No quería dejarme ir; sus manos tocaban con firmeza mi piel y su mirada era una mezcla de excitación y lujuria. Su respiración era pesada y emitía un sonido. Aunque no quisiera, tuvo que hacerlo, y antes de soltarme, me dio un apretón. - Tú ganas... Vete antes de que me arrepienta y no te suelte por una hora. -
Se notaba decepcionado y me causó ternura que, antes de irme, le di un último beso en sus labios. - Te veré luego, cariño, y gracias por el gran detalle de hoy. -
Ver que se puso feliz por un simple beso me causó gracia; tocaba sus labios con sus dedos y tenía una sonrisa amplia. Estaba feliz. Ni siquiera durante el camino a la habitación y el tratamiento que me estaba haciendo se me pasó por acordarme de su lado cruel, su versión que odiaba e irritaba.
Al principio fue incómodo porque las chicas estaban tensas en todo momento; se miraban nerviosas y temerosas. Mientras me ponían una mascarilla, otras me daban masaje en los hombros y manos, y otras me hacían las uñas. Me di cuenta de que sus manos temblaban y estaban frías. Pobres, de seguro tenían miedo de cometer algún error o de que yo actuara arrogante, que se podía esperar. - No tienen que estar tensas... No les haré nada, solo trabajen normal como cualquier otra clienta. -
En respuesta, al escucharme, se sobresaltaron y después se miraron entre las que estaban atendiéndome. - No querés cometer algún error, señora...-
-Son profesionales... No creo que comenten algún error, por algo mi esposo las contrató... Eso las calmó un poco, pero solo un poco; el silencio era incómodo y decidí hacerles plática. Al principio fue algo así: yo solo preguntaba algo y ellas respondían y ya, hasta que poco a poco la confianza se fue ganando. Las risas y anécdotas sobre otras clientas o eventos, y después las relaciones que tenían o tuvieron, fue como una pijamada entre amigas. Jamás había tenido amigas o disfrutado de este tiempo de actividades.
Fue divertido; incluso pedí a la cocina para merendar, pero no solo para mí, además, ¿cuándo volvería a tener con quién charlar? Había pasado el tiempo tan rápido que no me había dado cuenta de que el vestido ya había llegado y que ya estaban maquillándome y peinándome. Estaba tan concentrada en la plática que ya casi era hora.
-Listo, señora...-
Quedé un poco desorientada, pero luego capté que ya habían terminado. Me levanté y fui a verme al espejo. Quedé tan bien, mejor que bien; el maquillaje era tan hermoso y natural, y el peinado era recogido y elegante. -Me encantó... Todo, cada detalle, hicieron un buen trabajo.-
Sonrieron felices; en verdad estaba hermosa, le iba a encantar a Demian, ya quería ver su cara. -Solo falta el vestido, señora, y sus zapatos... Déjenme ayudarle.-
Les agradecí por su ayuda. Me alabaron por lo bien que me quedaba; el vestido estaba a la medida, resaltando mi figura, elegante y sexy, de un color dorado y con pedrería. -Se ve hermosa, señora... Solo faltan los accesorios.-
Tenía razón, faltaban los accesorios que combinaran con el vestido, así que busqué entre las joyas, pero nada se ajustaba al lujoso vestido.
- Señora... El señor ya la está esperando... - Tuve que ponerme lo que veía más accesible y me lo puse rápido.
Me despedí de las chicas y les agradecí mucho su ayuda; tenía en mente que cada mes las contrataría solo para charlar con ellas.
Bajé con una sonrisa en mi rostro, feliz por lo hermosa que estaba. - Dios... Te ves tan... hermosa, mi amor. -
Al verme, no dudó en ir a abrazarme; su mirada se posó en la mía, admirándome, y yo a él. Su olor masculino era tan fuerte y estaba vestido tan elegantemente. - Tú también te ves más que bien, mi amor... -
En este momento, el amor llenaba el aire; más que solo eso, las ganas que me tenía se distinguían con sus manos tocándome por donde quisiera. - De solo verte y... olerte, me dio apetito. -
- Claro que sí, de eso no tengo duda, pero ya es hora de irnos... No quiero dar una mala impresión a tu familia y a todos. - Esta noche iba a disfrutarla, no solo por conocer nuevas caras, sino porque iba a salir después de tanto tiempo encerrada aquí.
- Entonces no perdamos el tiempo... Porque te juro que yo preferiría llevarte lejos. - Era una buena idea, pero por el momento no era necesario. Tomé su brazo y salimos de la mansión; ya estaba un lujoso auto esperando. El chófer abrió la puerta y Demian me ayudó a subir. Nada mal por dentro, era cómodo y muy espacioso. - Bien, cariño... Es hora de irnos. -
Durante el camino, sostenía mi mano y la besaba. No faltaron los cumplidos y halagos de su parte, hasta que sacó una caja de entre los compartimientos, poniéndola en su regazo. - Quiero que te quites esas baratijas, cariño. -
Tanto misterio y, sobre todo, el hecho de que llamara "baratijas" a lo que él me regaló. No cuestioné y hice lo que me dijo. Al abrirlo y ver su contenido, no sabía qué decir ni cómo reaccionar; eran tan brillantes y hermosas. No me dejó ni siquiera preguntar; él mismo me puso el collar, dejando en mi hombro un beso, y por último, el anillo y los aretes. Eran un poco pesados, y cómo no, si eran unas grandes piedras incrustadas. - Ahora sí, te ves como la verdadera reina que eres... -
Cada vez que él hacía algo lindo por mí, mis sentimientos estaban cambiando. Me estaba enamorando de él, de su versión linda y amable, pero ¿qué hay de su otro yo? No me agradaba; lo odiaba y repudiaba, pero este Demian, verlo tan sonriente y caballeroso conmigo, ya estaba dudando de mi venganza. - Gracias... Me encanta... Eson preciosas.. -