Capítulo 4.

2248 Words
—Intentaré no pensar en eso como una proposición indecente —sus mejillas se tornan de un color muy parecido a las de ella, y al darse cuenta de esto Jane le suelta del brazo rápidamente. —No pienses cochinadas —voltea la mirada con vergüenza—. Iré a cambiarme y tú solo espera allá —le señala las sillas de espera que se encuentran frente a los probadores. "Sí claro —se dice a sí mismo mientras se encamina a sentarse—. Qué fácil es no pensar en algo obsceno". Pacientemente esperó a que ella se cambiase de ropa, estaba nervioso y para nada sentía comodidad de que su próximo libro tuviese que tener este tipo de información tan detallada. Solo podía darle gracias a Dios que no era una historia erótica, o no encontraría lugar en donde meter su cabeza de la vergüenza. —Que conste que mi cuerpo no es esbelto —dice Jane al salir con una ropa interior bastante provocativa en color verde claro. —Observarte sería como irrespetarte —ruborizado voltea la mirada para no dar con el cuerpo semidesnudo de Jane. —¡No seas cobarde! —le exclama—. Hago esto por ti, lo menos que podrías hacer es dar un vistazo al menos. —Será rápido —su plan era observar y desviar la mirada en cuestión de diez segundos, pero al verla su plan fracasa totalmente al dejar que sus pupilas se deleiten con un cuerpo que para no ser esbelto es perfecto en todo sentido, desde los detalles más mínimos como su abdomen delgado hasta las cosas mejor formadas como sus redondos senos. —¿No que sería rápido? —ella se cubre un poco avergonzada y Mike mueve su cabeza para regresar a la normalidad de ese hermoso cuerpo. —Hagamos otra cosa —propone para seguir con la rutina, pero haciendo algo menos incómodo para los dos. —Concuerdo —ella regresa lentamente al probador y Mike, aunque sin quererlo no pierde de vista sus piernas al hacerlo. Luego de algunos minutos estaban listos para salir, ambos eran incapaces de mirarse al rostro, pero como la mayor entre los dos Jane debía dar el ejemplo para cumplir con su trabajo de forma profesional. —¿Te gusta el perfume? —Jane rompe el hielo antes de que su grosor sea mucho más profundo. —Eso suena mejor —asiente con la cabeza, pero negándose a verle. —¿Por qué no me miras? —ella se le queda viendo fijamente y Mike siente la pesadez de la mirada en sus hombros. —No es necesario para responderte —evade la pregunta, pero Jane no es de las que se queda con respuestas tan simples. —Solo mírame —le toma de los hombros y la profundidad de los ojos del joven la sumerge en un estado de parálisis del que ella misma no desea salir. —¿Todo bien? —al notar que ella no despega la mirada se preocupa. —Iremos en taxi —añade luego de parecer haber vuelto en sí. "Contrólate —se dice—, eres una adulta así que compórtate como tal". Luego de coger el taxi ambos estuvieron callados al igual que un cementerio, no dejaban ni que sus respiraciones se escucharan muy fuerte, pero teniendo un objetivo en claro, Jane no iba a dejar que ningún sentimiento interfiriera con su plan de ser una excelente empleada merecedora de un ascenso. Se dirigieron a un centro comercial, era amplio y muy extenso en cuanto a tiendas, Jane sabía que de ese modo habría muchas cosas que podían hacer sin temor a crear situaciones incómodas. —A todo esto —Mike se decide hablar—, ¿Cómo se relaciona tu trabajo con la editorial? —Verás —Jane le guiaba hasta una tienda de perfumes a la que suele ir—, nosotros hacemos portadas para sus libros, también para revistas de moda y otras cosas. Además de que la empresa tiene una compañía extra en asociación con la editorial basada en una revista de moda. —Eso lo explica —se maravilla de la inmensidad del sitio. Jamás había ido a ese centro comercial, al no saber de su existencia le era difícil conocer ciertas cosas teniendo que pasar más tiempo en casa estudiando y escribiendo sus libros. Llegaron a una gran tienda, un local confortable y con variedad de