— Hace muchos años Cronos fue encarcelado junto a sus hermanos en el tártaro, la paz llenó el mundo divino y el mundo humano. Sin embargo, después de mucho tiempo, el rey tirano escapó junto a todo su séquito. Zeus fue a buscar a Themis, titán de la justicia para ver si con sus poderes de clarividencia lograba ver algo, buscó a Apolo para hacer lo mismo, incluso pidió un encuentro con las Moiras para pedirles consejo, sin embargo, todo fue inútil, nadie supo quién ayudó a Cronos a liberarse, no hubo rastros de nada, no se supo a dónde fue ni en dónde se escondió, fue como si desaparecieran. Pasaron los años y los humanos, quieren fueron creados por los seres divinos, se enlazaron a los poderes de estos últimos, así que el poder de los olímpicos fue proporcional a qué tanta fe tenía la humanidad por ellos. Pronto todos creían, amaban y alababan a los dioses, incluso construyeron templos especiales para ellos, y estos, embriagados de ese amor, cometieron error tras error pensando que no había ser en el mundo que los enfrentara, después de todo, ellos gobernaban el mundo. Olvidaron que los humanos eran seres incompletos, que actuaban de acuerdo a la situación, de acuerdo a su conveniencia, que estos seres podían cuestionarse y, por ende, rebelarse, al mismo tiempo los olímpicos olvidaron que el ser que una vez los devoró, desapareció, pero no desapareció sus ansias de venganza, él solo estaba esperando el momento adecuado. Cronos se enteró de la conexión casi divina que tenían los olímpicos con sus propias creaciones y usó esa información a su favor, creó disturbios y sembró dudas en los mortales para que ellos se diera cuenta que los dioses que tanto amaban no estaban para ellos sino para satisfacer sus egos divinos, hubo guerras en las que los dioses no debían meterse, pero de alguna manera el dios del tiempo hizo que sus hijos y su descendencia participaran, todo eso causó que el mundo humano se dividiera en tres bandos: el lado de los neutrales que, si bien dejaron de creer en los dioses y su divinidad, no se metieron en los disturbios ni en las peleas verbales ni físicas que ese tema ocasionaba, solo cerraron su corazón centrándose en ellos mismos. Luego estaba el lado de los renegados, los que dejaron de creer en los dioses y que también ocasionaban problemas a los que sí creían, burlándose, insultando e incluso peleándose con aquellos que no compartían sus ideales, esos humanos llegaron tan lejos que en ocasiones iban a los distintos templos y ocasionaban desastres. Cronos logró cosechar los frutos de las dudas que plantó y llenó de odio los corazones de este bando, potenciando así el rencor y la sed de sangre, para los humanos que tenían algo de poder, fue más fácil para que el dios del tiempo pueda entrar, la avaricia, la envidia, el deseo por tener más poder hizo que se provocaran guerras territoriales, las conversaciones por la paz ya no funcionaron en ese momento porque todos tenían la venda de la mentira y del odio cubriendo sus ojos. Hubo también un tercer bando, un bando pequeño que aun creía en los dioses, que aun los respetaba, que aun rendían sus respetos y dejaba ofrendas en sus templos. Pero…
— No fue suficiente, dos tercios de la humanidad que no creía en ellos y si el poder de los dioses era proporcional al nivel de fe que tenía la humanidad en ellos… prácticamente los dioses se quedaron sin poder…
Mis palabras salieron sin siquiera pensarlo, estaba tan centrada en la historia, eso era algo que yo no había leído en mi vida, ¿era algún artículo privado? ¿dónde podría conseguirlo? Deseaba tanto poder encontrar esa información y empaparme de ella. Reaccioné solo cuando no logré oír la voz de Damián, dándome cuenta que mi cuerpo estaba un poco inclinado hacia su dirección, repasé las miradas de los tres hombres y los tres estaban mirándome de diferente manera, Adrián me miraba con un toque de diversión en sus ojos, Damián con curiosidad que luego se apagó rápidamente volviendo a su mirada desinteresada que ya conocía y C, el guerrero que me ponía nerviosa, él me miró con algo que no reconocí muy bien, pero era ¿orgullo? No estaba muy segura y sin duda no iba a preguntar por eso. Carraspeé un poco, sintiendo mis mejillas sonrojarse ligeramente por la vergüenza que sentí al interrumpir, acomodé mi cuerpo para que mi espalda estuviera descansando en el espaldar de la silla —Yo… lo siento, continúa, por favor.