¿No me vas a decir nada?.

644 Words
No dejaba de verme de arriba a abajo, había dejado de abrocharse los botones de las mangas solo para observarme. Se acercó y luego me agarró por la cintura. - Ahora eres mi esposa, ahora soy el único que puede ver tus curvas y tu hermosa figura.... Te voy a hacer mi esposa en cada momento y voy a tomar un poco de mis privilegios como tu marido- Ya sabía a dónde iban esas intenciones, y más con sus manos deslizándose, esa respiración agitada saliendo de él y golpeando la piel de mi cuello. -Un poco de privilegios, tú ya los tomas hasta de más- -Lo sé, lo sé y me fascina que solo seas mía. Que solo yo pueda tenerte y nadie más, solo yo tengo ese privilegio y a quien se te acerque soy capaz de matarlo... No voy a tolerar que codicien lo que es mío- Nunca se le quitará lo posesivo a este deschavetado, pero bueno, me iba a aprovechar por el momento y quién sabe, algún día lo mataría yo o alguien más y quedaría con su fortuna.-¿No tenías algo importante que hacer?... No se te vaya a hacer tarde- Apretó su agarre en mi cintura y soltó un gruñido de molestia. Me dio la vuelta y sin previo aviso me besó como si quisiera comerme. No me soltó del cabello para que no me alejara del beso, me había dejado sin aliento y mi labial quedó marcado en sus labios y alrededor mío. Mantuvo su agarre en mi cabello y pegó su frente a la mía. - Recuérdalo bien... Eres mía, eres mi esposa para toda la vida... No quiero verte cerca de ningún hombre durante el tiempo que esté fuera, ¿Entendido?- Mi maquillaje, este idiota lo arruinó con sus malditos celos enfermizos. Ni siquiera había puesto un pie fuera de la mansión y ya andaba de posesivo. - Ya lárgate... Ni quien se me acerque, no están idiotas para hacerlo - -Oh... lo siento, tienes mucha razón....Así que te llevaré a mi sala privada yo mismo - Me sujetó la mano y me llevó a su sala. La sala tenía una tele grande, varios sillones grandes, un sillón grande en el medio con una lujosa alfombra, todo decorado estaba lleno de lujo. Además, también había varios cuadros de arte y un gran piano. Era una sala muy cómoda, no podía quejarme. Además, estaba sorprendida de que tuviera un lugar privado aparte. ¿Qué podría esperar de un ricachón que tenía una gran mansión, tanta seguridad y lujos a montón? Podía aventar dinero si quería o comprar lo que se le antojara sin preocuparse del precio. -Bien, mi amor... Puedes quedarte aquí y ver lo que tu quieras, justo en la mesita está una tablet... Tiene variedades de postres, bebidas, lo que se te antoje, solo de seleccionar y se encargará el inútil y bueno para nada en preparartelo y traerlo la servidumbre.... También puedes comprar en línea, tienes la tarjeta...Lo que gustes - Eso me gustaba mucho, y más que no estaría junto conmigo, estaría en paz y sin andar soportando berrinches, celos y sus ganas de tener sexo. Me quedó viendo como si esperaba algo de mí y no captaba por qué miraba su boca manchada con labial. - ¿No me vas a decir nada?... - No entendía qué quería decir si no le iba a decir nada. Estaba un poco confundida hasta que entendí lo que quería decir. Él quería que le dijera palabras como una pareja de enamorados, como una esposa despidiendo a su esposo. - Sí, claro... - Levanté mi mano poco a poco a su rostro, él me miraba con cariño e impaciente, y lo único que hice fue limpiar el labial de su boca, aunque por mí se lo hubiera dejado. - Estás manchado de labial -
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