Sobra decir que el hombre aterrado al que me rehusé soltar por 20 minutos… sí… duré 20 minutos llorando en su hombro, sentada en su regazo, se desapareció una vez me ofreció por cortesía llevarme a casa. Yo me rehusé diciendo que mis amigas me esperaban dentro de la disco. Sabía que era mentira, esas mujeres ya debían estar una en una orgia, otra en un trio, otra en una experiencia lésbica y la otra tirada en alguna acera borracha. Él se despidió con incomodidad y condujo como alma que lleva el diablo. Yo ni me moleste en entrar en la discoteca, pedí un taxi que me dejó con prontitud en mi departamento. Eran las 3 de la mañana, por lo que todo el mundo debía estar durmiendo y yo no tenía que contener mis lágrimas. Lloré subiendo las escaleras, lloré caminando por el pasillo y seguí lloran

