Todo el Olimpo olvidó que a veces, muy raras veces la diosa de hermosas mejillas alzaba la voz y eran justo en estas ocasiones que lo hacía. Todos los dioses miraron asombrados a la titánide que, a pesar de solo haber alzado la voz un poco sus mejillas se encontraban algo sonrojadas. Némesis, en cambio, la miró con una gran sonrisa y con una adoración desmesurada, como si ver ese sonrojo fuera el logro del siglo. Themis se tomó un minuto para calmarse y que su piel volviera a su color natural para poder hablar.
– Ya basta. Mi rey, ¿qué es lo que hace un buen gobernante?
La respuesta de Zeus se demoró un poco.
– Pone en orden su reino, pero no como un tirano o quisquilloso, sino ofreciendo sus talentos para poner en orden su reino.
– Exacto, un tirano solo consigue el poder temporalmente hasta que llega alguien con ansias de cambiar las cosas y con deseos de derrocar la tiranía ¿no te suena familiar esto?
Zeus se tensó porque claramente sabía que Themis estaba hablando de su malvado padre.
– Ahora, ¿Qué es lo que hace un buen esposo, mi rey?
– … es leal y valida los sentimientos y emociones de su esposa, le da confianza y seguridad, sobre todo comunicación.
– ¡Exacto! En ese sentido debemos admitir que usted ha fallado. Por otro lado, mi reina ¿usted piensa que el cometer un ataque contra nuestro rey estuvo bien? Y debemos tener en cuenta que lo planificó y convenció a otros dioses para cometer dicho acto.
Ahora su mirada se dirigió a Hera, esa mirada honesta y fuerte hizo que un escalofrío recorriera la columna de la diosa colgada. ¿quería que aceptara que había cometido un error? Eso no lo iba a aceptar jamás, su orgullo no se lo permitía para nada así que se quedó callada, hasta que escuchó el suspiro de la titánide.
– Hera, querida, si no colaboras no puedo ayudar en esta situación. Ambas partes deben aceptar la culpa…
– ¡Yo no tengo culpa de nada! ¡el único culpable es él! ¡él es el causante de mi sufrimiento, de mi…
– ¿te atreviste a levantarle la voz a mi hermana?
La espada de la venganza estaba cerca del cuello de Hera, desenvainada y lista para cortar, Némesis se había movido y ahora flotaba muy cerca de la reina colgada, su mirada llena de locura y sed de sangre, le provocaron miedo a Hera quien, en un reflejo por retroceder, se retorcía.