Al entrar en su condominio, quitándose los zapatos con agotamiento, Grier se preguntó si su día podría haber sido peor. En esta época del año, la palabra “mezquino” se usaba con frecuencia, pero estaba segura de que si alguien iba a ser visitado por tres fantasmas en Navidad, iba a ser él… Nick Santos, su jefe del infierno. En cinco años, el hombre que conocía podría ganar fácilmente cualquiera de los títulos de soltero más sexy del planeta, basado puramente en su apariencia, rutinariamente la hacía replantearse su sexualidad. En esos momentos en los que se encontraba mirándolo embelesada, inevitablemente hacía algo tan horriblemente grosero que sus partes íntimas se secaban como si estuviera varada en el Sahara.
Hoy no fue la excepción. Su jefe malhumorado se irritó cuando entraron en una de las plantas de producción y la música navideña sonaba por los altavoces. Le hizo un comentario cortante al gerente diciéndole que fuera respetuoso, que no todos en la empresa celebran la Navidad y que también podrían encontrar dolorosa la festividad, especialmente cuando estaban ocurriendo despidos. Luego despidió a tres personas de la gerencia porque descubrió que estaban en un triángulo amoroso, pero los tres hombres tenían esposas en casa. Un video de ellos teniendo una acalorada discusión sobre a cuál de los hombres amaba más el gerente senior había llegado al escritorio de Nick. A poco más de dos semanas para Navidad, despidió a tres de su equipo de gestión por engañar a sus esposas entre ellos.
Sin embargo, no fue esto lo que le molestó. Fue el hecho de que se aseguró de revelar a los tres hombres a sus esposas como gays y les envió el video de la pelea. Anónimamente, por supuesto. Mientras tanto, Grier no podía decir nada, ya que ella misma estaba bajo un acuerdo de confidencialidad férreo.
Luego, sin más preámbulos, marchó de regreso al coche, avisó que regresaban a Nueva York, y no dijo una palabra más hasta que aterrizaron de regreso en JFK. Cuando su conductor la dejó, sus únicas palabras fueron “siete de la mañana el lunes”.
Se dirigió al refrigerador y estaba a punto de abrirlo para agarrar el resto de la botella de merlot que sabía que estaba allí cuando un sonido desde lo profundo de su apartamento llamó su atención.
La única persona que tenía una llave de su apartamento era su mejor amiga, Hazel. Grier ni siquiera le había dado una llave a su novio Arlo, ya que solo llevaban saliendo seis meses, y el término novio era un poco exagerado. Sus horas de trabajo no eran propicias para tener mucho tiempo libre, pero Arlo hasta ahora no parecía importarle. Sin embargo, Hazel sabía que se suponía que ella estaría fuera en un viaje de negocios con Nick Mezquino Santos y no debía regresar hasta mañana.
—Eso es, bebé, abre esas piernas más para Papá. —escuchó decir Grier.
Una voz de hombre demasiado familiar la atormentó desde el corto pasillo.
¿Papá?
¿Había escuchado bien?
—Es tan jodidamente caliente lo sexy que te ves tomando mi polla. —susurró nuevamente el hombre.
¿Cómo demonios consiguió su infiel futuro ex novio una llave de su apartamento y por qué era tan descaradamente audaz de tener una amante allí?
La respuesta la hizo tropezar.
—Sigue follándome, Arlo. Dámelo todo. Quiero correrme en tu polla en su cama sobre su edredón favorito. ¡Me encanta este edredón! Hagamos recuerdos en él. Hazme correrme en él. —respondió la mujer de forma desesperada.
Hazel. Su mejor amiga desde la universidad. Diez años de amistad. Había estado al lado de Hazel cuando sus padres murieron hace siete años. Le había sostenido la mano en cada una de sus relaciones catastróficas con los imbéciles a los que Hazel se sentía atraída. Ahora su mejor amiga estaba follando a su novio y jactándose de hacerlo en su cama sobre su edredón favorito.
Frunció el ceño con enojo. Realmente le gustaba su edredón navideño. Estaba decorado con acebo, hiedra y copos de nieve. Maldita sea Hazel. ¿Por qué tenía que arruinar el edredón?
Agarrando el borde del marco de la puerta Grier se quedó suspendida, luego las siguientes palabras de Hazel la hicieron regresar a la cocina.
—Fóllame Arlo. Pon tu semen en mi coño.