olores agradables que dejan que tu nariz se exquisite de tan maravillosas fragancias. —Puedes escoger lo que quieras, todo lo que se encuentra en exhibición es gratis y puedes oler cuanto quieras —le expresa Jane—. Creo que será algo bastante interesante, considerando que describir los olores con palabras escritas es más complicado. —Esto si es algo más de mi interés —en sus novelas suele escribir o intentar escribir sobre las fragancias que sus personajes tienen, pero se complica en gran medida al intentar hacerlo. Es un aspecto que debe mejorar, y para ello no hay nada mejor que ser él quien trabaje en ello. —Las fragancias masculinas están al fondo —señaló Jane. Con la finalidad de trabajar al mismo tiempo que intenta mejorar su descripción escrita sobre los olores, tomó su libreta y con cada olfateada que daba se disponía a escribir algo por muy poco profundo que le pareciese. Al verlo más frustrado que motivado Jane se acerca para ver si le puede ser de ayuda, pero sin nada de experiencia con la cual contar prefiere mantener su boca cerrada y sólo estar ahí a su lado. —Creo que es una de las cosas más complicadas —suelta una risa. —¿Por qué sonríes? —ella pensaba que él estaba molesto, su expresión decía que estaba irritado sobre todo por la forma en la que borraba con la goma del lápiz de manera feroz las descripciones que realizaba. —Me gustan los retos —esta vez la observa y vuelve a tener ese aspecto que cuando se conocieron. —A ti los retos y a mí comer —se soba la panza—. Deberíamos pedir una hamburguesa, realmente no he podido ni desayunar. Mi jefa me hizo estar en la empresa a las seis y media de la mañana y no pude hacer más que tomar agua. —Te invito algo si quieres —Mike se había dado cuenta de que sus problemas con la escritura interferían con su personalidad. —Te ves mejor así —ella le sonríe y acaricia su cabello dejando que sus delgados dedos se entrelacen con la suavidad de los rubios cabellos de Mike—. Acepto tu invitación, después de haberme visto casi desnuda creo que me lo debes. —Claro, claro —Mike sonríe con los labios cerrados. Como era de esperarse Jane escogió el lugar donde Mike dejaría algo de su mesada puesto que como escritor no ha podido generar ni un centavo. La feria de comida era extensa, pero la única atención que Jane daba era a su hamburguesa. Era una completa niña malcriada a la hora de comer, y por la forma en que disfruta de la comida chatarra Mike deduce que ella debe ser mala cocinado y pasa más tiempo consumiendo comida callejera. —¿Sabe bien? —era una simple pregunta para abrir una conversación, ambos comían lo mismo y era obvio que sabía bien. —¿La tuya sabe mal? —dice con su mano derecha cubriendo su boca para no dejarse ver la comida al hablar. —No es eso, solo... —en el acto Jane coge la hamburguesa de Mike para darle una ligera probada, luego de masticar unos segundos se da cuenta de que saben completamente igual. —Sabe bien —ella tiene boca llena de salsa de tomate. —Realmente pongo en duda que tengas veinticinco años —sonríe con una naturalidad increíble. Hacía tiempo que no salía con nadie, pasar tiempo trabajando en su sueño de ser escritor es algo que le arrebata parte de su juventud. —Pues lamento ser una niña al hablar mientras dejó que mi boca disfrute una buena comida —le hace un puchero digno de una niña pequeña. —No sé si pueda hacerlo —sonríe, pero a medias intentando que sus ojos tristes no crucen miradas con ella—. No imaginas la cantidad de manuscritos que he llevado a esa editorial y no consigo nada más que rechazos. —La vida de un adulto es dura ¿No? —coge una servilleta para limpiar sus manos y boca, la hace una bolita luego de utilizarla y la deja en el plato donde le sirvieron la comida—. Seguro te preocupa no tener tiempo para hacer las cosas que te gustan, intentas vivir atado a tus ideales mientras la sociedad básica te arrastra lejos y cada vez más allá. —Es... sí —se sorprende