**DEMÍAN**
En sí era hermosa; ahora, vestida con un bello vestido y las joyas, la hacía lucir como lo que era: una reina. Y lo mejor era que era mía, me quería a mí. Yo la podía tocar, yo la podía besar, era mi esposa. Tenía una sonrisa que jamás había visto en ella; se miraba tan linda y feliz que mi corazón se calentaba.
La tomé de la cintura y la pegué a mí; quería que estuviera a mi lado, sin ninguna diferencia de espacio. Su olor era tan s****l y adictivo que rozaba mi nariz en su hombro, oliendo de arriba a abajo y dejando besos en el camino. No pude evitar tocar su muslo, apretarlo y acariciarlo. Me estaba desviando del propósito al que íbamos. - Ahora, Demían... deja de tocarme, me vas a desnudar. -
Ese era el punto; yo ya quería desnudarla, solo una pequeña probada antes de llegar. Poco a poco, fui empujándola al asiento. - Será rápido, cariño... -
Mis besos fueron subiendo hasta sus labios y mis manos separaron sus piernas, poniéndome en medio de ella. -Demian... vas a arruinar mi cabello, el maquillaje y el vestido...-
Mierda, era cierto; no quería arruinar nada de lo que le costó tanto trabajo. Le di un último beso y nuevamente volví a ponerme firme. La ayudé a sentarse y a componer su vestido mientras ella arreglaba su cabello. -Perdón, cariño... no quería arruinar tu vestido...-
-Está bien... no estoy enojada, simplemente quiero estar perfecta ante su familia y los presentes. No quiero dar una mala impresión-. De eso no había duda, daría una gran impresión; era hermosa en todos los sentidos.
La tomé de la mano, dándole un apretón. Me sentía feliz con su compañía, tan afortunado de ser su esposo.
Durante el trayecto no hubo obstáculos porque yo mandé a que la calle estuviera despejada para mí y los invitados. La mansión de mis padres era la más grande y lujosa villa; era el doble de grande que la mía, pero eso a mí no me importaba. Decorada con las más finas obras de arte en cada rincón, tanto afuera como adentro, era perfecta en todos los sentidos. Sin embargo, para mí es una cárcel. Mis recuerdos de mi niñez no eran nada lindos. Apreté su mano; el miedo me estaba invadiendo. Se me olvidó por completo que mi padre estaría presente, así como mis hermanos, tíos y todos.
—Oye... Tranquilo, mi amor, no tengas miedo—. Al verme asustado, trató de calmarme abrazándome y dándome un beso en la frente. —Yo te voy a proteger de quien sea...—
Con ella me sentía protegido, tan amado; me sentía seguro en sus brazos. Ya no tenía miedo, porque con ella a mi lado no tenía que tenerlo. - Gracias.... -
Cuando se detuvo el auto, era momento de salir. Bajé rápido y di la vuelta para ayudar a mi mujer a bajar. De solo verla, era tan perfecta; deslumbraba más que las luces de hoy. Estiré mi brazo para que lo tomara y caminamos juntos adentro. Miré a mi alrededor y había cientos de autos; lo hicieron a lo grande.