Arlo, quien en las dos ocasiones muy recientes en que tuvieron sexo, insistió en usar condón, ahora estaba en su cama, follando a su mejor amiga, sin protección. Retirándose a la cocina, agarró la botella de vino, agradecida de que la desgraciada del pasillo no la hubiera robado también. Se sirvió una copa y luego volvió a caminar por el pasillo. Esta vez no se detuvo en el pasillo.
Se apoyó en la puerta, carraspeó en voz alta y luego tomó un largo sorbo de su vino y esperó a que el sonido registrara. Cuando Arlo escuchó su voz, sus caderas se detuvieron y luego Hazel dio un grito para apartarlo, su tacón conectando con el todavía duro pene de Arlo. Arlo cayó al suelo como un saco de papas. Un destello de sonrisa ante su dolor apareció en sus labios.
—Oh, no se detengan por mí. Por favor, terminen. Beberé mi vino y luego podemos charlar cuando terminen. —arrojó Grier con absoluta naturalidad.
—¿Qué haces aquí? —la voz de Hazel chilló sorprendida.
—¿Aquí? ¿Te refieres aquí en mi apartamento? Mío. El lugar que compré con mi dinero, Hazel. ¿Realmente estás cuestionando por qué estoy aquí? —le interrogó Grier con ironía.
—Grier, no es lo que parece. —comenzó a suplicar, sus ojos llenándose de lágrimas.
—Guarda las lágrimas de cocodrilo, Hazel. No sé qué te he hecho para que quieras a mi novio. —Grier levantó un dedo. —, lo siento, quise decir ex novio, para que te folle en mi cama y lo haga sin protección, como acabas de animarlo a hacer, pero no tienes derecho a llorar por ello. Espero que estés consciente de ello. —arrojó Grier con firmeza.
—Grier. —Hazel estaba buscando desesperadamente una camisa para ponerse, su cara se encontraba de un tono púrpura al ser atrapada.
Arlo estaba rodando en el suelo gimiendo con las manos alrededor de sus genitales.
—Creo que mi polla está rota. —gimió Arlo.
—Bien. —Grier inclinó su copa de vino en su dirección. —, te lo mereces por acostarte con mi mejor amiga. —de nuevo levantó el dedo, —, ex-mejor amiga, en mi cama. Necesito preguntar, ¿por qué mi cama? ¿No podían simplemente andar a escondidas como haría un imbécil normal? —inquirió Grier.
—¿Grier? —la voz de un hombre llamando desde el pasillo captó su atención. —, olvidaste tu maletín del portátil.
Como si esto no pudiera empeorar. Suspiró, no queriendo dejar a esos dos solos en su habitación.
—Aquí abajo, Nick. —llamó y vio su cara asomarse en el pasillo. —, ven, únete a la fiesta. —añadió Grier con insolencia.
Su cara, usualmente impasible, se volvió increíblemente dura y sus labios se aplanaron.
—¿Qué fiesta? No hago fiestas. —musitó Nick.
—La fiesta donde mi ex mejor amiga de más de diez años está siendo follada por mi ex novio de seis meses. Cree que se le ha roto el pene. —arrojó Grier.
—¿Lo rompiste? —Nick preguntó mientras caminaba casualmente por el pasillo con el maletín del portátil en la punta de los dedos.
—No. —ella bebió un sorbo de su vino. —, lamentablemente. —acotó Grier.
Grier contuvo una risita cuando Nick inclinó la cabeza hacia un lado mirando al hombre que sostenía su pene en alto mientras lo estudiaba.
—Parece tener una curva bastante pronunciada. No es muy grande, ¿verdad? —comentó Nick secamente.
—Es normal y lo que hace con él también es normal, pero lo atribuí a los nervios de principiante ya que solo tuvimos sexo dos veces. —Grier empujó un par de calzoncillos del suelo con la punta de sus Louboutin y se los lanzó a Arlo. —, póntelos y ve a que te revisen el pene.
—Señor Santos. —Hazel estaba arrodillada en el suelo ahora desesperada por encontrar sus pantalones y miraba a Nick como si fuera su salvador.
—¿Nos conocemos? —preguntó Nick.
—Tuve una entrevista contigo el mismo día que Grier, y le diste el trabajo a ella. —respondió Hazel.
—Entrevistamos a veintiséis personas el día que Grier vino. ¿Esperas que recuerde a los veinticinco que no contraté? —puntualizó Nick.
—Tuvimos una conexión. —murmuró Hazel.