de lo bien que ella lo entiende—. Es exactamente lo que pienso. —Descuida —ella se recarga en la silla—. Hay posibilidades de que te termines aburriendo de lo que haces ahora si algún día se convierte en tu método de subsistencia. —¿Dices que debería abandonar mi sueño? —lo que captaba de sus palabras era algo parecido. —Solo digo que no te apresures —le contesta con madurez—. Al final, a todos nos llega un momento de perdición total. Esas palabras lo dejaron pensando por mucho rato, el final del recorrido luego de comer se basó en ir a una librería y recolectar información a la antigua como se suele hacer en muchos casos, leyendo libros. Al dejarse ver nuevamente por el cielo este atentaba en contra de aquellos que desearan estar a su merced. Llovía de manera feroz, casi como si fuese a aproximarse una tormenta, por ello pidieron un taxi antes de que el clima empeorase mucho más. —Tan de repente el cielo parece querer estallar —comenta al ingresar en el taxi. —Las noticias del clima se equivocaron esta mañana —añade Mike. El auto empieza a avanzar sin esperar una dirección exacta para poder dar espacio a otro taxi. —¿A dónde? —pregunta amablemente el conductor. —Deberías ir primero —comenta él al verla dudosa sobre la decisión. —Sí —le asiente con la cabeza—. A la calle ochenta y nueve con avenida ciento diez. —Lo tengo —el conductor se ocupa del GPS para poder guiarse mejor y evitar el tráfico, pero las congestionadas calles estaban iguales en todos lados. Avanzar era complicado, lentamente pudieron llegar una calle antes de donde se encontraba el departamento de Jane pero el cruce estaba obstruido por una larga fila de automóviles. —No creo que podamos avanzar en un buen rato —comenta el taxista. —¿Tampoco nos podemos devolver? —ella observa hacía atrás, pero es imposible con el paso obstruido. —Me temo que no señorita. —Está bien —ella observa el taxímetro y de su monedero saca la cantidad correspondiente para pagarle al hombre. —De verdad disculpen —dijo el taxista. —No es su culpa —le responde Jane—. Tú debes venir conmigo —esta vez voltea a ver al callado Mike—. Eres mi responsabilidad y no puedo dejarte aquí a esperar que la lluvia cese para que puedan llevarte a casa. —Ajá —es lo único que atina a decir. Ambos descienden del vehículo y con rapidez Mike sigue a Jane por en medio de toda la lluvia hasta la calle siguiente donde se encuentran dos edificios de ocho pisos. Suben las escaleras hasta el séptimo y luego de caminar hasta el final por fin logran llegar a la residencia de Jane. Ambos ingresan, pero al estar tan mojados Mike prefiere quedarse a medio entrar para no encharcar el departamento. —Te traeré una toalla —Jane deja los zapatos en la entrada y rápidamente caminando casi en puntillas se deja perder en los adentros del sitio para luego de unos segundos salir con una toalla de baño que le cede a Mike. —Gracias —al pasarla por su rostro percibe un agradable olor a frutas mixtas. —No tengo ropa que pueda ofrecerte —ella secaba su cabello. —No hay problema, creo que puedo sobrevivir —apenas logra sacarse un poco el agua. —Si enfermas será mi culpa —en ese momento recuerda que tiene algunas prendas masculinas en su armario. —No lo será —niega Mike y Jane vuelve a ingresar a una de las habitaciones de la que luego sale con una camiseta y un pantalón. —Puedes usar esto —le ofrece, pero Mike duda en aceptar dicha cortesía. —¿Es de tu novio? —lo que menos quería era causarle problemas. —Era —responde con algo de nostalgia en su voz. —¿Se separaron? —no parecía haber señales de que algún hombre viviese con ella. —Algo así —ella se queda viendo la toalla que lleva en sus manos con tanto dolor que Mike puede percibirlo. —Siento que... —Él murió —lo interrumpe—. Así que no te preocupes —levanta la mirada para sonreírle, pero no parece cómoda al hacerlo—, no eres una molestia si eso piensas.
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