Nick echó la cabeza hacia atrás con asco antes de negar enfáticamente respecto a lo que Hazel había afirmado. Su rostro tenía la apariencia de un hombre al borde de vomitar.
—No vomites aquí. —Grier le señaló con un dedo antes de girar lentamente la cabeza hacia Hazel. —, ¿Es de eso de lo que se trata? ¿Todavía estás enfadada después de todo este tiempo porque yo conseguí este trabajo y tú no? ¿Estás guardando rencor? —le preguntó Grier.
—Podría haberlo hecho enamorarse de mí y tú me robaste la oportunidad. Sabías que estaba colada por él y… —se detuvo al darse cuenta de que el hombre del que estaba confesando estaba justo allí. —, te he amado por tanto tiempo Nick Santos. Seríamos geniales juntos. —se volvió hacia Grier de nuevo. —, ¡podrías haber rechazado el trabajo para que yo lo consiguiera y estar con él! —exclamó Hazel con resentimiento.
—Me invitaron a la entrevista, Hazel. Invitada. Tú aplicaste, pero yo fui invitada por su anterior asistente administrativa. —expresó Grier.
—¡Por casualidad! Fue por casualidad porque la ayudaste con su estúpido pedido de café y pasteles y los llevaste a su coche. —le recriminó Hazel.
—¡Mientras tú y otros tres se quedaban allí mirándola luchar! A pesar de que había tantos entrevistados, yo fui la seleccionada y tú no. Además, te lo he dicho mil veces, es un imbécil como jefe. —Grier giró la cabeza para mirarlo. —, lo siento, pero lo eres.
—Anotado. —Nick dejó que el insulto le resbalara como agua sobre las plumas de un pato.
—Creo que necesito ir a la sala de emergencias. —Arlo se estaba levantando lentamente de su posición de rodillas.
—Me importa un comino. Lo que necesitas hacer es salir de mi condominio. Ambos. —arrojó Grier.
—Grier, ¿podemos hablar, por favor? —gimió Hazel. —, no tengo a nadie más. Lo siento. —lamentó Hazel.
—Te acostaste con mi novio. Te conté el fin de semana pasado cómo pensé que tal vez estaba empezando a sentir algo por él, lo que me llevó a acostarme con él el sábado por la noche y el domingo por la mañana y tú te lo acostaste en mi cama mientras yo estaba fuera. —arrojó Grier.
—Estabas fuera con Nick. —le acusó Hazel.
—Es el Sr. Santos para ti. —Nick le espetó a Hazel. —, y ella estaba en el trabajo. No estábamos teniendo sexo. —le dio a Grier una mirada. —, ¿este es el tipo de compañía que mantienes? –le preguntó.
—Ya no. Hazel, necesitas salir. Deja mi llave en el mostrador. —ordenó Grier.
—No puedes simplemente… —murmuró Hazel.
—¿Simplemente qué? —finalmente Grier levantó la voz un poco. —, ¿Cortarte de mi vida? Mírame. Trajiste a alguien de quien te dije que me importaba a mi lugar y tuviste sexo con él. Dios sabe cuánto tiempo ha estado pasando esto. —arrojó Grier con desdén.
—¿Cuánto tiempo ha estado pasando? —Nick le preguntó a Arlo, quien lentamente se estaba poniendo los pantalones, su rostro contorsionado de dolor.
Grier estaba empezando a creer que tal vez su pene realmente estaba roto. Se estaba moviendo bastante lento.
—Casi un mes. —contestó Arlo.
—¿Cuántas veces tuviste sexo con Hazel? —dijo con desprecio el nombre. —, en la cama de Grier.
—Esta fue la primera vez en esta cama. Hazel quería pedir prestado un par de zapatos para nuestra cita, así que entramos a buscarlos y… —se calló Arlo.
—¿Cita? ¿La llevabas a una cita? —gruñó Grier. —, ¡Jesucristo, la llevabas a una cita, y pensaste en tu supuesta infinita sabiduría, pedir prestadas mis pertenencias para hacerlo y luego te distrajiste teniendo sexo en mi cama! —exclamó Grier sintiéndose al borde de la furia.
—Grier. —Nick señaló la copa de vino. —, toma otro trago. —escribió en su teléfono, con la mandíbula tensa.
Ella se bebió la copa y murmuró: —solo quiero que se vayan de aquí.
—Estoy en eso. Barrett está en camino con su equipo. —arrojó Nick.
—¿Quién es Barrett? —preguntó Arlo mientras intentaba ponerse los zapatos.
—Esto se siente demasiado civilizado considerando que entré y los encontré teniendo sexo en mi cama. ¿Pueden por favor darse prisa y largarse de una vez? —exigió Grier.
—De acuerdo. —asintió Nick.
—¿Sr. Santos? —una voz llamó desde el pasillo.
—Aquí abajo, Barrett. La Srta. Bush llegó a casa y encontró intrusos en su apartamento. Sácalos. Creo que el hombre puede necesitar atención médica, pero no se la ofrezcas. Puede arreglárselas solo. —explicó Nick.
—Sí, señor. —Grier en cinco años nunca había averiguado si Barrett era su nombre o apellido, pero el hombre era enorme y, sin embargo, con la agilidad de una serpiente, se coló entre Grier y Nick e hizo una señal a dos hombres que estaban con él. —, yo me encargo de él. Tú encárgate de la chica. Odio cargar a las chicas. Hacen eso. —señaló hacia donde Hazel comenzó a agitarse y patear violentamente mientras la sacaban de la habitación.
—Asegúrate de que deje la llave del apartamento de la Srta. Bush, por favor. —Nick llamó mientras la pareja era escoltada fuera.
Las súplicas de Hazel para que Grier simplemente escuchara resonaban en la espalda de Grier como uñas en una pizarra. Cuando finalmente hubo silencio de nuevo en el apartamento, miró la cama y suspiró.
—Realmente me gustaba esa funda nórdica y ahora voy a tener que quemarla. —comentó Grier.
Exhalando con frustración, consideró todas las formas en que podría arreglar la bonita funda y ninguna de ellas iba a funcionar. Miró a su jefe, que aún estaba allí, y señaló la bolsa del portátil que él todavía sostenía.
—Puedes dejarla allí en el suelo. Me disculpo por hacerte traerla. —arrojó Grier.
—Quería que la tuvieras por si te necesitaba durante el fin de semana. —contestó Nick.
—Me dijiste cuando reservé los vuelos de regreso que podría tener todo el fin de semana, ya que volvíamos temprano. —dijo Grier.
—Una empresa de mil millones de dólares no se dirige sola, Grier. Si yo trabajo, tú trabajas. —le recordó Nick.
Frotándose la cabeza con frustración, volvió su atención a la tarea pendiente.
—Está bien, pero quiero que conste, si me haces trabajar este fin de semana, probablemente no podré convencerte de que no tomes decisiones precipitadas. En mi estado de ánimo actual, podría dejarte despedir a todos. —de repente valoró más el video que él envió a las esposas. —, además, retiro mi enfado por los videos. Tienen derecho a saber. —murmuró Grier.