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Sr. Clarke

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Empecé a trabajar como su secretaria y lo que obtuve por eso fue lo mejor que pudo sucederme, pero no empezaron bien las cosas entre nosotros y tristemente lloré un par de veces.

Hasta aquella noche.

La misma que cambio las cosas entre nosotros y para bien.

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Bajo mis cosas a mi lado para pensar en que debo de tener algo pensado para mí conversación con el señor que me entrevistará para ver si me quedo con el empleo. Hay muchas chicas que quieren ese empleo, y pues creo que no soy la más indicada por eso debo tener un buen animo y dar una buena impresión. Tengo un año y medio de experiencia de los dos que piden. El señor Clarke es muy exigente en sus secretarias y la verdad no creo estar a la altura del lugar. Mi hermana me consiguió la entrevista para que dejará de trabajar en el café que está a la vuelta de esta empresa. Mi hermana cree que en ese café estoy esclavizada pero lo que no entiende es que debo cinco meses de renta porque no me alcanza para pagar el alquiler y la paga del café es mala y necesito trabajar extra por un par de dólares extra. Mis ojos ven la carpeta de papel maltratada que hay en mis manos. Giro mis ojos a las de la señora que hay a mi lado y me da un poco de vergüenza viendo que la de ella es de cuero n***o que protege muy bien su currículum. Abro mi carpeta repasando lo que anoté en ella. Muerdo mi labio inferior viendo que es una completa estupidez el que me haya presentado en este lugar. Suspiró antes de ponerme de pie, y caminar a la puerta. Por ella entra un hombre joven con cabello n***o y una barba de infarto que lo hace ver bastante varonil y bien vestido. Lleva los ojos protegidos por unos lentes oscuros que gritan "Bad Man". Tragó despacio. Bastante guapo. Y mis nervios se alteran cuando comienza a caminar a mí, en el camino se va quitando la gabardina que lo protege del frío de muerte que hay tras esas puertas por las que entró. —Un café americano, con dos de azúcar y media cucharada de crema en polvo—me da la gabardina y sigue su camino al ascensor—. En diez minutos. —Pero… yo no… disculpe… Se detiene antes de darse la vuelta y verme sin saber exactamente que es lo que me dice su gesto. —Quiero mi café en la sala de juntas en diez minutos o considerese despedida. Retoma su camino antes de subir por el ascensor y mientras me quedó parada como idiota por un par de segundos, mi cerebro hace click porque me quedan nueve minutos con cuarenta segundos. Cruzo las puertas con la gabardina en mi brazo, pero recuerdo que no me dio dinero, estoy por regresarme cuando el guardia me dice que está en la gabardina. Toqueteo las bolsas y encuentro un billete de cien dólares. —Te quedan siete. Corro al Starbucks de enfrente y aprovecho que no hay fila para pedir el café que me pidió. Pido el café como recuerdo que me dijo que lo quería. Me lo da y pago para volver a salir y darme prisa, casi corro al otro lado de la calle con el peligro de que me atropelle un coche por ir como voy. El guardia me dice el número de piso y me dice que me quedan dos minutos. Para mis nervios el ascensor no baja cuando quiero, las escaleras. —Piso veinte—corro a las escaleras y maldigo al saber que me quedan un montón de pisos que subir. Pero en ese momento el ascensor de servicio se abre y sale una señora con su carrito, no dudo en subirme a ese ascensor y presionar el botón veinte. Me relajo un poco pero con cada segundo siendo más presión en mi interior, las puertas se abren y salgo al piso qué me dará la decisión final de quedarme o no. Tocó despacio y me dejan pasar, es una junta con unos sujetos que parecen ser japoneses, trago despacio y me acerco para dejar el café en la mesa. El hombre de que me mandó por el café revisa su reloj para ver la hora y el tiempo que me tomó traerle el café. —Vaya a mi oficina, y espere ahí. Asiento antes de retirarme de la sala de juntas. Voy al ascensor que ya está abierto porque dejo a alguien, presiono el botón que me lleva a la parte alta del edificio y al abrirse camino a una de las dos oficinas que hay aquí. Ninguna de las dos tiene a alguien afuera, pero en la puerta dice el nombre de quién está al otro lado de ella. Abro una de ellas para ver una laptop abierta con un café humeante a su lado. —Normalmente las mujeres que vienen a mi oficina visten una bata encima y abajo traen un bonito babydoll. Me pongo roja cuando escucho eso. Me doy la vuelta para ver a un hombre de cabello rubio con ojos verdes muy bonitos. La