré hacia él riéndome, me asombraba que mostraba su preocupación con tanta seriedad. —Leonardo, se lo que hago, solo quiero olvidarte y quizás en brazos de otro lo haré— Non dudé en responderle. Inesperadamente, Leonardo me tomó de la mano y me llevó hasta dentro de su habitación, me guió por algunos caminos hasta entrar a su recámara y luego al baño. Hizo que entrara en la ducha y abrió la llave para que toda esa agua cayera sobre mí y mi sangre fluyera. —No por favor, detente— Le rogué. —¿Quieres que me detenga?. Estabas a punto de irte con un completo desconocido, si no llego ahora estarías en manos quizás de un desarmado— Me respondió en un tono enojado. Leonardo salió del baño dejándome empapada de agua, mi mente volvía en sí. Me quité la ropa mojada y me quedé en ropa interior. Salí del baño con mi ropa mojada en manos y completamente descalza. —¿Cómo secaré mi ropa ahora?— Le pregunté preocupada. Leonardo no dijo nada, sus ojos se olvidaron de parpadear, vi como su garganta tragó en seco. —Dámela, pediré que te la sequen, te la traerán en unos minutos— Dijo con tanta frialdad que un frío recorría por todo mi cuerpo. Leonardo salió de la recámara mientras yo buscaba algo con que cubrirme, así que abrí su armario de ropa y tome una camisa blanca.

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