4 Naomi se encontraba sentada en uno de los grandes ventanales de la habitación con las piernas colgando hacia el exterior cuando una lágrima rodó por su mejilla. «¿Por qué, Welita? ¿Por qué me has abandonado?» Se produjo un leve repiqueteo en el suelo, y a continuación algo húmedo le dio unos empujoncitos en el codo. —Hola, Bear —le saludó con voz ronca. Mirase adónde mirase, siempre veía algo que le recordaba a Welita. Si veía una flor, lloraba porque recordaba lo mucho que le gustaba a Welita trabajar en su jardín. Tampoco podía cocinar porque todo lo que sabía hacer se lo había enseñado ella. Y apenas era capaz de mirar a la pequeña chihuahua sin venirse abajo. Bear lloriqueó mientras le daba con la patita en el regazo a Naomi. —Estoy bien, de verdad. —Cogió a Bear en brazos y l