piel blanca me dice que es familiar del hombre que me pidió venir aquí. —Yo… emmm… el señor… —La de allá es su oficina—dice apuntando a la otra puerta—. ¿Cuál es tu nombre? —Bryce Robinson. —Un gusto Bryce—da una inclinación algo dramática—Mi nombre es Peter Clarke—se endereza para darme una sonrisa ladeada y divertida—. Si te enfadas del Señor Amargado, avísame. Cierra la puerta de su oficina y suspiró antes de sentarme en el sillón que hay para las visitas que están en espera. Suspiro un par de veces. Yo no debería estar aquí para empezar, ésto es absurdo. Me levanto de la silla para comenzar a caminar al ascensor cuando se abre para el mismo que me tiene aquí. —¿Adónde pensaba ir, señorita Robinson?—abro la boca porque yo no le dije mi nombre—. Mi oficina está por allá. —¿Cómo sabe mi apellido? —Conozco el nombre de mis secretarias, Robinson—trago despacio—. Ahora camine que necesito ponerla al día. ¿Ponerme al día? Santo cielo. Lo sigo a su oficina que parece un departamento pequeño con libros y estantes con archivos y más documentos. Toma asiento en una silla que me hace sentir que estoy frente a Dios el día de mi juicio para ver si me quedo en el cielo o en el infierno. Tragó saliva antes de que muchas cosas comienzan a circular por la cabeza. —Bryce Robinson. Veinticuatro años, nacida aquí… estudiaste hasta la preparatoria y ahí tus trabajos te respaldan en experiencia… —¿Cómo sabe eso? —Le pedí a la jefa de recursos humanos que me mandará los archivos digitales de cada chica de abajo—trago despacio—. Busque tu foto y aquí tengo toda tu información. Asiento mientras vuelve a la laptop que hay en su escritorio, trago despacio. Sigue viendo cada uno de los documentos que hay en ese aparato que me pone los nervios de punta. Sigue revisando hasta que encuentra lo que busca, pero sigo pensando que no soy buena opción. Tengo mis problemas y eso me hace suspirar. —No creo qué sea indicada para el puesto—eleva la cabeza para verme—. Deje a mitad el primer año de universidad. Yo… —Sino me interesarás no estaríamos teniendo esta conversación—dice antes de seguir con lo que hace. Sonríe antes de mandar a imprimir algo que suena en la impresora que hay atrás de mí. —Bien, Bryce—dice antes de hacer un lado la laptop—. Tu horario es de ocho de la mañana a seis, con dos horas de comida, dos días de descanso a la semana que son domingo y lunes. Cada mañana tienes que traerme el mismo café que te pedí hoy, no quiero que el sabor cambie. <<Mis documentos deben ir donde los encontraste, no debes cambiarlos de lugar o si lo haces avisarme a dónde para saber en dónde están cuando los busco. <<Debes estar al pendiente de mi teléfono y del tuyo cuando te marque, en caso de no responder en tres timbres ya no vuelvas a menos que vengas por tus cosas. Trago saliva. —¿Por qué me llamaría después del horario? —Porque puede que te necesite para algo personal—eso me sorprende—. Eres mi secretaria y debes hacer lo que yo te pida. —Pero no hacerme cargo de sus asuntos personales. —Debes cuidar de mi agenda—responde molesto—. Si no puedes hacer eso… —Si puedo. Se acomoda en la silla y una sonrisa aparece en sus labios, le toma al café que le traje dándome una vista un tanto caótica. —Bien. Empiezas hoy y se te pagará al final de la semana lo de una quincena completa. Asiento a lo que me dice y eso más de lo que pude esperar. No creí que me diera el trabajo, menos él mismo. Pero parece seguro de qué me despedirá si meto la pata. No creo que lo haga debido a que considero que esto de buscar nue a secretaria no le parece bueno. Pero también es cierto que casi no busca secretarias y que prefiere tomar una de las que sobran en su edificio. ¿Por qué yo? —Señor… ammm—no sé cómo decirlo—. ¿Por qué me eligió a mí? —Me gustan los retos, Robinson—asiento comprendiendo un poco lo que dice—. Y tú eres uno. Algo me dice que ese comentario guarda más de lo que aparenta. —Te daré una semana para que te adaptes—hace la seña para que salga. Al estar tan cerca de la puerta pide que me detenga. —No me decepciones, Bryce. Asiento antes de salir y comenzar a ordenar mi escritorio que parece que nadie le ha pasado una mano de gato bien dada. La computadora parece que no la limpiado y eso es lo que me pongo hacer mientras pongo a Halsey. Sigo limpiando mi escritorio cuando el rubio me dice que pasará a la oficina del señor Amargado y me da la bienvenida a no dormir con Hades Clarke de jefe. Tragó saliva pero no se lo demuestro. Y lo hago porque no sé si lo dijo en doble sentido o solo con una intención. Espero que con una.

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